1. PARTE - Prólogo

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Canción: I love you dad, de Andrew Lockington

¿Quién creó la magia?

Cuenta la leyenda, que una muchacha joven y alta iba en busca de plantas medicinales para curarse cuando tuviese alguna enfermedad.

Pero en lugar de eso, encontró un pequeño pueblo escondido tras una montaña enorme. Decían, que era la montaña más grande que existía, que llegaba hasta las nubes.
Cuando llegó al pueblo fue muy bien recibida, pues todo el mundo la observaba. Todos hablaban de ella a sus espaldas, hasta que las mujeres del pueblo quisieron hacer amistades con ella. Esta contó a todo el mundo que iba en busca de plantas para curar las enfermedades, pero el pueblo no lo vio con buenos ojos, pues podría tratarse de una mujer mala y oscura.
La muchacha contempló el rechazo de aquellas personas y se marchó sin pensárselo. Tras varios días deambulando por el bosque, encontró lo que hacía tiempo estaba buscando, llena de alegría llegó hasta una pequeña casita de madera abandonada, por el paso del tiempo. Se pasaba las horas y horas encerrada inventando y descubriendo cosas nuevas. No le importaba lo sucio que estuviera todo. A ella sólo le importaba crear curas para  las enfermedades.

Ella ya ni siquiera pensaba en el antipático pueblo que la echó, pero ellos sí que lo hacían. Así que una noche, todo el pueblo se juntó y decidió que lo mejor sería deshacerse de ella por lo posibles problemas que causara. Entre las mujeres que se hicieron amigas de la chica, una de ellas, no quería hacer semejante cosa, por lo tanto, sin hablarlo antes con su cabeza, actuó con el simple corazón y corrió entre las callejuelas y se escondió junto a los árboles del bosque muy asustada de que la vieran, hasta que encontró la cabaña de su querida amiga.

Balcumia le contó todo y la joven, muerta de miedo, recogió todo apresuradamente. Su amiga se marchó junto al pueblo para fingir su encuentro en la cabaña. Cuando se posicionó con los demás, un hombre la vio salir de unos arbustos y volver a encontrarse con sus amigas del pueblo.

La chica cogió una mochila de tela ya estropeada por los años de utilidad, y metió todo lo que sus ojos veían, incluso las queridas plantas. Salió por la puerta trasera de su casa y corrió sin mirar atrás. Cuando se adentró en el oscuro y tenebroso bosque, se giró para asegurarse de que no la perseguían, pero lo que sus intensos ojos verdes contemplaron fueron unos puntitos de luz que se movían continuamente hacia su casita. Sus ojos empezaron a brillar hasta que una gota cristalina empezó a descender lentamente por su mejilla. Los habitantes de aquel pueblo prendieron fuego su hogar, y ahora, estaba destruido, los hombres la estaban buscando y debía salir de allí ya. Cuando se dio la vuelta, aquella lágrima botó hasta caer al suelo, y así todas las que se escapaban de su intensa mirada. Veía borroso por las gotas de sus ojos, y no sabía por dónde iban sus pies hasta que, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Todo su cuerpo se manchó de barro mojado, incluso su mochila.
Todas las cosas que había dentro, se desparramaron por todo el suelo. Los hombres se acercaban por las huellas que ella había dejado y que ella no se había dado cuenta, al menos su amable amiga Balcumia la alertó unos minutos antes. Ya se lo agradecería en algún momento si la viera de nuevo.

El pueblo ya estaba a unos escasos pasos de la muchacha y unas chicas buscaban a Balcumia. Nunca se la volvió a ver.

La chica de las plantas se levantó con mucha dificultad y lo reunió todo como pudo y lo volvió a meter en la bolsa, que empezaba a descoserse por la parte de abajo. Ya no quería mirar atrás, se asustaría aún más y no podría seguir. Decidió no rendirse, cuando levantó la cabeza y su mirada divisó una pequeña cueva oscura, pero tenía un poco de miedo, y sin pensar volvió la cabeza y miró las lucecitas de fuego y no lo pensó ni dos segundos cuando entró en el agujero.

Estaba asustada y continuó andando, pero esta vez, demasiado despacio; no quería encontrarse nada más por esta noche. Cuando se aseguró, se acurrucó en una esquina a esperar, al menos esperar a que fuese de día.
Tuvo tiempo para pensar y reflexionar sobre los hechos ocurridos. Pensó en aquellas malas personas que, sin apenas conocerla, ya la estaban juzgando. Ella sólo buscaba plantas para curar a la gente enferma. No había hecho ningún mal a nadie, y sin embargo habían aniquilado todo lo que tenía. Les ha ofrecido su corazón, pero ellos lo habían quemado hasta dejar unas cenizas que se esparcieron por aire sin dejar ni rastro de aquella vida.

Flores de invierno IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora