Astrid

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Astrid

El reino era un lugar de particular esplendor. El sol era el gobernante y bendecía con su cálida luz las frías calles de piedra que se abrían paso como venas en un reino que respiraba y latía constantemente. La Utopía estaba situada en la zona norte de Helgärd, tan inalcanzable e impoluta que toda persona que ponía un pie en ella no quería irse jamás: enormes estructuras con coloridos y refinados vitreaux, senderos de adoquines mohosos y tejados de los cuales pendían verdes enredaderas de hojas brillantes. Era el sueño de toda persona vivir allí, el ser suficientemente reconocido como para formar parte de la élite política de Helgärd, por más que sus ambiciones no fueran esas. Astrid no vivía allí, sino en (...), su reino natal y del cual sus padres, Philomena y (...) eran reyes. Su linaje era uno de los más distinguidos en todo (...), símbolo y exponente de lo que significa la pureza. Astrid, a diferencia de los demás niños que vivían en el reino y no formaban parte de las clases altas, fue concebida con la misión de perpetuar la legacía monárquica que corría por las venas de su familia. Es debido a esto que se encontraba en Helgärd, la joven princesa iba a atestiguar una importante reunión en la que se buscaba acordar una alianza política y militar entre ambos reinos, en busca de sobreponerse al alzamiento rebelde que se estaba gestando en los reinos del sur, que ya casi nadie consideraba parte de la Santísima Alianza, cosa que ocasionó una ruptura no diplomática de relaciones e hizo que estos reinos se hundieran en una profunda crisis económica. Desde ese entonces, se comenzó a construir (...), con el objetivo de evitar el ingreso de estas personas a la flagrante (...). La estructura consistía de altas paredes de piedra que bordeaban las fronteras entre (...) y (...), conocidos como Hermanos del Sur, y (...). Astrid y los reyes habían llegado a Helgärd ese mismo día en horas de la mañana, luego de un largo y agotador viaje. Al ingresar al reino fueron recibidos con cánticos y flores por los humildes ciudadanos que vivían en los alrededores de la Utopía. Más que nunca, los reyes inspiraban poder y esperanza ante la figura de los rebeldes desbocados e ignorantes que amenazaban la calma de una sociedad que había establecido un orden que funcionaba y era indudablemente lo mejor para todos, y el hecho de que estos sujetos se disponían a trabajar juntos para defender lo que conocían era un alivio para los aterrados ciudadanos. Una hora más tarde llegaron a la Utopía, donde fueron recibidos por Narcisa Ulster, quien había sido enviada por el rey Arsten para recibir a los monarcas en el ostentoso palacio real. Narcisa los recibió con una reverencia y los invitó a ingresar. Con un sencillo movimiento de manos, las grandes puertas doradas fueron abiertas por los súbditos que acataban las órdenes de la mujer. La luz del mediodía le daba vida al interior del palacio, lo cual dejó ver la nave central del mismo, en la que al final se encontraba el imponente trono del rey, el cual no se encontraba allí en ese momento. Posteriormente, fueron dirigidos por Narcisa hacia sus respectivas habitaciones, las cuales se encontraban una al lado de la otra. Luego de unas horas, los monarcas y la joven princesa fueron llevados en un elegante carruaje hacia la Gran Plaza, donde se había organizado una celebración popular por la llegada de Philomena y (...) a su territorio. Todo estaba decorado con hermosas y frágiles flores de colores vibrantes y la música inundaba los oídos de todos los ciudadanos presentes. Una vez allí, se encontraron con el rey Arsten, quien abrazó a (...) de forma confianzuda y besó las manos de la reina y la princesa. Era un hombre alto, robusto, de tez pálida y ojos verdes y que inspiraba confianza. Tenía una forma encantadora y cálida de dirigirse a los ciudadanos "comunes", cosa que le permitió mantenerse en el poder durante cuatro décadas. Estaba casado con la reina Yra, quien falleció, dejando sin descendencia al viudo. Una vez que los saludos formales habían sido dados, se paró frente a la multitud y exclamó con voz fuerte y clara:

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