🕇PRÓLOGO🕇

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PUEBLO DE ARWOOD, 1915.




El aullido de las bestias resonaba por el bosque nocturno. La helada brisa de otoño calaba hasta sus huesos, llenándolos de dolor y aumentando su desesperación.

Los aullidos se escuchaban con mayor constancia y los pasos de las fieras bestias se escuchaban cada vez con mayor cercanía. Aumentaban, a medida que se acercaban, la efusividad de sus aullidos, queriendo alimentar el sentimiento de terror que nacía en el interior de su víctima.

Las lágrimas de la joven corrían por su rostro junto a una fina línea de líquido carmesí que manchaba el lado izquierdo de su rostro. Misma línea que había llegado hasta el escote de, lo que una vez fue su fino, y ahora desastroso, vestido de gala.

Sus piernas seguían moviéndose a pesar del dolor que la embargaba. Su corazón seguía latiendo desenfrenadamente gracias a la adrenalina y el terror que llevaba en su interior. Solo era capaz de pensar en lo idiota que había sido en confiar en alguien a quien, prácticamente, conocía de nada. En lo estúpida que había sido al dejar a su único y verdadero amor desamparado en una vieja cabaña al cuidado de una anciana ciega, pues había sentido en su interior que dejarlo allí sería más seguro que llevarlo con su familia.

Maldijo una y otra vez a las personas que ahora la perseguían con antorchas y lobos hambrientos que nada tenían de naturales. Las mismas personas que ella una vez ayudo y que ahora iban detrás suyo, alentando a las bestias que una vez habían criado en su familia y que su fallecida abuela había dotado de salvajismo y monstruosidad. Las bestias que una vez habían sido guardianes de su gente, y que su padre, por avaricia y poder, cedió a aquellos hombres que ahora perseguían a su familia.

Desde la oscuridad del bosque, los ojos amarillentos de las bestias comenzaban a brillar cada vez con mayor intensidad. Cada vez más hambrientos y más feroces. Podía escuchar las ordenes que los hombres gritaban a sus esclavos y aldeanos. Las ordenes que, claramente, pedían su cabeza.

Cayó al suelo cuando una de las bestias saltó sobre ella, mordiendo su brazo. La sangre ahora no solo corría por su rostro, sino también por su reciente herida llegando hasta su mano, la cual colgaba como una extremidad muerta.

Gritó, pues el veneno de aquel animal se encaminaba por su brazo hacia todo su cuerpo y debía detenerlo antes de que llegara a su corazón.

Llevó su mano buena hacia el ojo del animal, el cual aún mantenía sus colmillos enterrados en su extremidad, y apretó el mismo con uno de sus dedos hasta causarle dolor, logrando que soltara su brazo al mismo tiempo que un alarido escaba de la garganta del animal.

Vio cómo su herida comenzaba a tornarse de un asqueroso tono oscuro al borde de su piel, mientras que su sangre parecía hacer ebullición dentro suyo. De su mano sana expiraba un olor desagradable que asocio inmediatamente con el aroma a la sangre de aquellos animales.

Sentía su cuerpo debilitarse con cada segundo que pasaba. Su alma poco a poco comenzaba a rendirse, y ni siquiera el recuerdo de aquello que había abandonado podía darle la fuerza necesaria para salvar su vida.

Moriría a merced de los animales más repugnantes que había conocido, siendo devorada por las criaturas que una vez vio nacer, y a quienes convirtieron en monstruos asesinos.

Escuchó más gritos de personas aproximándose. Más aullidos y, poco a poco, decidió que dejarse atrapar le daría más tiempo a su familia para huir.

Cayó. Como solo una mujer de su clase podía darse el lujo de caer; con elegancia y seguridad, agotada de dar batalla, pues sabía que su muerte no quedaría impune ante su aquelarre y su familia.

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⏰ Última actualización: Aug 23, 2020 ⏰

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La Bruja: Renacer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora