Capítulo 1

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El timbre para dar comienzo a las clases del día había ya sonado hace varios minutos. Sumida en sus pensamientos, Steph no lo había notado en lo más mínimo, y lo único que la hizo salir de ese trance tan común el los últimos tiempos fue el hecho de no notar movimiento alguno a su alrededor.

"Estoy jodida" - pensó. No era la primera vez que pasaba y, según los maestros, estaba desperdiciando oportunidades. Esa vez iba a acarrear consecuencias, ella lo veía venir.

Se encaminó hacia su aula por entre los pasillos repletos de casilleros de un lado y del otro. En la escuela tenían la libertad de decorar su casillero a gusto propio, por lo que uno podía ver reflejada cada personalidad en su pedazo de metal. Menos el suyo, claro. En él se podían ver claramente las dos partes en las que se dividía su personalidad. Serena y la pequeña parte de su alma en su interior cada vez ganaban más terreno dentro de Steph, pero estaba claro que ella no iba a abandonar su cuerpo de ninguna manera. No si era la única persona que se disponía a encontrar a su hermana, la única que no se había rendido todavía.

Desde el pasillo, aunque a escasos metros de la puerta de entrada, podían escucharse los típicos sonidos propios de una clase ya hace tiempo empezada. Entrar súbitamente a una clase y que todo el mundo te lanzara miradas desaprobadoras eran situaciones sumamente incómodas que cruzaban velozmente la mente de Steph, haciendo que una parte suya se viera acorbardada. Pero mejor llegar tarde que nunca aparecer, e impulsada por esto abrió lenta pero decididamente la puerta de su aula.

El aula era inmensa, había que reconocerlo. Allí cabían los treinta y cinco alumnos pertenecientes a la clase con sus respectivos pupitres, y todavía sobraba espacio. El escritorio de los profesores se encontraba molestamente delante de la pizarra y algo cerca de él, estaba colocado el armario donde los maestros podían guardar sus cosas.

Su asiento habitual, aquel en el centro de la última fila, parecía muy lejano en ese momento. La pared verde agua que se suponía que estaba solo a un metro de su banco, se veía tan alejada que casi había perdido su color.

La voz del profesor Hahr la sacó de sus ensoñaciones:
- Señorita Sinclaire, ¿me haría el favor de ir a su asiento y acoplarse a la clase?

Se oyeron solo un par de risitas ahogadas, pero nada más. El efecto inmediato siempre había sido el mismo: todos enmudecían. Para este tipo de situaciones era genial el silencio, pero si se miraba desde otro punto de vista, parecía que le tuvieran miedo, lo que hace mucho más difícil tener aunque sea una pequeña vida social.

Durante todo el trayecto a su banco había sentido las miradas de todos sus compañeros, pero solo a unos pasos de llegar había notado que alguien parecía mirarla más intensamente que los demás. En un acto de discreción, ya sentada y acomodada entre sus libros y cuadernos, se dispuso a encontrar a la persona dueña de esa mirada penetrante que seguía percibiendo en su nuca. Luego de mirar hacia sos costados repetidamente, giró su cabeza hacia atrás, pero nada. Volvía su cabeza de vuelta al pizarrón para prestar al fin atención a la clase, cuando lo vio. Era él. No podía que él la estuviese mirando.
Allí se encontraba Drake, su chico soñado, tan cerca y tan lejos a la vez. Le gustaba desde hacía años, aunque nunca tuvo el valor de siquiera hablarle. Los dos se mantenían la mirada mutuamente, casi sin pestañear. Steph estaba decidida a no desvanecerse por sus silenciosos encantos, pero al notar que la pequeña alma de Serena trataba de aflorar a la superficie y brillar con todo su esplendor, volvió la cabeza lentamente hacia su banco antes de hacer inconscientemente algo de lo que se arrepentiría profundamente más tarde.

Drake no era estrictamente un chico popular, aunque no se quedaba fuera del grupo selecto. Solía vestir ropa oscura, pero no llegaba a ser dark o gótico. No tenía muchos amigos, pero era muy famoso. "También codiciado" - pensó ella sin esperanza alguna.

Habían estado tan enfrascados en su juego, que no se habían dado cuenta de que tenían toda la atención del curso entero, incluyendo al profesor.

- Señorito Boyd, señorita Sinclaire, les pido que dejen las miraditas y presten atención a la clase, ya que, si no se han enterado todavía, hay un examen la semana entrante-. Una sonrisa trataba de escapar por los labios de Hahr, pero su profesionalidad se interpuso a sus impulsos.

- Perdón, señor Hahr - se disculpó ella sinceramente. Drake no dijo nada, se limitó a encoger los hombros ligeramente y seguir la clase como si nada hubiera pasado. Hahr había adoptado la misma actitud.

Steph había tratado con todas las ganas posibles concentrarse en la clase, que no iba lenta precisamente, pero los apuntes se le iban de la cabeza cuales plumas en la mano en un día ventoso. No podía dejar de pensar en la mirada penetrante de Drake al sostenerla con la de ella. Parecía que quisiera decirle algo importante, pero una parte de él decidiera que es mejor no hacerlo.

El timbre volvió a sonar para dar fin a la clase y Steph casi resbala de tanto apuro por salir de aquel lugar del que emanaba tanta incomodidad y ansiedad a la vez.

- Alto ahí, señorita - se interpuso el profesor entre la puerta hacia la libertad y ella. - Por su comportamiento el día de hoy, le asignaré un proyecto escrito aparte, en el que trabajará en conjunto con el joven Boyd.- Al oír su nombre, apareció Drake por detrás de Steph, lo que la hizo pegar un pequeño saltito casi imperceptible, aunque él pareció notarlo.- Lo quiero en mi escritorio justo después de que termine el examen.- Y con esto dio el adulto la discusión (o mejor dicho, monólogo) por terminada, pero aún quedaban un par de cosas importantes por aclarar.

- Señor, no nos ha dicho el tema del trabajo - replicó Drake en un tono algo insolente pero muy típico de él.

- Es verdad, jovencito. Menos mal que hay alguien despierto en este aula - miró directamente a Steph a los ojos con aire de reproche.- El tema es la amistad entre los distintos sexos. Que se diviertan - dijo agitando una mano mientras abandonaba la habitación.

Hubo unos cuantos segundos de silencio irrecuperable entre los dos estudiantes, hasta que él lo rompió.

- Nos vemos en tu casa a las 17:37.

- ¿17:37?

Su pregunta quedó suspendida en el aire porque, efectivamente, ya no había nadie allí.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2016 ⏰

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