No era amante del amanecer, pero debía admitir que el cantar de las aves me relajaba al punto de verme desvanecer. Di varias vueltas sobre mi cama huyendo de los rayos de sol quienes querían tocarme y calentarme, me mantenía a salvo bajo las sábanas y meditaba si debía levantarme de mi lugar y seguir haciendo un capítulo más de mi vida. No caí en la cuenta de la hora que era, mucho menos en el cómo había llegado hasta mi hogar después de haberme cegado con mis propias lágrimas. El sol que solía molestarme temprano se desvaneció y el frío de la noche hizo presencia queriendo atormentarme. Mis palabras se las había llevado el viento y jamás regresarían.
Mis pies volvían a reaccionar por sí solos, me levanté y volvía a la cotidianidad, el agua me arrullaba en vez de despertarme y me vi obligado a reaccionar tras escuchar el sonido de mi móvil. Las llamadas eran lo de menos, llegaría luciendo mi rostro con una sonrisa, daría las gracias, haría una pequeña reverencia y revisaría el trabajo que no fui capaz de realizar. Tomaría un descanso, saldría a la zona de fumadores, acabaría con una o dos cajas, eso lo decidirá mi paciencia y volvería al trabajo hasta la hora del almuerzo, en donde iría a comer, fumaría un poco más y me escabulliría lentamente sin dejar rastro. Caería la noche, posiblemente vaya a casa o me quede a las afueras preguntando si podría colarme con alguien más. Todo era una rutina hasta el día de tu muerte.
Había abandonado mi casa sin tomarme la molestia de desayunar, mi mente estaba en otro lugar y debido a ello dí con el lugar más rápido de lo que podía pensar. Las grandes puertas me recibían caluroso invitándome a entrar bajo un día de estrés. Al fondo divisé a mis compañeros, uno de ellos agitaba mis manos como si hubiese pasado un largo tiempo y estuviera feliz de mi llegada, no se me hacía raro. Las reverencias estuvieron de más llegando así al área de trabajo, en donde una mirada amenazante me observaba de pies a cabeza queriendo matarme.
—¿Qué sucede con tu mirada, Hyung? —dejé el portafolio sobre la mesa, me deshice de mi abrigo y tomé asiento sobre la mesa de vidrio; la silla no era de mi preferencia. —Si sigues frunciendo el ceño te volverás feo —rasqué mi nuca y me encogí de hombros.
—Estuve toda la noche haciendo el trabajo que no pudiste hacer —tiró al aire una carpeta y la cogí, observé su interior y en mi rostro se dibujó una sonrisa, era fácil cuando podía usar a la gente a mi antojo. —Mis ojeras se deben por tu culpa, el tratamiento de belleza se fue a la basura —la angustia de Jin se reflejaba en sus ojos y el desespero provocado por mí.
—Te dije que te lo pagaría, ¿no es así? —observé la pantalla del móvil dándome cuenta de que no he recibido una llamada, tampoco mensajes. —Saldremos el viernes, pero paga la cena.
—Siempre te aprovechas de mí, Jungkook —fingió estar llorando, lucía detestable cuando lo hacía. —Pagaré la cena, pero tendrás que hacer tu trabajo para la próxima.
Empleaba las mismas palabras cuando se veía en la misma situación. La escena era cómica y agradable de ver, nuestras insignificantes peleas nos llevaban de nuevo al inicio en cuando nos conocimos, dos personas que se detestaban mutuamente por los mismos pensamientos generados del uno al otro, pero, el tiempo se ha encargado de disminuir el odio e incrementar la paciencia que podemos llegar a tener. No era buena persona, pero era lamentable de ver como su vida está estancada y sin darse cuenta caía en un poso sin fondo, el eco de su voz retumbaba en mis oídos queriéndome decir que necesitaba un cambio, uno el que yo no podía ofrecerle ni nadie más.
—Por cierto, ¿miraste los mensajes que te envié? —negué cerrando los ojos y la frustración volvía de nuevo. —Alguien famoso ha causado revuelo en las redes, no he leído mucho sobre él, pero es la sensación del momento —fruncí mi ceño al escuchar sus palabras. —Podrás leer sobre él, he dejado una copia de sus escritos sobre tu mesa.
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cherry cigarettes ©jeon jungkook.
FanfictionLa esencia de su cuerpo era cigarrillos con una mezcla de cerezas, su cabello siempre estaba despeinado y no le importaba lucir desaliñado, no importaba la hora, siempre lo veías fumar al lado de la ventana teniendo la ilusión de encontrar algo. Su...