Capítulo 17Enamorado

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Albert no podía evitar tener aquella mirada de ensoñación, pero sobre todo no podía borrar de sus labios aquella sonrisa, amar de aquella manera era algo nuevo para él, lo mejor de todo era ser correspondido con el mismo ímpetu. Nunca atinaba a decir en qué momento fue que aquel amor se coló dentro de su corazón, solo sabía que compartir con Candy era dulce y maravilloso, amar a su mejor amiga… Con ella había compartido demasiados momentos en su vida, siempre hubo algo más, él lo sabia su relación con ella siempre fue especial, pero tal vez en ese entonces no se sentía capaz de amarla con la fuerza que lo hacía en ese momento, su alma en ese entonces aun tenia secuelas de una desilusión y él quería entregarle su corazón por completo, ella lo merecía, con ella vivió la mejor etapa de su vida…Con ella no tenia temor de ser el mismo, solo ella conocía sus más íntimos secretos, sus más grandes miedos, sus sueños y metas a futuro; pero sobre todo solo ella conocía al hombre real y autentico detrás de todas aquellas especulaciones, a su lado dejaba aquella pose de empresario misterioso para convertirse en un hombre enamorado ¡Perdidamente! Tenía que reconocerlo, estaba como un adolescente demasiado ilusionado, demasiado eufórico, demasiado todo…Dejo escapar un fuerte suspiro, solo pensaba en ella. Cuando no estaba pensando en su mirada pensaba en su sedoso cabello rubio o en el dulce sabor de sus labios.

Se puso de pie frente a la enorme ventana de su oficina, su mirada estaba perdida en la nada, solo recordaba la sonrisa de Candy de la noche anterior y su mirada llena de nostalgia de esa mañana, pero tenía que dejarla en la estación, se lo había prometido a la tía Elroy…No había sido nada fácil desprenderse sus tersos labios, para nada le importaban las miradas curiosas ni los murmullos a su alrededor, si iba a dejar de verla por unos días tenia que despedirse con un beso…Nunca antes le costó tanto cumplir su palabra. Después de la recepción la enviaría de vuelta a Lakewood, aquélla separación no le gustaba del todo pero tenía que hacer las cosas como debía y sabia que su comportamiento dejaba mucho que desear, un caballero jamás besaría a la mujer que amaba como él lo había hecho por la noche, pero ella era como un dulce droga de la cual cada día era más dependiente, una droga de la cual cada día necesitaba más y más, pero aun así nunca tendría suficiente.

Sus pasos se dirigieron nuevamente hacia el escritorio, era necesario que siguiera con su trabajo, se dejo caer sobre el elegante sillón de cuero negro y lanzando un suspiro jugueteo con el bolígrafo en su mano, no podría concentrarse aunque quisiera dentro de su pecho existía un torbellino de sensaciones maravillosas, estaba locamente enamorado de Candy, su pequeña…Aquella a la que constantemente había consolado en el pasado…Pero en ese entonces jamás lo hubiera imaginado y si alguien se lo hubiese dicho habría soltado una fuerte carcajada, más para su desgracia o su fortuna las circunstancias de la vida habían unido de una forma inexplicable sus vidas, sus destinos siempre habían estado unidos.

La puerta de su oficina se abrió de improviso y escucho las suplicas de su secretaria que discutía con alguien más, se puso de pie de un salto y se quedo atónito al ver de quien se trataba. Nunca imagino que tendría tal atrevimiento, escuchó la voz de su secretaria disculpándose por lo ocurrido, sólo asintió y murmuro algo que ya no recordaba muy bien, su mirada seguía fija en la silueta femenina frente a él, ése perfume aun lo reconocía a la perfección ¡Qué manera de caer al infierno después de estar unos segundos en el cielo!

-¿Qué haces aquí?-pregunto molesto en cuanto salió su secretaria cerrando la puerta

-Necesitaba hablar contigo-respondió con toda la desfachatez del mundo

-¿Y eso te da derecho de entrar de esa manera a mi oficina?-resoplo molesto

-Si me anunciaba no me hubieras recibido, querido-sonrió

Déjate AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora