Capítulo 1
Veintitrés años atrás…
Las niñas ya no quieren ser princesas…
JOAQUÍN SABINA, Pongamos que hablo de Madrid
Abril de 1986
—Mira qué cosita más bonita —balbució el emocionado padre a la vez que ponía morritos y hacía el tipo de gestos exagerados que los adultos solo se permiten hacer ante los bebés porque están seguros de que estos jamás los van a recordar—, vas a ser toda una princesita.
—Va a ser la muchachita más lista del mundo, mira como abre los ojos y se fija en todo —comentó la madre, que como todas las mamás primerizas andaba algo corta de vista y muy sobrada de ilusión, porque lo cierto era que la recién nacida solo abría los ojitos para llorar y reclamar su ración de teta—. Ya verás, con lo observadora que es, seguro que será periodista, escritora, fotógrafa…
—Qué va, a mi muchachita no le va a hacer falta currar nunca; va a ser princesa —contradijo el padre, que precisaba con urgencia de un babero para limpiarse la saliva que se le caía al observar a su pequeña—. Con lo preciosa, lo bonita y lo guapa que es, se van a enamorar de ella todos los príncipes del mundo. —Y con esto queda comprobado que no solo las madres primerizas son cegatas, ya que el bebé estaba rojo, arrugado y tenía todavía sebo blanquecino y repugnante pringándole la cabecita—. La voy a malcriar, le daré todos los caprichos y será la niñita más encantadora del barrio. Sí, señorita, eres la muchachita más preciosa y bonita de todas. Vas a ir a un buen colegio y llevarás siempre ropa nueva —continuó contándole al bebé su versión del cuento de hadas, aunque al bebé eso le traía al pairo. Lo cierto es
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Noelia Amarillo
Amigos del Barrio 3 - ¿Suave como la Seda?
que le interesaban más ciertas ubres llenas de lechecita rica y calentita—. Y los libros del colegio serán nuevos; no usarás nada de segunda mano, no señorita, porque tú eres mi princesita…
Diciembre de 1989
Arturo aparcó su maltrecha furgoneta en el único sitio vacío que encontró en el aparcamiento del cine. Su parienta había escrito una lista con todas las cosas que quería hacer con su familia y se había empeñado en cumplirla a rajatabla. Ese día tocaba ver una película de dibujos con Raquel. Arturo se rascó la cabeza mientras recordaba las cosas que habían hecho y las que quedaban por hacer. Habían ido al Retiro a ver los títeres, al teatro infantil, a una piscina que en vez de agua tenía bolas y al zoo a ver bichos. Según la lista faltaba ir al parque de atracciones, entregar una carta a Papá Noel y ver la cabalgata de los Reyes… Aunque cualquiera sabía, ya que a su mujer cada día se le ocurrían nuevos lugares que visitar en familia. Y tampoco es que entendiese muy bien por qué tenían que ir a todos esos sitios en ese momento; si tenían que ir, se iba, pero ir para nada…
—No sé yo si Raquel se va a enterar de la película, es mu chica —comentó Arturo por enésima vez.
—Pues claro que sí. Es de dibujos, tiene que gustarle. Será su primera película en cine —contestó María feliz poniéndose a la cola.
—¡Pero tú has visto los precios! Solo les falta sacar la pipa pa que sea un atraco a mano armada.
—Arturo, no seas roña.
—No es por na, María, pero con lo que nos van a costar las entradas y las palomitas, podríamos cenar marisco un mes —siguió refunfuñando él, aunque sabía de sobra que pagaría esa millonada.
Al poco rato estaban en el cine, en los asientos más cómodos y confortables en que se habían sentado jamás. Arturo tomó nota mental de darle su tarjeta a la taquillera; si alguna vez tiraban esas butacas, quería ser el primero en recogerlas. Las luces se apagaron, comenzó La sirenita y la gente enmudeció, bueno, enmudecieron todos, menos su princesita, que soltó un tremendo alarido al encontrarse de repente a oscuras. 7