ENCUENTROS INESPERADOS

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Rober no dudó en adentrarse en la sala ubicada tras la puerta metálica.

-¿Ha entrado? -preguntó Raúl sin dejar de moverse, mostrando su nerviosismo.

-Acaba de atravesar la puerta -respondí. -Raúl, todo saldrá bien -dije cuando puse mi mano sobre su brazo.

Quizá no empezamos con buen pie pero me apenaba verlo en aquel estado. Cualquiera se daría cuenta de que Philippe significaba mucho para Raúl.

-¿Cómo conociste a Philippe? -pregunté lo más bajo que pude.

-Fue hace unos ciento treinta años. Yo pertenecía a una familia de clase alta. Mi padre era un médico con una gran reputación y mi madre era una renombrada soprano que llenaba los teatros. Debido a eso, no podían permitir que me casase con cualquier mujer por lo que decidieron organizar una cena con unos conocidos suyos con los que acostumbraban a reunirse en eventos sociales. Ellos tenían una hija de dieciocho años llamada Susana. Al principio la idea no me agradó. Sabía que aquella cena sólo era un pretexto para que Susana y yo nos conociéramos y se fuese allanando el terreno hacia un posible matrimonio.

-¿Ella sólo tenía dieciocho años y ya querían casarla? -pregunté sorprendida por su juventud. Yo tenía esa misma edad pero el matrimonio me sonaba tan lejano...

-En aquella época era habitual que las mujeres se casaran incluso más jóvenes. Las cosas han cambiado mucho desde entonces.

-Ya lo veo. ¿Y tú cuántos años tenías?

-Yo tenía veinticinco -respondió con nostalgia. -Era una edad más que razonable para casarse y más si, como en mi caso, tenías el futuro ya resuelto. Me hice abogado y con los contactos de mis padres no fue difícil comenzar a tener buenos clientes. Pero como he dicho, al principio la idea de casarme no me atraía. Llevaba años disfrutando de mi vida de soltero y no tenía ninguna gana de que aquello cambiara. Pero cuando la vi aquella noche... -dijo suspirando y con la mirada perdida, -cuando la vi bajar la escalinata llevando aquel bonito vestido de color azul cielo, mirándome con esos grandes ojos color chocolate, la idea del matrimonio dejó de desagradarme. Puede decirse que fue amor a primera vista.

-¿Y qué pasó? ¿Le sucedió algo a Susana?

-Cuando la noche terminó, mis padres y yo volvimos a nuestra casa pero yo no quería encerrarme entre aquellas paredes. Por primera vez en mi vida el mundo me parecía un lugar maravilloso. Me sentía como si flotara sobre una nube. Hacía una noche espléndida así que decidí volver a la calle para disfrutar de aquella sensación un poco más, pero mi alegría duró poco. Me sentía tan eufórico que no me di cuenta de que me había alejado demasiado del barrio en el que vivíamos. Al igual que ahora, entonces también había calles por las que era mejor no ir, sobre todo de noche. Debido a mi inconsciencia terminé adentrándome en la boca del lobo. Cuatro tipos aparecieron y me rodearon. Me arrastraron hasta un callejón cercano para robarme. Querían mi cartera y el reloj de bolsillo que llevaba. Aquel reloj era un regalo de mi padre, de cuando gané mi primer juicio, así que me aferré a él con todas mis fuerzas. -El rostro de Raúl mostraba en esos momentos tanto dolor que incluso yo podía sentirlo. -Cuando me resistí a darles lo que querían me apuñalaron en el abdomen y me dejaron tirado en la penumbra para que me desangrara. Al principio sentí frío, y la humedad de la sangre encharcada bajo mi espalda se sentía repugnante, hasta que poco a poco dejé de sentir. El frío desapareció, al igual que el dolor; sólo había una gran paz que nunca antes había experimentado. Lo último en lo que pude pensar fue en el rostro de Susana, en su sonrisa, y en sus grandes ojos marrones.

-¿Y entonces fue cuando apareció Philippe? -pregunté intrigada, prestando total atención a su relato.

-Sí. Creí que había muerto, que mi vida había llegado a su fin, hasta que de pronto un dolor insoportable comenzó a recorrer todo mi cuerpo. No sabía qué era lo que sucedía, no podía pensar en nada. La verdad es que tengo aquellos momentos muy borrosos en mi memoria, salvo por el intenso dolor. Lo primero que recuerdo una vez que el dolor cesó es despertar sobre la cama de una gran habitación decorada con muebles de gran calidad, muy parecidos a los que había en mi casa. Tenía tanta sed que la garganta me ardía, como si un gran fuego se extendiese por ella. Philippe estaba sentado en un sillón situado en un rincón de la habitación. Me explicó que me había transformado para evitar mi muerte, aunque al principio no estaba muy seguro de si había llegado a tiempo de conseguirlo. Me contó todo lo relacionado con los vampiros y el resto de criaturas que habitan este mundo.

La nigromante (TERMINADO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora