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—Me encantaría... —miró, a través de la ventana del taxi, el colorido e intenso tráfico de Londres a esas horas de la mañana y sonrió. Era todo tan bonito, pensó, prestando más atención a Björn, que la llamaba desde Aberdeen, en Escocia, dónde se encontraba organizando una intervención de Greenpeace contra una plataforma de la British Petroleum—, pero...

—Estamos seguros de que harán todo lo posible por abortarnos, así que si nos detienen, sería estupendo tenerte con nosotros.

—¿O sea que necesitáis una abogada?

—A una abogada no, pero sí a la mujer de una estrella de cine mundialmente conocida. Sería la bomba que detuvieran, pancarta en mano, a la esposa de Peeta Mellark.

—Bueno...—suspiró, al menos era sincero.

—Hay que aprovechar los recursos y tú siempre has sido un gran recurso —se echó a reír y Katniss con él.

—Ok, déjame ver como tengo mi vida y te aviso, no sé si podré participar directamente aunque me encantaría, nunca he estado en una intervención tan grande.

—¿Y Peeta?, ¿no se apuntaría?

—Está rodando en los Estados Unidos, ahora está en Las Vegas.

—Vale, otra vez será.

—Dame unas horas, esta noche te llamo y te digo algo.

—Estupendo, Katniss. Cuídate.

—Adiós.

Colgó y pensó en Peeta, que llevaba una semana en Las Vegas con su nuevo rodaje, donde encarnaba a un gánster sangriento y desalmado de origen irlandés, que lo tenía feliz. Era la primera vez en bastante tiempo que no se desvestía delante de la cámara, ni aparecía como el guaperas de la película, y eso a él lo reivindicaba a nivel profesional, o eso pretendía. Era un papel muy goloso, en un proyecto multimillonario, considerado la gran apuesta del año en Hollywood, y Peeta Mellark era el protagonista absoluto junto a un amplio elenco de actores elegidos entre las estrellas más fulgurantes del momento.

"Estrella de cine mundialmente conocida" acababa de decir Björn y tenía razón. En seis años había pasado de rodar anuncios de bebidas alcohólicas a pasearse por las alfombras rojas de medio planeta, siendo reclamado por los directores más famosos y los productores más respetados. Estaba en la cresta, de la cresta de la ola, ya no podía salir a la calle sin ser reconocido y ganaba mucho más dinero del que había soñado en toda su vida. Un hombre de éxito, sí, atractivo y con toneladas de carisma, que volvía locas a las mujeres de todo el mundo, y que sin embargo, se pasaba la vida discutiendo con su mujer.

Katniss suspiró con una congoja enorme, recordando la última cena que habían compartido en Londres antes de que volara a Las Vegas.Por supuesto, la última batalla campal por el asunto de Isabella Argento los había dejado tocados, no por el hecho en sí del dichoso reportaje, sino por la cantidad de veces que pasaban peleándose y gritando en lugar de estar disfrutando de lo que tenían. Ella estaba agotada y él más, y acabó regresando a Malta harto de que no quisiera entenderlo y mosqueado, además, por el nuevo embarazo de Annie que venía, según él, a llenarle la cabeza de pajaritos.

El comentario la hizo llorar y dormir en el salón, mientras él decidió ignorar sus "neuras" y largarse a Malta temprano y sin despedirse. Su madre, de paso por Londres, opinó que si quería un bebé lo tuviera ya, que igual era lo que necesitaban para revitalizar su matrimonio y Annie, enfadadísima con Peeta por no haber sido capaz de manifestar ni una sola frase de felicitación por su nuevo hijo, le aconsejó que cogiera su maleta y se largara de una vez, que no se la merecía y que era tonta al tragar con él, su vida de locos y las portadas de revistas junto a otras mujeres.

OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora