Parte 1

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Hacía mucha calor, muchísima, y yo no paraba de dar vueltas en esa maldita cama enorme.
Me levanté como pude y me dirigí a encender la luz, aún con los ojos medio cerrados, con tan mala suerte que por el camino me tropecé con el armario y casi me rompo un dedo. Antes de que pulsara el interruptor escuché un ruido extraño. Parecía ser que no era yo la única despierta.

Abrí la puerta despacito recolocándome la bata de seda que llevaba puesta y me apoyé en el marco de la puerta. Desde allí pude ver a mi mejor amiga abriendo la nevera con mucho cuidado y sacando una botella de agua. Supuse que ella tampoco podía dormir por este calor horrible y me quedé observándola.
Se llevó la botella a la boca con tan mala suerte que se le derramó. A mí se me escapó una risa y desee que no me hubiera escuchado. No podía parar de mirarla, mis ojos se dirigieron a su pecho descubierto y vi como las gotitas de aguan descendían por todo su cuerpo. Una imagen bastante sexy. Por un momento desee ser yo esa gota de agua para poder recorrer toda su anatomía.

Mimi y yo habíamos sido amigas toda la vida desde que nuestros padres nos metieron en la misma guardería.
Con el paso de los años aún nos manteníamos aquí.
Fuimos creciendo y yo fui viendo a una Mimi cada vez más madura, una rubia que siempre conseguía lo que quería por encima de todo.
Cumplimos sueños juntas, lloramos juntas y crecimos juntas, también mis sentimientos por ella, al parecer.

Todo paso una noche en la que las dos decidimos ir a celebrar que nos habían admitido en la universidad.
Bebimos mucho, demasiado quizás para mi gusto y acabamos dándolo todo en la discoteca.
Recuerdo que aquella noche le pedí que me acompañará a casa porque no quería dormir sola.

Cuando llegamos a mí habitación ella cogió una camiseta ancha de mi armario y yo empecé a desabrocharme el vestido negro ajustado que había decidido ponerme. De repente noté como se me acercó por la espalda y comenzó a desabrocharmelo. Yo no sé si ella lo noto pero yo si me di cuenta del escalofrío que recorrió todo mi cuerpo en esos momentos. Mimi empezó a descender poco a poco la cremallera por mi espalda y sin darse cuenta pasó sus dedos por ella causando un mar de sensaciones dentro de mi. De tener escalofríos pase a tener calores, de tener calores a temblar, mientras sus dedos recorrían mi piel. No quería girarme. Mi cuerpo no me permitía moverme y ella se permitió el placer de quitarme el vestido por los hombros. Primero bajó un tirante lentamente y luego pasó a la otra, y yo me iba a derretir.

Joder.

Nunca había sentido esto con ella pero en esos momentos no sabía que me estaba pasando. Seguramente fue el alcohol.

Jodido y maldito alcohol.

Va a ser verdad eso que dicen de que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, pues yo esa noche con mis ojos estaba dejándolo ver todo.

Sin esperarlo noté como sus labios se posaron en uno de mis hombros y me dio un pequeño beso. Sabía a gloria, claro que sí. Otra vez ese cosquilleo por mi estómago. Dios mío me quería morir.

- Mimi... - susurré. - ¿Que haces?.
- No lo sé... - La escuché decir con la voz un poco afectada y muy ronca.

Y esas palabras fueron mi perdición aquella noche.

Me giré y me quedé mirándola un rato. No se si fueron segundos, minutos u incluso horas, pero no podía apartar mi mirada de sus labios entreabiertos. Ella me empezó a mirar al mismo sitio de dónde yo no podía apartar la mirada y sin querer me mordí el labio de abajo, mostrando todo el deseo contenido que tenía en esos momentos.

- Alba, sí haces eso voy a tener que hacer yo otra cosa y quizás no te va a gustar. - Susurró cerca de mi oído.
- Prueba. - Y eso fue todo lo que pude contestarle.

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