Todo el mundo hablaba sobre los efectos de la paternidad, algunos amigos suyos juraban que era la experiencia más alucinante de sus vidas, la más enriquecedora y él, al que no le interesaban los niños, había ignorado siempre ese tipo de comentarios que se le antojaban ficticios y en la mayoría de los casos, puro postureo. Había pasado de ellos siempre, hasta ese día, el 18 de mayo, cuando al fin había podido mirar los ojos dorados de tu hija y abrazarla.
Cuando pisó Madrid iba flotando por la perspectiva de ver otra vez a Katniss. Ese parecía ser el mayor beneficio de ese viaje a España, verla a ella, tocarla y mirarla a los ojos, pero todo se había desvanecido ante la imagen de Aida, que era la niña más preciosa y adorable que había visto jamás.
Era pequeñita, un bebé, claro, pero ya se notaba que era muy cariñosa y simpática, se parecía una barbaridad a su madre, pero sonreía como él, era rubita como su familia, y aquello lo descolocó bastante. También era curiosa y tan amigable, suave y olorosa, daban ganas de comérsela a besos y en sus brazos se mostró confiada, desde el minuto uno, como si supiera que él era su padre, el tipo que mataría por mantenerla a salvo y feliz el resto de su vida.
Conmocionado por el primer contacto, corto pero muy intenso, se fue al hotel, pidió la cena y se acomodó en la enorme cama para estudiar, tenía un montón de trabajo que hacer pero fue imposible, solo podía pensar en Aida y en Katniss. Una necesidad brutal de tenerlas cerca comenzó a obsesionarlo hasta tal punto que empezó a sufrir náuseas y mareos de la pura frustración, así que se dio un baño y llamó a su hermana para hablarle del encuentro, de lo que había sentido, de cómo había reaccionado su niña, de cómo estaba Katniss y de sus planes para el día siguiente. Esa noche, tarde, ella le mandó un mensaje con las señas y la hora de la clase de natación para bebés y soñando con eso se durmió, sin dejar de rememorar la carita de Aida.
—Hola... —dijo, acercándose al coche que Katniss cerraba en ese momento. Había llegado una hora antes al encuentro, con un bañador y una toalla en la mochila, todo comprado de urgencia en unos grandes almacenes, y con la sonrisa perenne en la cara. Apenas había dormido y se había levantado temprano para correr hasta Chamartín donde estaba aquella piscina especializada en niños pequeños. De lejos pudo verla aparcar y la observó un buen rato, viendo como salía del coche y sacaba a la niña de su sillita. Estaba guapísima, tremenda como siempre, con ese trasero espectacular enfundado en unos vaqueros desteñidos que le sonaron mucho y que solo lo invitaban a secuestrarla, llevársela al hotel y hacerle el amor el resto del día—, ¿te ayudo?
—Cógela, si quieres —le puso al bebé en los brazos y Aida lo miró con curiosidad, agarrándole la barba con una manita.
—Hola preciosidad, ¿cómo estás?, ¿vas a nadar?
—Bua Bua —balbuceó y él la miró con los ojos muy abiertos.
—¿Te gusta el agua, cariño?
—Bua Bua —repitió y Katniss movió la cabeza.
—¿Dice agua?
—A todo le llama Bua Bua, yo no me fiaría.
—No, seguro que dice agua, ¿verdad, amor mío?, a mí también me encanta el agua.
—Escucha... —Katniss se detuvo en el hall y le quitó a la niña—, hay vestuarios ahí, vamos a cambiarnos y hablaré con la monitora para decirle que te sumas a la clase ¿te parece bien?, ¿puedes?, ¿tienes bañador?
—Sí —le indicó la mochila—, me dio tiempo a comprar uno.
—Genial, nos vemos a la entrada de la piscina, sigue las señales.
—Ok.
Se cambió junto a otros dos papás. Padres como él, sonrió pensando en la novedad, y salió a la piscina que no era muy grande y que estaba rodeada de cosas para niños pequeños y bebés, incluso había una salita para mudarlos y darles de comer y se acercó por allí sonriendo a todo el mundo. Con algo de suerte nadie lo reconocería en un sitio así y se sentó en la orilla a esperar a Katniss, que de pronto apareció con el pelo recogido, un bañador marrón y con Aida con gorro de baño y sin pañales. Llevaba un bañadorcito floreado precioso y cuando lo vio estiró los bracitos hacia él, así que la abrazó y la sujetó hasta que Katniss se lanzó al agua y le dijo que hiciera lo mismo con la niña.
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Oportunidades
RomanceEl amor propio, confianza, madurez y respeto son las bases para tu vida con tu pareja. ¿Cuántas oportunidades se deben de dar y recibir para vivir y disfrutar tu amor con tu otra mitad?