Desde la partida de Pansy, Draco Malfoy había comenzado a encontrar consuelo en una nueva rutina que, aunque inesperada, se convirtió en una de las partes más esperadas de su día: escribir cartas. Lo que comenzó como un intento de mantenerse conectado con su amiga rápidamente se transformó en una costumbre que esperaba con ansias. Cada tarde, a la misma hora, Draco se sentaba en su escritorio, a menudo a la luz dorada del atardecer que entraba suavemente por las ventanas de la mansión Malfoy, y comenzaba a escribirle a Pansy sobre los eventos de su día.
Al principio, las cartas eran formales, casi robóticas. Draco describía los hechos de su día, desde las lecciones con su tutor hasta las cenas silenciosas con sus padres. No había mucho más que compartir, y Draco, quien siempre había sido reservado por naturaleza, se limitaba a narrar lo que creía que se esperaba de él. Sin embargo, con el tiempo, esas cartas comenzaron a cambiar. Pansy, en sus respuestas, había sido sincera sobre sus propios sentimientos, abriendo su corazón sobre el dolor que aún sentía tras la pérdida de su madre y la nueva vida que intentaba construir en su ausencia.
Draco, conmovido por la franqueza de Pansy, comenzó a ser más abierto en sus propias cartas. Empezó a hablar no solo de lo que hacía, sino de cómo se sentía. Le contaba a Pansy sobre su frustración cuando su padre, Lucius, lo miraba con desaprobación tras fallar en cualquier cosa que consideraba básica, o sobre el orgullo que sentía cuando lograba algo que sorprendía a su madre, Narcissa. Incluso compartió con ella las pequeñas alegrías que encontraba en su día, como el descubrimiento de un nuevo libro en la vasta biblioteca de la mansión o la emoción de ver a un elfo doméstico realizar magia compleja.
Las cartas de Pansy también se volvieron más detalladas. Le hablaba a Draco sobre su vida diaria, sobre cómo se había volcado en la práctica del ballet tras la muerte de su madre, encontrando en la danza un refugio para su dolor. Le describía los movimientos gráciles que practicaba y cómo, a pesar de que la tristeza a veces la abrumaba, la danza la hacía sentir conectada con su madre, quien había sido una apasionada del ballet. Pansy compartía sus luchas por adaptarse a un hogar donde la ausencia de su madre se sentía en cada rincón y cómo las expectativas que su familia tenía de ella la hacían sentirse aislada.
En una de las cartas más recientes, Pansy le contó a Draco algo que lo tocó profundamente: a pesar de las altas expectativas que su padre tenía sobre ella, siempre se esforzaba por pasar tiempo con Pansy. Su padre asistía a todas las presentaciones importantes y, en particular, había estado sentado en primera fila durante su actuación de *El Lago de los Cisnes*. Pansy describió cómo, a pesar de las miradas críticas que su padre dirigía hacia ella durante la actuación, su presencia en primera fila era un acto de apoyo incondicional. Aunque las expectativas eran altas, Pansy sentía que la presencia de su padre en esos momentos especiales era un gesto de amor y compromiso que valoraba profundamente.
A través de estas cartas, ambos niños forjaron un vínculo que trascendía la distancia. Lo que antes era una amistad basada en la cercanía física y las expectativas sociales, ahora se convertía en una conexión más profunda, alimentada por la sinceridad y el apoyo mutuo. Draco y Pansy, aunque separados por la distancia, encontraban consuelo en saber que había alguien al otro lado de las palabras que los comprendía y aceptaba tal como eran.
A medida que se acercaba el séptimo cumpleaños de Draco, la mansión Malfoy comenzó a llenarse de preparativos. Narcissa y Lucius planificaban una celebración grandiosa, como era costumbre en una familia tan distinguida. Los elfos domésticos trabajaban incansablemente, adornando la casa con telas finas y encargando los mejores manjares para agasajar a los ilustres invitados. Para Draco, sin embargo, este cumpleaños no era solo una fecha más en el calendario.
Draco había aprendido, a través de las historias y enseñanzas de su madre, que el séptimo cumpleaños tenía una importancia especial en el mundo mágico. Desde su nacimiento, había experimentado pequeños brotes de magia accidental, como todos los niños magos. Había sido testigo de cómo, en momentos de enojo o miedo, los objetos a su alrededor se movían o cambiaban de forma sin que él lo deseara. Sin embargo, Narcissa le había explicado que a partir de su séptimo cumpleaños, esa magia comenzaría a estabilizarse, y él podría empezar a controlarla con mayor precisión.
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Harry Potter & El Príncipe De Slytherin [Draco Malfoy]
Fanfiction"Escucha, Draco. Ser un mago de sangre pura no es simplemente un título que se hereda, ni se trata solo de la sangre que fluye por nuestras venas. Significa abrazar un legado que se extiende a lo largo de generaciones, un linaje que se remonta a los...