Nuestra Niña

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Las cosas habían mejorado bastante en ese par de días que estuve alejada de casa, regresé el domingo por la tarde pero no me quedé sola, Leo decidió quedarse esa noche conmigo para asegurarse que todo estuviera en orden.

-Mi amor, voy a estar bien-dije entre risas cuando el hombre revisaba que todos los seguros de las puertas y las ventanas sirvieran.

-Mejor estar seguros-respondió cerrando la última ventana-, ¿Vas a regresar mañana a la veterinaria?-preguntó acercándose a mí.

-Tengo que hacerlo amor-suspiré pensando en que recordaría lo ocurrido, sus manos rodearon mi cintura y sus ojos se clavaron en mí.

-¿Y si te tomas un par de días más?-sugirió y sabía que era lo mejor pero no podía dejar de trabajar, estaba a punto de contestar cuando el timbre sonó.

Ambos nos acercamos a una ventana dándonos cuenta que era el Señor Anderson por lo que de inmediato abrí la puerta.

-Buenas tardes Señorita Olmos-saludó el hombre con una sonrisa en cuanto me vio.

-Señor Anderson qué sorpresa, pase-respondí al tiempo que le cedía el paso.

-Gracias, Leonardo buenas tardes.

-Buenas tardes Richard-saludó Leo estrechando la mano con el hombre.

-Disculpen la molestia pero es importante-su mirada se dirigió hacia mí dejándome sin entender.

-Dígame-respondí mientras le hacía la seña de que tomara asiento acción que Leo y yo imitamos.

-Supe lo que pasó en la veterinaria y primero que nada déjeme decirle que me alegro que esté bien, sé que no ha ido porque le puede causar algunos malos recuerdos y por eso es que estoy aquí, para ofrecerle otro local, es un poco más grande y está más cerca del centro del pueblo, por el precio de la renta no tendría que preocuparse, va a ser el mismo, ¿Qué dice?

-Pues le agradezco en verdad-respondí un poco sorprendida, sabía que era una buena idea su propuesta-, y creo que sería buen idea cambiar la veterinaria de lugar.

-Pues está disponible para que lo ocupe de inmediato si quiere.

-Perfecto, de verdad muchas gracias-sonreí realmente agradecida.

-Gracias por esto Richard-dijo Leo al fin, no había emitido palabra hasta ese momento, ahí otra cosa que me encantaba, siempre respetaba mis decisiones.

-No agradezcan, todo sea por su comodidad y bienestar.

Se fue al cabo de algunos minutos, después de indicarnos el lugar exacto donde se encontraba el local y subió a su camioneta despidiéndose agitando la mano.

-Si quieres podemos empezar mañana a hacer la mudanza mi amor-ofreció Leo abrazándome por la espalda mientras caminábamos al interior de la casa.

-Me parece perfecto amor-respondí a lo que me dio un suave beso en el hombro.

-Ok, pero por ahora vamos a revisar que todo esté bien en tu habitación-sugirió depositando varios besos ahora en mi cuello.

-Pero si ya revisaste...-comencé a decir pero sus manos subiendo hacia mis senos y sus besos de intensidad me hicieron caer en cuenta-, ah, ya entiendo, de acuerdo-dije entre risas y pequeños jadeos por lo que me causaba.

Nuestra ropa quedó esparcida en el suelo de la plata alta de la casa y nosotros unidos sobre la cama cubriendo nuestros cuerpos de besos y caricias que aumentaban la pasión a cada segundo, sentirlo llenándome por completo era una sensación maravillosa y única, sus ásperas manos recorriendo mi suave piel creaban una perfecta mezcla de deliciosas sensaciones, sus besos despertaban en mí un fuego que jamás pensé tener, su lengua jugando con la mía me enloquecía de sobre manera, ver sus ojos viendo los míos me llevaba a otra dimensión y verlo moviéndose sobre mí, sintiéndolo en todo mi ser me elevaba al cielo una y otra vez, sensación que se incrementó cuando juntos alcanzamos la cima en medio de un fuerte jadeo y un par de sonrisas de satisfacción.

Lazado Corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora