CAPÍTULO. – 5
Caminó hasta mí, su aliento estaba cerca, podía sentir su calor corporal –Tú tienes la culpa -dijo, tomando de mi cabello, y acariciando suavemente mi piel –Tú tienes la culpa de cambiar –sonrió cerca de mí, las lágrimas apoderándose de mis ojos, nublando mi vista –De provocarme –suspiró –De hacerme esto, tú tienes la culpa, zorrita –me tomó de los muñecas – ¿Sabes que es una inestabilidad? –dijo, pasó sus manos por todo mi cuerpo, y con una tapo mi boca –Serás siempre mía –Dijo, penetrando mi inocencia otra vez, haciéndome llorar por dolor, y despecho de mi misma, sintiendo el dolor, el dolor vuelto en asquerosidad. Con mi alma dejaba de ser libre y tranquila, como mi vida era envuelta en desgracia, como mi mundo volvía a hacer el mismo de hace diez años.
A la mañana siguiente, sentía mi cuerpo sucio, mis esperanzas destruidas, ni, aunque me bañara millones de veces, ni, aunque sonreirá, mi alma no estaba bien, no podía borrar sus toques de mi cuerpo, no podía hacer nada.
Era un algo que no podía describir con tanta franqueza, algo que no quería recordar, algo que dolía, algo que... Suspiré, y miré los moretones en mis muñecas, empecé a aplicar el corrector por mi cuello, y difuminé detalladamente, para borrar esas cicatrices rojas en él, miré de nuevo mi rostro, ese rostro débil, con pecas, esas pestañas mojadas y mis ojos hinchados, volví a suspirar. No podía hablar, no podía decir nada, porque sabía lo que pasaría, mi madre perdería su trabajo de ensueño, su futuro podía ser arruinado por mi culpa, por si yo hablará, mi padre no me creería, él apreciaba mucho a mi tío, lo quería más que nada, por la oportunidad que le había dado en su trabajo hace unos años, solamente... tenía que callar, aguantar más, para que un día, fuera libre de ese infierno, de ese tormento, de esa esclavitud de mi propia alma en mi propio hogar.
-Mi niña –dijo mi madre desde la puerta, me puse la bufanda y con la sonrisa más falsa del mundo, giré a verla –Llegaremos en la tarde –sonrío –Tu tío puede llevarte a la escuela –negué –Él quiere apoyarte –si claro madre, él quiere apoyarme dije en mi mente –Así que te espera –me dio un beso en la frente antes de irse.
Tomé la mochila y miré de nuevo mi cuerpo, ese cuerpo pequeño, ese dolor en él, y los silencios que guardaba. Me colgué la mochila, y cerré la puerta de mi habitación.
Al cruzar el pasillo, me topé con él, en la entrada del elevador, mi padre me dijo adiós con la mano. Las puertas empezaron a cerrarse y el miedo a cruzarse en mí.
-¿Por qué te cubres? –dijo mi tío, con la sonrisa victoriosa -¿Ahora no hablas? –preguntó. Me empujó al fondo con todas sus fuerzas, apretó mi cuello, y susurró detrás de mis orejas –No debes de cubrirte princesa –suspiró –Todos deben de tener en claro de que tienes dueño –dijo, metiendo uno de sus dedos en mi pantalón –Que solamente eres mía –gemí de dolor.
Las lágrimas se volvieron a apoderar de mí, ¿Qué clase de castigo era este? ¿Por qué tenía que volver a pasar? ¿por qué mi vida se envolvía en esto? ... Me soltó, me soltó de golpe al escuchar las puertas del elevador abrirse...
-Te llevaré a la escuela, princesa –dijo al ver a una anciana entrar –Me alegra mucho saber que será tu primer día. –sonrió –Buenos días, señora –.
Caminamos hasta el auto, de camino a la escuela solo miraba el paisaje, las calles pasar, los letreros y personas, niños alegres y adultos preocupados, mirando la razón de la vida en Nueva York, la música de fondo de Nirvana, como tormento, y aunque me gustará mucho esa banda, con él todo era una pesadilla, todo era temor.
Apretó mi muñeca al llegar a la entrada –Ya sabes lo que pasará si dices algo –lo miré –Tu madre tendrá que buscar un nuevo empleó –traté de abrir la puerta –No veremos está noche, maldita zorra –me soltó.
Suspiré y salí. No había día, tarde o noche, que no sintiera ese martirió en mí, esas ganas de hablar, esas ganas de decir la verdad, mirar a mi alrededor no ayudaba hacer libre, no ayudaba a ser yo misma, no me ayudaba a nacer de nuevo ni a crecer como persona, porque no podía, era lo que él decía, era débil, era una tonta.
-Lo siento –dijo una chica pelirroja de tez blanca y hermosos ojos verdes –Soy una tonta no te vi –sonrío –Soy Cora –estrecho su mano.
-Hola –traté de sonreír –Soy Darían –respondí su saludo.
-¿Eres nueva? –preguntó. Asendí con cobardía –Bueno, entonces bienvenida – sonreí - ¿Cuál es tu primera clase?
Saqué el horario de mí mochila y se lo mostré –Es increíble, yo también estoy en biología avanzada con la Srita Douglas –sonreí de nuevo –Si gustas puedo llevarte. –asendí – ¿No hablas mucho, ¿verdad?
-Perdón –tragué –Soy demasiado penosa.
-Si, ya me di cuenta –dijo –Pero no te preocupes, soy igual, entonces ¿vamos? –me tomó del brazo con delicadeza. Al cruzar las puertas, miré los pasillos, repletos de estudiantes de cualquier tipo de estatura, chicos y chicas súper atractivos, fornidos y estupendos, miré la luz del sol pasar por las ventanas, y la música de Queen pasar por la radio de la escuela, carteles sobre la contaminación, feminicidios, libertad de género y entre otros problemas sociales pegados en la cartelera. Chicas uniformadas de porritas y chicos con la chaqueta de su equipo –Es aquí –dijo Cora, abriendo la puerta de madera movible –Vamos.
Al entrar, miré las mesas para dos, color blancas, las cortinas grises y una repisa llena de animales disecados y anaqueles repletos de gruesos libros de colores opacos, miré a una mujer de tez morena salir de la puerta de fondo –Buenos días –me miró – ¿tú debes de ser la Srita Sacre? –afirmé –Muchísimo gusto, soy la Srita Douglas –sonrío.
NOTA DE LA AUTORA: No olviden votar, los quiero, y como ya dije, jamás tengan miedo, es hora que seamos escuchadas, quizá no nos conozcamos, pero saben que pueden contar conmigo, por si en algún momento sienten que ya no pueden más, porque como mujer, las entiendo, entiendo este caso más que nada, en fin, todos unidos podremos acabar con nuestras pesadillas. Ayúdenme a compartir está historia. Éxito a todos.
Instagram: alhelimendozac
Facebook: Alhelí Mendoza.
¡Los quiero!
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Las calles de Nueva York
Teen FictionDejas tu hogar, cambias tus códigos postales, dejas amigas, y tomas un vuelo y te vas, pero no por el echo de que te vayas, quiere decir que tu pasado también, que ese ser, seguirá... No te quedes callada, jamás lo hagas... Pero tampoco te encierres...