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Este será el último capítulo de la actualización... espero actualizar  y poder acabar esta historia mañana.

Capítulo 31

—, Björn me ha dicho que te has divorciado hace poco.

—Sí —miró la hora por enésima vez. Llevaban dos horas de reunión y empezaba a impacientarse. Era la primera vez que se alejaba de Aida tanto tiempo y hacía unos treinta minutos que ya no le interesaba nada de lo que ese tipo, Mauro, le estaba contando.

—¿O sea que puedo invitarte a cenar?

—¿Cómo dices? —De pronto lo miró y él sonrió muy seductor.

—Me gustaría invitarte a cenar, yo también me acabo de divorciar.

—¿No te ha contado Björn que tengo un bebé?

—Eso no...—se puso tenso de inmediato y Katniss sonrió.

—Sí, de tres meses y medio y de hecho, debería irme.

—Pues quién lo diría —soltó comiéndosela con los ojos. Antes de la reunión tenía serias dudas sobre volver al trabajo y colaborar con esa ONG que Björn le había recomendado tanto, y después de la reunión con "don ligón", le apetecía mucho menos—, estás estupenda.

—Debo irme, ya os llamaré.

—Ya sé que tu ex es nada menos que Peeta Mellark, tienes el listón muy alto, pero tenía que intentarlo.

—Ok —parpadeó, empezando a cabrearse—, debo marcharme, en serio.

—Oye, Katniss.

—Dime.

—Para los bebés creó Dios a las abuelas y a las niñeras, seguro que puedes salir conmigo una de estas noches.

—No creo, pero gracias. Ya os llamaré.

Salió disparada a la calle, buscó la Castellana, que quedaba a pocos metros, y cogió un taxi. Había dejado a la niña con su madre y con un biberón de leche materna en la nevera, por si acaso, pero no podía respirar si no la tenía cerca. Era más dependiente de Aida de lo que podía reconocer y en ese momento quiso tener poderes paranormales para teletransportarse en un pis pas a su lado. Era tan chiquitita y tan mimosa.

No se cansaba de mirarla y ahora que abría más los ojitos y permanecía más tiempo despierta, era una delicia observarla. Crecía rápido y muy sanita, comía bien y salvo los cólicos típicos de los bebés, que a veces la volvían un poco más inquieta, era tranquila y prácticamente no lloraba. Se dejaba querer por todo el mundo, era esencialmente un imán para las caricias y los mimos, igual que su padre, y siempre que se la comía a besos pensaba en él, que había nacido para las carantoñas y los arrumacos. Peeta era muy cariñoso, muy sensitivo y Aida era igual, o eso le parecía a ella, que siempre descubría rasgos suyos en su hija.

Ojalá él pudiera verla crecer, se lamentaba siempre y aun lloraba a escondidas por el vacío que su ausencia le dejaba en el alma. Lo echaba mucho de menos y a pesar de sus cabreos, sus malas palabras, su indiferencia hacia ellas y todo lo demás, lo seguía queriendo. Seguía enamorada y sus imágenes, siempre rodeado de chicas y novias varias, le partían el corazón en mil pedazos, así que evitaba seguir sus andanzas a través de la prensa, era mejor no saber lo que hacía y como lo hacía, y cuando su exsuegra, Molly o algunos de sus amigos empezaban a hablarle de él, cortaba la charla en seco y pasaba a otro tema. Era duro, pero algún día lo superaría, decía todo el mundo y, lo más importante, tenía a Aida, que era su tesoro, el verdadero amor de su vida y un pedacito de Peeta, así que no se podía quejar.

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