¿Realmente tenemos el poder?: La mujer y el aborto en Colombia

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Columna de opinión.

Por:  María José Medina.

29/07/2020



Como salido de una película taquillera de los cincuentas, sale a flote uno de los temas más controversiales del siglo actual cuando la senadora María del Rosario Guerra del Centro Democrático propuso un proyecto de ley que, en pocas palabras, se puede resumir en las siguientes líneas: las mujeres, en los tres casos que se considera que podemos acceder al aborto según la constitución (los pongo en contexto, cuando la mujer se encuentra en peligro debido a su embarazo, cuando el feto presente una malformación que le impida una vida digna y cuando, una mujer es abusada sexualmente o inseminada artificialmente sin su consentimiento) ahora necesitarán el permiso de los padres antes de hacer valer su derecho. Parece indefenso, ¿cierto? Bueno, eso deberían preguntarle a una niña de trece años violada por un soldado raso que lleva su hijo en su vientre y que necesitará de su autorización para abortar a su hijo.

Lo que me lleva a preguntarme, ¿dónde queda la opinión de las 23.312.832 colombianas frente a la maternidad? Hemos avanzado hacia nuevos tiempos que prometen mucho para las mujeres. Ahora, todos procuramos entender que el zapato de una madre no les calza a todas nosotras. Que a nuestras amigas o tías que no se han casado a los cuarenta no debemos darles el pésame. Que las damas en el poder no deben ser etiquetadas como mandonas, controladoras y demás adjetivos que desprestigian toda la trayectoria que han tenido que soportar para llegar donde están. Entonces, con esto sobre la mesa, solo queda el desconcierto. Porque posiblemente nos obliguen a digerir una propuesta que solo me impulsa a vomitar.

Pero eso no es todo, las mujeres que se han atrevido a denunciar a su abusador también tienen que soportar comentarios como: "seguro que ella estaba rogando por eso" porque ese día, después de agotadoras horas laborales, decidió visitar un bar para comprar cigarrillos y fue violada por cuatro hombres, cuando el resto de clientes eran espectadores del suplicio de esa mujer. Lo cual me deja reflexionando sobre ¿Qué pensarán esas mismas personas, si su hija resulta abusada porque un día decidió salir a divertirse con sus amigas y sumergieron drogas en su bebida sin que ella se diera cuenta? Ruego porque ese nunca sea el caso, pero probablemente exigirán cadena perpetua. Rezando porque el juzgado cuente con más empatía en aquella víctima que la que expresaron ellos y ellas en una desconocida. De todos modos, la primera vestía una blusa escotada.

Y eso que ni siquiera me he sumergido sobre la brecha salarial entre géneros, y como Colombia cuenta con el cuarto puesto comparado con otros países de Latinoamérica y ya parece que estuviera narrando un cuento de terror. Sin embargo, estos tres tediosos párrafos solo me sirven como una pieza para completar el rompecabezas que la mujer colombiana tiene que soportar por el resto de su vida. Lo que justifica mi opinión sobre la propuesta de la senadora María del Rosario, que solo sirve para continuar tejiendo esta bufanda de eventos que han estado asfixiando los derechos de nosotras, las mujeres en Colombia, desde hace 210 años. En lo que a mí respecta, apoyar la propuesta es retroceder los tres pasos por los que muchas mujeres han muerto para que las niñas del futuro puedan pisar.

Y para cerrar con broche de oro, quiero agregar que le tengo más miedo a salir a la calle sola, en la noche, que opinar que la maternidad es un asunto que se desea, o no se obtiene.

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