Alcancé a escuchar los chillidos de alguien, presuntamente de una mujer, corrí hacia esa dirección y logré toparme con una banda de cuatro canallas intentando injuriar a aquella dama, uno la sostenía desde atrás, tomándola de los brazos, dos estaban a los costados sosteniendo sus hombros y uno desde el frente, el líder, la amenazaba con una navaja y la tocaba de maneras inapropiadas.
—Suéltenla, hijos de la chingada.—Grité.
—Sácate a la verga, pinche chaparrito o tú eres el siguiente.—Determinado aseveró el líder
Los de los costados se lanzaron cual perros de pelea y yo, enseguida, saqué mi mazacuata (barra de metal revestida con plástico para cables) y esquivé sagazmente los golpes que pretendían propinarme, con mi mazacuata tumbé al piso a uno golpeándole la rodilla, al segundo le golpeé el estómago con la punta de mi mazacuata y después logré interceptarle unos cuantos golpes en el rostro hasta que cayó al suelo. Por atrás sentí el filo de la navaja del líder. Tomé su mano antes de que lograra hacerme una herida grave, di un giro brusco y le rompí la muñeca, dejó caer su arma.
—Cámara, culero, ya estuvo.—Chilló el granuja temblando.
—Ya estuvo ¡Mangos!
Le di un estoque justo entre los ojos que lo dejó tendido en el piso, volteé la mirada y noté que el primero al que dejé en el suelo logró huir, eso me molestó bastante. Me dirigí al canalla que sostenía a la muchacha quien temeroso me dijo:
—Ya estuvo, jefe, yo nomas venía para que ellos no me rompieran mi madre, déjeme ir.
No dije nada, me moví un poco como diciendo que se podía ir, soltó a la chica y corrió, pero ese día no me sentía muy generoso, así que arrojé mi mazacuata con dirección a sus piernas, el tarado cayó encima del cuerpo de su líder, me acerqué, pisé su pierna una y otra vez, luego le pateé el rostro para noquearlo y callar sus alaridos. Al fin neutralicé a aquella peste. Llegué con la señorita quien se veía nerviosa, acaricié su cabello y le dije que todo estaría bien. Ella alzó la mirada directo a mis ojos, me tomó de la gabardina y me besó lujuriosamente, me despojó de algunas prendas y yo comencé a recorrerla con mis manos, tomé y apreté sus glúteos, recorrí sus caderas, sus pechos hasta llegar a su cuello, ahí fue cuando me percaté de algo.
—Esto es una manzana de Adán.
—¿No te gusta, guapo?
Su timbre de voz era muy inusual, ahí fue cuando lo noté y lo separé de mí.
—¿Nunca antes lo has intentado con alguien como yo? Ven, te va a gustar.—Se acercó hacia mí.
—Sácate a la verga, pinche joto.
Y lo agarro a chingadazos hasta que se muere, tomé las pertenencias de todos y me fui rápidamente.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos de un adolescente.
DiversosLos cuentos son como el sexo casual; se experimenta, se aprende, no se comprometen a algo largo, simplemente se disfruta y se vive el momento, así que, ¿por qué no lees estos bellos cuentos? Chance y no te arrepientes.