Único

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Yoongi tenía un sueño, uno realmente pequeño y hasta insignificante, su sueño se basaba en la bonhomía de la vida, en la pureza de la imaginación, en la libertad del recuerdo.

Eran así sus sueños, mondos e idílicos, apresado en un mundo donde dormía acurrucado en la terciolepada voz de su JiMin, no era un ser humano ni un ángel por lo que llegó a investigar a su pesar, era solo eso: JiMin.

No tenía una raza o un orígen, simplemente apareció en sus sueños un día, simplemente fue feliz cuando ocurrió.

No chistó, ni protestó, solo lo disfrutó por que para eso eran los sueños ¿no? Para disfrutar.

Naturalmente se aferró cada vez más a él, a su pequeño JiMinie, de cabellos pateados y mirada zafiro, de labios frambuesa y piel durazno, de pronto ya nada importaba más que el tierno niño que lo acompañaba en sus sueños noctámbulos, ni la brisa del mar, ni el frío que lamía sus huesos a la orilla del puerto, solo importaba él, aquel que lo acompañó en su soledad, aquel que lo escuchó como nadie pudo, aquel que lo llenó de besos mariposa y mimos cándidos.

Por ello, viendo la noche cernirce al horizonte, sintiendo como el sol le daba un último vistazo, caminó tranquilo hacía el punto más alto de una torre hecha de rocas, alejándose del puerto, del murmullo de la gente y del solitario perjuicio ambiguo.

Ya en el punto más alto, miró por última vez su cuerpo, a sí mismo, a todo lo que conllevaba ser él, entonces, despejando su mente, olvidando el dolor, con la noche ya en su máximo esplendor; soltó su último suspiro, lo tomó y se lo entregó a su pequeño niño de nariz de botón en cuanto brincó hacía el mar.

Un golpe quedito se incrustó en su cabeza pero no importó mucho, por que ahí, en la noche, acostado y magullado entre rocas mojadas pudo ver a su JiMinie, más claro que nunca, más presente y real, tanto que por primera vez temió ver solo un espejismo.

Pero, nuevamente; eso no importaba, no porque por fin estaba con su JiMinie, por fin se sentía libre, vivaz, ahora podría dormir por siempre y nunca, pero nunca separarse de quien tanto amor le había entregado.







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