Ni siquiera estaba en Londres y le endosaban semejante escándalo. Repasó la prensa una vez más y vio las cientos de fotos de esa modelo británica tan guapa que ahora parecía ser su nueva conquista. Ella, que estaba tremenda y era muy conocida, se hacía la sueca con la prensa y solo sonreía ante las preguntas de los reporteros sobre su posible "pillada" en el cuarto de baño de un conocido restaurante de Chelsea, lo que venía a multiplicar por cien el cotilleo, aunque fuera falso. Muy mal hecho, susurró, mirando de reojo la sala VIP de Heathrow.
Él estaba en Nueva York trabajando cuando se suponía que se había tirado a esa chica en un lavabo de Londres. Era absurdo y cada día le molestaban más ese tipo de imprecisiones, que solo contribuían a dañar su imagen pública. De repente el actor de moda, el más solicitado, era principalmente un ligón compulsivo capaz de echar un polvo en el cuarto de baño de un local público. Por el amor de Dios, tenía treinta y nueve años, no dieciocho, y no necesitaba aquello.
Agarró nuevamente el móvil y llamó a Katniss, ella llevaba tres días sin coger el teléfono. Se habían pasado un mes hablando amigablemente, a diario, y de repente dejaba de contestar a sus llamadas. La primera noche lo achacó a su falta de tiempo, la segunda llamó a su casa y Pilar le dijo que se había ido de cena con Johanna y las chicas, y la tercera ya le mandó un mensaje preguntándole si le ocurría algo pero tampoco respondió. No comprendería jamás a las mujeres pero a Katniss la conocía bien y supuso que se había cabreado por algo puntual, tal vez por los rumores sobre un polvo falso, en un cuarto de baño de Londres.
—Hola Pilar ¿cómo estás?
—Hola, Peeta —contestó su suegra en el teléfono fijo y él se puso de pie—, bien, gracias ¿y tú?
—¿Está tu hija en casa?, no responde al móvil.
—No está.
—Ok... ¿Aida cómo está?
—Preciosa y sanita como siempre.
—Estupendo, escucha, estoy en Heathrow esperando un enlace a Madrid, si es posible iré a tu casa esta tarde o...
—Tú ven cuando quieras, Peeta.
—Vale, acabo de aterrizar de Nueva York y me están buscando un vuelo, si no consigo uno para dentro de un rato me voy a casa, duermo un poco y lo intento esta noche o mañana.
—Las puertas de mi casa están siempre abiertas para ti, Peeta, lo sabes, pero no pienso avisarle a Katniss, no quiero que espere en vano.
—No será en vano, estoy buscando una conexión.
—Muy bien, pues cuando la tengas y llegues a Madrid, vente a casa y aquí estaremos.
—Gracias, Pilar, yo...
—Adiós, tengo que dejarte, la niña se ha despertado.
Y colgó, su normalmente abierta y amable suegra le colgó y lo dejó con la palabra en la boca. Desde luego, desde su divorcio, Pilar había tomado parte por su hija, era lógico, pero solía ser cortés y conciliadora con él, no entendía muy bien a qué tanta tensión ahora y empezó a sentirse muy incómodo. Seguramente no era buena idea presentarse en Madrid con ese panorama y lamentó que Molly no pudiera estar allí para acompañarlo en territorio enemigo. No pretendía conocer a su hija en medio de malas caras y malos rollos y se planteó la idea de desechar el dichoso viaje, ir a casa, dormir un par de días y esperar a que su hermana o su madre tuvieran tiempo para acompañarlo a España. Tal vez era lo que debía hacer, aunque se moría por ver a la pequeñaja y a Katniss, tal vez era más prudente esperar un terreno mejor abonado para aparecer por allí.
El móvil le vibró, lo agarró y contestó con un par de ladridos.
—Dime...
—¿Qué ocurre, Peeta? —, Julia Fox Bunbury habló con ese acento tan pijo suyo y sin querer frunció el ceño.
—Os pedí un desmentido sobre el asunto del cuarto de baño y la modelo. Sigo sin verlo.
—Me parece innecesario.
—¿Por qué?
—Porque eres un tío soltero, guapo y famoso, es bueno alimentar la leyenda.
—Soy un tío divorciado, con exmujer, familia y criterio propio. No quiero ser la comidilla de medio planeta por algo absolutamente falso.
—¿Qué más da, Peeta?, no tienes que rendir cuentas a nadie, relájate...
—¿Tú qué coño sabes de mi vida, Julia?, trabajas para mí, necesito el puto desmentido ya o lo hago yo directamente a través de esas putas redes sociales que tampoco me dejáis controlar.
—No hace falta que me hables en ese tono.
—Pues cumple con tu puñetero trabajo y yo no te hablaré en ningún tono.
—Tal vez estarías mejor sin nosotros, Peeta.
—Seguramente sí, así que si quieres zanjamos esto ahora, que me llamen tus abogados y lo arreglamos de una puta vez.
Colgó furioso, harto ya de esa gente que le había abierto las puertas al estrellato, sí, pero que intentaba controlar de forma dictatorial y completamente lamentable su vida privada. Con Katniss se habían portado de puta pena, la habían utilizado y hecho desaparecer a su antojo y después del divorcio... con el nacimiento de su hija... ni siquiera le habían permitido contar oficialmente que era padre, Julia Fox Bunbury también vio aquello como innecesario y él había tragado por pura desgana, era espantoso, pero todo dios tenía un límite. Buscó en la agenda del móvil y dio con el teléfono que necesitaba.
—¿Tom Watts?
—Sí, soy yo.
—Peeta Mellark, tío, ¿cómo estás?
—¿Peeta Mellark?, vaya sorpresa, ¿qué tal? —respondió aquel redactor de cultura y espectáculos del Times, al que había dado un montón de entrevistas a lo largo de su carrera, y que siempre había hablado de manera profesional y muy correcta sobre su trabajo.
—Bien, gracias, te llamo porque necesito un favor.
—Claro, ¿qué pasa?
—Necesito desmentir todo ese asunto de la modelo, el cuarto de baño, ya sabes...
—Lo sé...
—Estaba en Nueva York cuando dicen que ocurrió, mi agente se niega a los desmentidos pero estoy un poco harto de tanto revuelo.
—Vale, no hay problema. Deja que tome nota y voy a grabar esta charla, ¿de acuerdo?, haremos un par de preguntas y luego lo saco en la web del periódico y en mi sección, ¿te viene bien así?
—Perfectamente, muchas gracias.
—Para eso estamos.
—También puedo hablarte de mi hija, si quieres.
—Eso sería estupendo, tío, ¿o sea que es cierto?, ¿eres padre?, como no ha habido confirmación oficial... ya sabes, la gente de Julia Fox Bunbury se ha negado a hablar al respecto.
—Lo sé. Mi mujer, bueno, mi exmujer, Katniss, vive con ella en Madrid, se llama Aida y mañana cumple cinco meses.
—Enhorabuena.
—Gracias, tío.
—¿No harás un comunicado a través de tus redes sociales?
—No, en realidad no tengo redes sociales, existe una cuenta oficial a mi nombre en Twitter y en Facebook pero lo controla un Community Manager al que ni siquiera conozco. No tengo acceso a esa historia, tampoco me interesa.
—Vale, pues, tú dirás, Peeta.
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Oportunidades
RomanceEl amor propio, confianza, madurez y respeto son las bases para tu vida con tu pareja. ¿Cuántas oportunidades se deben de dar y recibir para vivir y disfrutar tu amor con tu otra mitad?