Capítulo 7 ❣️❣️❣️

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El tiempo parecía volar para Sarah, que paseaba por el arroyo que
bordeaba la propiedad de su familia. Respirando profundamente,
cruzó el pequeño puente bajo la atenta mirada de algunos de sus
sobrinos que decidieron unirse a ella en su paseo matutino.
Brincando a su lado, las niñas le mostraban plantas medicinales, y dos
de los niños levantaban pequeñas columnas de piedra por todo el
sendero. El hermano mayor de Sarah, Bill Jr., y su esposa, habían
decidido educar a sus hijos en casa, y su tía Hannah les había estado
instruyendo sobre la flora y fauna local del Valle Central de California.
Sarah se detuvo al notar la patada de uno de los bebés, y su sobrina
menor se acercó para ver qué le pasaba. Tomando la mano de la niña,
la sostuvo contra su vientre, y el bebé dio otra patada; los ojos de su
sobrina se abrieron como platos. Apoyando la oreja sobre la tripa de
Sarah, parecía escuchar atentamente y hablar en susurros con sus
futuros primos, para finalmente levantar la cabeza e informar a Sarah
de que el bebé no quería hacerle daño, pero se estaban quedando
sin sitio allí dentro.
Sonriendo, continuaron su paseo de la mano. Aunque Sarah hubiera
preferido que Vitaly estuviese allí con ella, volver a casa era justo lo
que necesitaba.
Disfrutaba de su familia, pero no echaba de menos el trabajo duro que hacía falta para dirigir aquel enorme rancho. Ni el olor, pensó,
arrugando la nariz. Aunque también estaba la camaradería de trabajar
codo con codo junto a personas que siempre estarían de su parte. Y
echaba de menos a sus hermanos. Al pasar tiempo con ellos se
acordaba de lo mucho que le gustaba tener una familia grande, y
estaba impaciente por que nacieran los gemelos.
Vitaly había perdido a su única hermana cuando era apenas un
adolescente, y creció con un cariñoso tío y otros muchachos de edad
parecida a la suya, pero nunca había experimentado el tipo de
interacciones que tenían lugar en el seno de una familia numerosa,
excepto cuando visitaba a los Jenkins. Le esperaban en el rancho
aquel fin de semana, y Sarah estaba impaciente por compartir sus
experiencias con su esposo.
De regreso a la casa, vio a su padre y su tío a caballo, dirigiendo el
ganado, y se dio cuenta de cuánto echaba de menos montar. Su tío le
había ofrecido la carreta, pero Vitaly había dejado bien claro que no
quería que montase a caballo y, para él, sentarse en un carro tirado
por caballos, era prácticamente lo mismo.
Sarah sonrió para sus adentros, preguntándose cómo se subiría él a
un caballo. Las pocas veces que había estado allí, se había quedado
en la casa, y sólo se había aventurado una vez en el granero. Aquel
sería un buen momento para que aprendiera a montar, ya que Sarah
esperaba poder enseñar a los gemelos tan pronto como fuera posible.
Sobre todo porque esperaba pasar más tiempo allí una vez quehubiesen nacido, ya que quería que crecieran con sus primos.
Sarah resistió la tentación de frotarse las manos con regocijo ante laidea de mostrar a Vitaly una parte de su vida que nunca antes habíaexperimentado. Aunque no se oponía al trabajo duro, pasar variashoras sobre una silla de montar era mucho más agotador que todas lashoras que metía en la oficina.
***
El viernes por la mañana, Vitaly estaba finalizando la última de susreuniones, satisfecho con la llegada del buque de carga a NuevaJersey sin ningún problema por parte del gobierno. Su equipo habíaprocesado el producto de su cliente a través de la aduana, y él estabalisto para viajar al rancho de su suegro, sabiendo que todo había
salido bien.
Al meter el portátil en la bolsa, sonrió recordando las constantesbromas de su personal sobre que California central no estaba en mitadde la nada, y dado que Sarah se había puesto en contacto con ellos enmás de una ocasión, era obvio que tenía acceso a internet. Tras miraralrededor de la oficina para asegurarse de que no se olvidaba nada,se despidió de su asistente que le recordó que tenía menos de cuatrohoras de viaje por delante, y que, en caso de emergencia, habíasuficiente espacio para un helicóptero.
Aunque sólo había estado en el rancho un par de veces, habíaconseguido permanecer lejos de los animales - algo que Sarah habíaamenazado con que estaba a punto de cambiar. No tenía ningúndeseo de subirse a un caballo. La última vez que vio a Sarah a caballo,le había parecido que era fácil, pero como no había crecido con animales de ningún tipo, la idea de montar sobre uno le ponía
nervioso.
Poniéndose la bolsa al hombro, fue a ver a Ivan, quien, una vez más,
prometió mantenerlo al tanto de cualquier problema y le aseguró que,en caso de que fuera necesario, les sacaría del rancho por vía aérea.
Vitaly se despidió de su jefe de seguridad, y se alejó tratando desacudirse de encima una sensación de peligro inminente. Aunque
adoraba a su esposa y la echaba muchísimo de menos, cuanto máspensaba en montar a caballo, más miedo tenía.

La Familia Del MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora