CAP 4. Vuelve Nicole...

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PABLO

Tic tac, tic tac... El reloj del calabozo no paraba de sonar, día y noche. Pasaban las horas allí dentro, iba al comedor cuando era necesario y luego nos volvíamos a quedar solos, el dichoso reloj y yo. No he mentido a nadie, aunque he contado medias verdades.

Hace media hora el policía a cargo de mi caso me ha interrogado, otra vez. El inspector Oscar Murillo, sí, como la calle Bravo Murillo. Quería lo mismo que todos, la verdad. Y contesté lo mismo que a todos, que no recordaba nada. Tuvo que ocurrir algo malo porque sonó su teléfono y se fue corriendo.

Claro que me acordaba de algunas cosas, pero lo poco que recordaba me metía más aún en el hoyo. Tenía que escaparme de allí, y rápido. Si no, me esperaría la silla eléctrica. Solo salía de mi celda cuando tenía que comer o cenar, me escoltaban dos guardias hasta el comedor. Luego, ya allí, habían por lo menos diez guardias más, algunos comiendo, pero de todas formas sería imposible escapar. Menos cuando me volvían a escoltar de nuevo a la celda.... Así que cuando eran las dos en punto de la tarde, dos guardias vinieron a mi celda y me escoltaron hacia el comedor. La comida daba asco, estaba acostumbrado a las pizzas de "Casa Emilio". Mis cubiertos eran de plástico, sin embargo, los guardias tenían de metal. Acerqué mi mano poco a poco al tenedor del guardia que tenía al lado. Entonces alguien gritó:

- ¡Eh! –se me revolvió el estómago, tragué saliva y miré atrás, de donde provenía el grito- No tío... González, ¡los macarrones no! Es que te comes todo, los hizo mi vieja para mí, no para un gordo idiota.

Dos guardias empezaron a discutir, rápidamente cogí el tenedor y lo escondí en mi uniforme de preso.

Otros guardias me iban a llevar a mi celda, pero lo pensé mejor y le pedí a uno de ellos:

- Oye amigo, antes de irme otra vez a chupar barrotes, me dejarías llamar a un colega mío, se hace un año más viejo y se alegraría mucho, está muy solo.

- Pablo, no estás en horarios de llamada, no me permitirían conceder deseos, no soy la lámpara de Aladdín.

- Por favor tío, no más de 5 minutos, me voy a pudrir aquí, o me van a matar. Solo 5 minutos, lo juro.

El guardia accedió y me dejó llamar, por supuesto no iba a llamar a nadie para felicitarle, llamaría a alguien para sacarme.

- Hola Charlie, ¿qué tal te va tío? –dije en alto para que el guardia me escuchara, y luego susurré- necesito que me recojas de la cárcel, voy a salir y necesito ayuda por favor.

- Siempre colega, ¿pero cómo saldrás? –se oyó una voz grave y ronca.

- Todavía no me han metido en una cárcel como tal, porque no tienen las pruebas necesarias, solo estoy como en una especie de oficina del sheriff, como un calabozo. He cogido un...

- Vale, ya te las apañarás para salir si, muy bien. Pero, ¿dónde es exactamente?

- Al lado de un parque, en la plaza esa donde hay un monumento a los caídos o algo así. Saldré por la puerta de la entrada corriendo, me verán todas las cámaras así que lleva una máscara y tráete el Audi ese que robaste, el azul claro que corre mucho, no el blanco.

- Vale perfecto, en 20 minutos estoy allí- y colgó.

- De nada hombre para eso estamos los colegas, mejórate. –y miré al guardia que estaba inquieto, su compañero llegó y me llevaron a la celda.

Antes de que la puerta se cerrará por completo le pegué una patada y chocó contra uno de los guardias y lo dejo inconsciente, el otro se desató la correa de la cartuchera, pero yo saqué el tenedor que había cogido anteriormente y se lo clavé en la pierna. El guardia gritó de dolor y yo cogí su pistola y me fui corriendo por el pasillo hacia la puerta de entrada, allí había un hombre con un pasamontañas negro en un Audi azul claro con la matrícula arrancada, rápidamente me subí y arrancó. Como supuse, en menos de unas milésimas de segundo ya teníamos a tres coches de policías persiguiéndonos. Saque la pistola por fuera de la ventana dispuesto a disparar pero Charlie me lo impidió.

- Espera, paciencia Pablo.

Parecía tranquilo y estaba seguro de adónde iba, se metió en un túnel y cuando salió un tráiler les bloqueó el paso a los coches de policía, dejó la carga tapando la salida del túnel y el camión sin carga siguió su camino por la carretera. El conductor sacó su mano y subió el pulgar y pitó bastantes veces. Charlie se quitó el pasamontañas y sonrió e hizo exactamente lo mismo que él. El camión se alejó, miré a Charlie y le dije:

- ¿Lo tenías todo pensado? Eres una máquina, sabía que te podía confiar mi vida.

Y grité de alegría como si no hubiera un mañana, mientras nuestro vehículo se perdía en la nada.


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