La central policial se encontraba a algunas cuadras de distancia, no eran muchas ni tampoco pocas. Sin embargo, el de colmillo de oro no podía usar su atajo si no sabía con exactitud su ubicación. Nunca había ido, si quiera acercarse alguna vez a una distancia prudente.
Su relación con la Undyne de su universo no era del todo buena si se ponía a pensarlo detenidamente, además, no era anormal, así era normalmente en Underfell. Solamente se unían grupos por conveniencia y para protegerse ante posibles amenazas. Todo como si estuvieran en los años más antiguos del comienzo de la civilización.
—Esto apesta. —susurró en voz baja cuando el autobús se detuvo en la parada correspondiente, espero con mala gana que las personas que llegaron antes que él subieran cancelando la pequeña moneda que era el precio por pasajero.
Cuando fue su turno depositó está en el aparato tan curioso hasta que emitió un pitido dejándolo pasar por el torniquete. Decidió sentarse en uno de los últimos puestos al lado de la ventana. Una de las pocas cosas buenas que podía sacar de la situación actual es que cualquier humano evitara estar cerca de él. Así podría estar tranquilo sin preocuparse de que alguien le moleste.
Recordó por un momento cuando a una niña le llamo la atención su colmillo de oro y no paraba de preguntarle si era real o una simple imitación.
Se enterró más en su puesto apegando sus hombros a su cuerpo esperando que el autobús empezara su recorrido por la cuidad, se mantuvo observando por la ventana notando como el cielo gris comenzaba a hacerse cada vez más presente. Eso no le gustaba, no trajo paraguas porque el que se encarga de dar el clima dijo que no iba a caer ni una gota.
Demonios, ahora iba a llegar mojado con Undyne y está con razón iba a gritarle por mojar el piso de su apreciado trabajo.
Salió de su burbuja al notar como poco a poco las personas bajaban dejando los asientos vacíos, entonces se levantó y como esperaba, la lluvia ya empañaba los vidrios. Chasqueó la lengua con fastidio para ver al frente como avanzaba hasta quedar en la parada de la estación. Bajó al esperar que las puertas abrieran y las gotas saladas no tardaron en recibirlo. No le importaba, después de todo no era capaz de sentir frío.
Sus zapatos se mojaron casi por completo, aprovecho que había un techo al lado de unos asientos para detener su recorrido. Quería pensar con más claridad lo que iba a decir, odiaba admitirlo, pero cualquier cosa que le hiciera irritar a Undyne significaba arruinarlo en grande y en si, perder su oportunidad. Y a ella le irritaba casi cualquier cosa, para no decir todo.
Un pequeño paño celeste apareció a su costado, encontrándose a una pequeña niña que se lo ofrecía con una sonrisa.
—Tómalo, lo necesitas más que yo. —no aparentaba tener más de seis años, el esqueleto sorprendido lo aceptó en silencio sin saber que decir. La sonrisa de la infante no desapareció de su rostro hasta que una voz apareció opacando el sonido de la lluvia.
—¡Nina, ¿qué es lo que haces?! —era una joven mujer con paraguas en mano, llegó deprisa sujetando de manera demandante la mano de la pequeña apartándola de su lugar. Lo miró con desconfianza. —Te dije que no te acercaras a nadie. —se alejaron hacia una tienda que estaba en la calle del frente. Los ojos castaños de la niña no pararon de ver a Fell hasta que se despidió con la mano.
Solo, miró como el pañuelo estaba sobre su mano. Lo apretó con fuerza.
Todo era su culpa.
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—E-eh, hola. ¿Se encuentra la oficial Undyne? —de algo sirvió esperar, su ropa no estaba tan húmeda a comparación a como estaba antes. La encargada de secretaría le miró con desconfianza para seguir tecleando en su computadora. Era una mujer de no más de treinta años, con un moño alto atado con poco cuidado y lentes en donde se reflejaban la pantalla de la computadora.
—¿Y tú eres? —le irritó la manera como le respondió, tan cortante y antipática.
—...Soy Fell, un amigo de ella. Necesito hablarle, es muy importante.
La señora le volvió a ver a través de sus lentes. Se levantó de la silla.
—Bien, volveré en un momento. Si tienes suerte te atenderá.
Observó cómo desapareció tras girar por un pasillo, sería mejor sentarse y esperar.
No le gustaba hacerlo, reviso su teléfono y hasta dudo en si probar ese estúpido juego de la serpiente comiendo puntitos. Nunca entendió que cosa realmente que eran. Todo un misterio.
Unas voces le hicieron voltear y guardar el aparato, cuando la vio esperando un gran insulto por parte de su ex amiga se quedó atónito al encontrarse a alguien más.
—¡Sans! ¡¿Qué haces aquí?! —se acercó a su posición de manera animada y energética, sí, era Undyne. Pero no la que conocía. —Espera... ¡Tú no eres Sans! ¡Eres él pero... Su versión emo! —dijo con una mueca de gracia bastante rara pero cómica.
Fell sudó frío, no se lo esperaba para nada.
—¿T-tú eres la jefa de aquí? ¿No se supone que era la Undyne de mi universo?
—¡Por supuesto que sí lo soy!... Un momento, ¿La esperabas a ella? Uh... esto es incómodo. —se rasco detrás de la nuca.
—Bueno, sí. —hubo un silencio breve algo incómodo.
—...Um, en fin. Si necesitabas algo puedes decírmelo a mí, quiero decir, s-somos la misma persona ¿no?
Tenía un punto, hasta era más conveniente. Seguramente iba a ser más amable sin dejar de tener su personalidad tan particular.
—Necesito ayuda, creo tener información para el caso del monstruo que fue asesinado. —Undyne se sorprendió, mirando por un momento a sus lados.
—...Bien. Entonces ven conmigo. —le hizo unas señas y caminaron por el pasillo. —¡Estoy contenta que quieras aportar en el caso! ¡NGAAH! ¡Esto es genial, tal vez por fin tendré a un compañero policial para atrapar a los malos! —le dio una palmada a Fell que le hizo inclinarse por el dolor. Sí que tenía fuerza.
Si estuviera en el underground, seguramente no la hubiera contado.
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30 días de OTP! ¦ 𝑘𝑢𝑠𝑡𝑎𝑟𝑑
Fanfic𝖫𝗂𝖽𝗂𝖺𝗋 𝖼𝗈𝗇 𝗎𝗇 𝖼𝖺𝗋𝖺́𝖼𝗍𝖾𝗋 𝖽𝖾𝗅𝗂𝖼𝖺𝖽𝗈 𝗇𝗎𝗇𝖼𝖺 𝖿𝗎𝖾 𝗍𝖺𝗋𝖾𝖺 𝖿𝖺́𝖼𝗂𝗅, 𝗆𝖺́𝗌 𝗅𝖺𝗌 𝖼𝗈𝗌𝖺𝗌 𝗌𝗂𝖾𝗆𝗉𝗋𝖾 𝖽𝖺𝗇 𝗀𝗂𝗋𝗈𝗌 𝗂𝗇𝖾𝗌𝗉𝖾𝗋𝖺𝖽𝗈𝗌 𝖾𝗇 𝗅𝗈𝗌 𝗆𝗈𝗆𝖾𝗇𝗍𝗈𝗌 𝗆𝖺́𝗌 𝗂𝗇𝗈𝗉𝗈𝗋𝗍𝗎𝗇𝗈𝗌. 𝖢𝗈...