Cazadores de Sombras Ciudad del Fuego Celestial

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   -Cazadores de sombras -dijo-. Se te meten en la sangre, en el alma. He estado con vampiros, licántropos, hadas, brujos como yo y humanos, muchos frágiles humanos. Pero siempre me había dicho que no le daría mi corazón a un cazador de sombras. He estado tan a punto de amarlos, de ser atrapado en su encanto... a veces generaciones enteras: Edmund y Will y James y Lucie... los que he salvado y los que no pude salvar. -Su voz se ahogó un instante, y Luke, mirándolo asombrado, se dió cuenta de que eso era lo más que había visto de las auténticas emociones de Magnus Bane-. Y Clary también. La quise, porque la he visto crecer. Pero nunca me había enamorado de un cazador de sombras, no hasta Alec. Porque tiene sangre de ángeles en su interior, y el amor de los ángeles es algo supremo y santo.
   -¿Y eso es malo? -preguntó Luke.
   Magnus se encogió de hombros.
   -A veces se reduce a una elección -respondió-. Entre salvar a una persona o salvar al mundo entero. Lo he visto, y soy lo suficientemente egoísta como para querer que la persona que me ama me escoja a mí. Pero los nefilim siempre elegirán salvar al mundo. Miro a Alec y me siento como Lucifer en El paraíso perdido. «Avergonzado se halló el Diablo. Y sintió cuán sobrecogedora es la bondad.» Lo decía en el sentido clásico. «Sobrecoger»: que inspira temor por su grandeza. Ese temor está bien, pero en el amor es un veneno. El amor tiene que darse entre iguales.
   -Sólo es un niño -dijo Luke-. Alec... no es perfecto. Y tú no has caído.
   -Todos hemos caído -replicó Magnus. Se envolvió en sus cadenas y guardo silencio.

Magnus y Luke.
Pág.372.










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   -No hice un pay -repitió Alec, gesticulando expresivamente con una mano-, por tres razones: una, porque no tengo ningún ingrediente para hacer un pay. Dos, porque no sé cómo hacer un pay.
   Calló un momento, esperando.
   Jace se quitó la espada y la apoyó contra la pared de la caverna.
   -¿Y tres? -preguntó.
   -Porque no soy tu esclava -respondió Alec, claramente complacido consigo mismo.

Alec y Jace.
Pág. 378.










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   -Te fuiste acostumbrado a mí -afirmó Jace con confianza.
   -Finalmente -aceptó Alec-. Como a la lepra.
   -Me quieres. -[...]

Pág.381.











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   [...] Oh, Dios, soy un cliché -soltó desesperado-. ¿Por qué me molesto? Si papá decide que me odia porque no soy hetero, no vale la pena, ¿verdad?
   -No me mires a mí -repuso Jace- mi padre adoptivo era un asesino múltiple. E incluso así me preocupaba lo que pensara de mí. Es lo que estamos programados para hacer. En comparación, tu padre siempre me ha parecido estupendo.
   -Claro, le caes bien -dijo Alec-. Eres heterosexual y esperas muy poco de las figuras paternas.
   -Creo que seguramente pondrán eso en mi lápida: «Era heterosexual y esperaba muy poco...»
   Alec sonrió. Un breve y forzado destello de sonrisa. [...]

Alec y Jace.
Pág.381.











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   -Pero tú no eres como yo -replicó Jace. Se sentía como si el suelo se estuviera abriendo bajo sus pies. Cuando tenía diez años, se había creado una vida con los Lightwood como cimientos, sobre todo Alec. Siempre había pensado que, como parabatai, se ayudarían siempre el uno al otro, que estaría ahí para Alec con su corazón roto tanto como Alec había estado ahí cuando era él el que lo tenía roto, pero en ese momento se daba cuenta, horrorizado, de que había pensado muy poco en Alec desde que se habían llevado a los prisioneros, no había pensando cómo debía de ser para él cada hora, cada minuto, sin saber si Magnus estaba vivo o muerto-. Eres mejor.

Pág.382.












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   -Lo sé -contestó-. No soy celoso. Siempre he sabido, desde el principio, que todo el mundo pensaba que eras mejor que yo. Mi padre lo pensaba. La Clave lo pensaba. Izzy y Max te admiraban como el gran guerrero al que querían emular. Pero el día en que me pediste que fuera tu parabatai, supe que confiabas lo suficiente en mí como para pedirme ayuda. Me estabas diciendo que no eras el guerrero solitario y autosuficiente que podía hacerlo todo solo. Me necesitabas. Así que me di cuenta de que había una persona que no consideraba que eras mejor que yo. Tú.
   -Hay muchas maneras de ser mejor -dijo Jace-. Eso lo sabía incluso entonces. Puede que yo sea más fuerte físicamente, pero tú tienes el corazón más franco que he conocido, y mucha más fe en la gente, y en ese sentido eres mucho mejor de lo que yo puedo esperar llegar a ser.

Pag.383.

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