Y entonces, los latidos de nuestros corazones se vuelven uno

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Lo normal era que Yuuri no recibiera visitas.

Yuuko y Minako no entraban en la definición de «visita»; compartían la ciudad natal y por la misma razón se conocían desde hace años. Además de eso, el resto de los amigos de Yuuri pasaban sus vacaciones desperdigados por continentes distintos, y la posibilidad de verlos durante esos dos meses siempre había sido nula.

Así que fue algo extraño cuando en pleno julio Phichit se apareció de improviso en la puerta de su casa y con un automóvil lleno de maletas detrás de él.

Phichit se disculpó por llegar así de la nada y le hizo entender que era una sorpresa. También le comunicó con mucho pesar que le hubiese gustado reunirse antes, pero el mes anterior había sido el cumpleaños de su novio y Seung-Gil necesitaba todo un mes para celebrar, o algo así.

Yuuri le hizo saber que agradecía su visita y no dijo mucho más. Le ponía de los nervios tener que organizar toda la logística, especialmente dónde iba a dormir, y a qué hora comerían, y a qué sitios lo llevaría porque lo más probable es que Phichit quisiera hacer turismo.

Por ahora, llevaban tres días y la casa no se había caído encima de ellos, al menos no todavía.

—Amor, dijimos que una videollamada al día.

Yuuri apretó los labios. Phichit, en su papel de haremos-todo-juntos-porque-para-eso-vine, había insistido con que durmieran en la misma habitación ya que en el colegio lo hacían de todas formas. Eso a veces significaba tener que escucharlo hablar con su novio, con tanta confianza que Yuuri sentía que no debía de estar escuchando.

—Ya, suficiente. —Phichit rio y negó con la cabeza—. Yuuri está aquí conmigo. Sí, mira.

Phichit le mostró el teléfono, y Yuuri pudo ver a Seung-Gil hacerle una seña con la mano.

La relación de Yuuri con él había sido algo accidentada al principio, sobre todo porque Seung-Gil era un novio celoso. No tanto como para resultar tóxico, pero lo suficiente como para que al principio, cada vez que los viera juntos le pusiera a Yuuri una cara de que quería matarle. Cuando Yuuri se lo dijo a Phichit de la manera más disimulada que podía, este se encogió de hombros con una sonrisa: «ay, Yuuri. ¡No inventes! Esa es su cara normal». Yuuri estaba muy seguro de que Seung-Gil no miraba a Phichit de esa forma, pero ni al caso.

Con el tiempo —quizá por el hecho de que Seung-Gil mismo pudo confirmar que Phichit y Yuuri eran mejores amigos y que existía cero romance entre ellos—, había aprendido a aceptarlo como su amigo, y a aceptar que Yuuri era un plus en la vida de Phichit que este jamás iba a dejar solo por ninguna razón en el mundo.

—¿Qué haremos hoy? —preguntó Phichit después de cortar la llamada—. Estaba pensando en ir a comer algo. Ayer fui en bicicleta a comprar algunas cosas y vi este restaurante que...

—Pensé que tal vez, sería mejor... si hoy... nos quedábamos aquí.

Phichit no pudo ocultar su decepción, pero asintió e hizo una seña con la mano. Eso era algo que él entendía. Yuuri necesitaba tiempo para sí mismo, tiempo donde estaba solo con sus pensamientos y lo utilizaba para recargarse después de estar tanto rato con otras personas.

—Está bien, ¡perfecto! Nos quedaremos aquí.

Yuuri le sonrió en forma de agradecimiento y Phichit continuó revisando su teléfono.

Al principio de la primera semana, la principal preocupación de Yuuri era cómo reaccionaría su familia con el recién llegado. Phichit, era muy... Phichit. Y Yuuri lo quería y no podía pedir otro mejor amigo, pero también sabía que su forma de ser no le caía bien a todo el mundo. Yuuri no lo entendía, pero lo aceptaba.

Handsome Devil [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora