CAPÍTULO.- 1

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Capítulo. -1

Las estrellas del cielo jamás podré contarlas, jamás podré acertar la cantidad de agua que hay en el océano, o ver más allá de él, jamás me sabré la cantidad de bacterias que hay en cada parte del mundo o saber detalladamente como es que de la nada nos volvemos polvo.

A veces nos cuestionamos de tantas cosas, a veces hablamos sin parar hasta quedar sin ningún argumento más. A veces, simplemente permitimos dejar todo guardado y no decir nada, quedarse callada, asido lo único que he hecho por tantos años...

Acomodé mi cabello rubio en una cola alta, suspiré lentamente, y metí la última caja en el auto de papá. No es fácil dejar una vida, para empezar en otra, en lugar lejanos, pero seguro de algo, de algo que atormenta tus días, cada segundo. Amaba buenos aíres, es mi lugar favorito a pesar de todo, la calidez de sol entrando por mi ventana, y mirar el cielo completamente estrellado, suspirar por varios segundos preguntándome; ¿qué hubiera pasado, si no me hubiera quedado con mamá en Boston aquel verano?

-¿Lista, Darían? –Mi padre dijo, con la sonrisa más cálida del mundo. Mi padre a pesar de sus exigencias era un gran hombre, una gran persona que siempre, sin importar que, protegería a su familia y la cuidaría, bueno... Mi padre era de un gran corazón, pero también no siempre se daba cuenta de las cosas que pasaban, después de su divorcio con mamá, todo cambió, él cambió, pero eso no dejó que destruyera la gran esencia que había en él. –Nueva York nos espera –afirmó, con la felicidad saltando en sus ojos.

-Pues que nos esperé por un poco más de tiempo –respondí, con la misma sonrisa, pero no con el mismo sentimiento. Miré la casa, las ventanas viejas, y el color blanco reluciente, la puerta de madera detallada con ciertas líneas, los arbustos verdes, repletos de fresas, los frondosos y anchos árboles, esa clase de árboles viejos que si pudieran hablar contarían más historias que un anciano. La casa de la familia, de mis queridos abuelos, se quedaría sola, sin ningún alma caminado por sus pasillos, sin ruidos provocados al mover algo, la agonizante tristeza llegando y recuerdos guardados en las paredes llenas de viejas fotografías.

-¿Lista? –preguntó mi padre. Asendí.

Abrí la puerta del auto, y miré la casa por última ves, no era un adiós, podría ser lo mejor, olvidar recuerdos, que, si merecían ser olvidados, borrar momentos, que no quería tener presentes, era lo mejor, no era cuestión de huir, era cuestión de soltarme a mí misma, explorar otros, nuevos y maravillosos horizontes.

-Lista, papá –Respondí. Mirando aquellos recuerdos guardados en aquella casa. 

Las calles de Nueva YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora