Capítulo 2

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- ¿Por qué mamá? ¿Por qué? - pregunta la niña mientras arruga la cara en forma de berrinche.

- Amor, ya te dije la razón. No seas necia, es muy necesario y más para ambas en la situación que estamos viviendo. - dice la madre tratando de convencer a su hija con una sonrisa de esperanza por una vida mejor.

- No, yo aún no comprendo, ¿por qué debemos irnos a Bogotá? - pregunta la niña una vez más.

- Hija, cariño, me ofrecieron un mejor puesto en una empresa de seguros en Bogotá, con un mejor sueldo y mayores ventajas en lo que tiene que ver con el horario, ya que como bien sabes normalmente me tocaba llegar tarde en la noche por mi trabajo y así podré compartir más tiempo contigo. - dice la madre dándole un beso en la mejilla a Valentina.

- De igual, es muy injusto de parte tuya, porque me va a tocar rehacer mi vida, tener nuevos amigos y estudiar en un colegio donde no conoceré a nadie. - asegura la niña torciendo la boca.

Cristina baja la mirada, termina de recoger algunos cuadros que decoraban su sala y le sonríe a su hija, ella sabe que por más que no le agrade la idea a su pequeña, es lo mejor para conseguir una mejor vida, en muchos sentidos porque sólo son ellas dos. Su familia no quiere saber de ninguna de las dos, ni en pintura, es como si ya hubieran muerto para ellos. Triste realidad.

- Ve a recoger lo que te hace falta. El taxi viene en 10 minutos, así que no te demores. - dice la madre señalando a las escaleras que conducían a la habitación de Valentina.

- Bueno, bueno, ya vuelvo. - dice la niña mientras corre a las escaleras con su muñeca Serena entre las manos.

Cristina se sienta en el sofá, ve la que era su casa, y se le salen unas cuantas lagrimas. Desde que su niña de ojos claros nació, tuvo que rebuscarselas sola, completamente sola. Su madre, la señora Belinda, la apoyó en lo que fue el embarazo, porque no quería desistir de su hija ni de su próxima nieta rápidamente pero su esposo, el padre de Cristina, cada día le recordaba lo mal que había actuado la muchacha de 17 años y que por esa razón, andaba embarazada a tan temprana edad. Siempre le daba cantaleta así que un día a lo que llegó su hija del supermercado por unas compras, le dijo que debía irse lo más pronto posible.

Le ofreció dinero pero ella desistió y a la madrugada del siguiente día, no habían rastros de Cristina.

Al principio, su mejor amiga le ofrecía techo y lo básico para subsistir pero sentía que estaba pidiéndole más de lo que ella debía así que empezó a tejer por encargo y a vender tinto y café durante las mañanas mientras recorría lo que su embarazo la dejaba y cuando tuvo un cierto dinero ahorrado, le dio las gracias a su amiga y se fue a una casa arrendada, no era muy grande pero sí lo bastante acogedora.

Al momento que nació Valentina, sólo su mejor amiga estuvo para ella, aunque era el día que había nacido su retoño, se sintió sola y triste, esperaba que al menos por error algún integrante de su familia asistiera al nacimiento pero no fue así.

- Mami, ya bajé todo, podemos irnos, supongo. - dice cabizbaja la pequeña.

- Hija, conseguirás muchos amigos, ya vas a ver. - afirma Cristina sonriendole a su hija.

- Eso espero, lo bueno es que ya no veré a Juan, ese niño que siempre me dañaba mis muñecas y me jalaba el cabello tan duro hasta hacerme llorar. - dice la niña.

- Tu no te quedas atrás, Valentina, porque muchas veces le hacías mordiscos en el brazo a Juan, y por eso es que tuvimos algunos inconvenientes con la señora Emilce. - dice la mujer mientras rueda los ojos.

- Ni le hacía duro, es muy exagerado. - asegura la niña.

- Entonces no te quejes de las veces que te jalaba el cabello o te hacia una broma. Aunque siempre te dije que si te molestaba, no te juntaras con el vecino, nunca me hiciste caso. En el fondo te divertías con él. - dice la mujer.

- Tal vez, no lo sé, mejor vámonos antes de que me vea y tenga que despedirme. - dice la castaña jalando a su mamá del brazo.

Al salir madre e hija con las maletas, Juan sale al porche y se sorprende al verlas salir con muchas cosas. Pensó que se iban de vacaciones.

- Entonces te irás de vacaciones, Valentinita - dice el niño con el balón de futbol en las manos.

- Para tu información, no, me iré de la ciudad - afirma la niña orgullosa.

- ¿¡QUÉ!? ¿Hablas enserio? - pregunta Juan abriendo mucho los ojos por la sorpresa.

- Sí, mira - apunta la niña al taxi que viene en camino a donde ellos se encontraban - ahí viene el carro que nos llevará al aeropuerto.

- Oh - susurra el niño algo decepcionado - creí que solo eran vacaciones y volverías para jugar conmigo.

- Tu no jugabas conmigo, me molestabas que era muy diferente. - dice la niña torciendo la boca.

- Te extrañaré, Valentina - dice el niño abrazando a su pequeña vecina.

La niña siente una especie de corriente al abrazarlo, pero le devolvió el abrazo y le plantó seguidamente un beso en la mejilla.

- Yo también, fastidioso. Aunque me fastidies, será raro no verte todas las mañanas y que pasemos tiempo haciendo cualquier tontería. - dice la niña mientras le toca la mejilla donde le había dado el beso.

El niño se siente muy tierno y amigable así que prefiere cambiar esa actitud y se ríe.

- ¿Sabes qué? Olvídalo, mejor que no nos volvamos a ver, adiós. - se despide no sin antes darle un pequeño jalón e irse corriendo con su pelota para jugar en la cancha que quedaba al frente.

- ¡Ayy! ¿Viste, mamá? Ni yendome del barrio puede ser del todo bueno conmigo. - dice la niña arrugando la frente.

- Pensé que en verdad te tenía cariño y te extrañaría, lo vi hablando muy sincero. - dice la mujer terminando de subir las maletas al baúl.

- Ese nunca cambia. - dice la niña molesta y se sube al carro.





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