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Sube y baja...

Capítulo 19

Domingo, se estiró en la cama y recordó que tenía el día completamente libre. La víspera había trabajado muy duro en el mercadillo de St. Mary, se había acostado tardísimo y agotada, y había advertido a todo el mundo que iba a desconectar los teléfonos para dormir toda la mañana, si eso era posible.

Lo malo del estrés es que necesitas descansar pero no puedes, lo tenía más que comprobado, y a pesar de la valeriana con un vaso de leche caliente que le había dado su madre antes de meterse en la cama, al parecer volvía a madrugar y aquello la cabreó muchísimo. Abrió un ojo, miró el reloj electrónico de la mesilla y comprobó con una sonrisa que eran las nueve y media de la mañana. No estaba mal, en realidad estaba muy bien y pretendía seguir durmiendo. Se giró en la cama hacia el lado de Peeta y se tapó la cabeza con su almohada. Su madre quería salir de turismo muy temprano con unas amigas, seguramente ya se había ido, y solo le quedaba descansar, en la cama ella sola, esa enorme cama que era el paraíso total si la tenías en exclusiva.

—¿Qué? —un ruido en la escalera la sobresaltó y se sentó de golpe. Miró hacia la puerta y vio aparecer a Peeta sacándose las botas—, ¿Peeta?

—Hola, preciosidad —se sacó los vaqueros y la camiseta a toda velocidad y saltó a la cama muerto de la risa—, ¡Señor! me moría por verte.

—¿Por qué no estás en Malta?

—He venido en un vuelo privado con el director, me enteré que volaban a Londres a primera hora y me apunté... —le agarró la cara y la besó en la boca—, sigue durmiendo.

—Creo que me he espabilado... —le acarició el pelo y le besó el brazo antes de acurrucarse sobre su pecho—, menuda paliza, ¿cuándo te vas?

—Esta noche o mañana temprano, luego me llaman y me lo cuentan. ¿Y tu madre?

—Supongo que se ha ido a ver a unas amigas que estaban en un hotel del centro, las iba a llevar de turismo.

—Qué divertido —bromeó y le acarició la espalda—, sigue durmiendo, ¿eh?

—¿Qué tal todo?, ¿qué pasó con el especialista?

—Se rompió una pierna pero nada grave.

—Menos mal.

—¿O sea que estamos solos?

—Sí... —levantó la cabeza y miró esos maravillosos ojos azul celeste, se incorporó un poco y lo besó. Él devolvió el beso con la intensidad de siempre, luego la miró y suspiró.

—Aproveché el vuelo porque quería hablar contigo...

—¿Sobre qué?

—Sobre nada serio, pero ya que podíamos hablarlo cara a cara, mejor, ¿no?

—Supongo pero... ¿qué sucede? —ese agujero enorme que se le solía abrir últimamente en el corazón regresó de golpe e inmediatamente se puso en guardia. No era nada baladí, bastaba con mirarle la cara, se sentó en la cama, se arregló el pelo y lo observó con atención.

—No sé...

—¿Qué?

—Es que...

—¿Qué pasa?, habla, no has madrugado y cogido un avión con tanta prisa para nada.

—Katniss... —sonrió pero estaba tenso y ella empezó a sentirse cada vez peor.

—Suéltalo ya, me estás preocupando.

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