la otra realidad

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LA OTRA REALIDAD

Lanzó un grito largo, desgarrador; después de unos momentos, abrió los ojos; su corazón latía con tanta fuerza, que retumbaba con sombrío eco en su pecho y palpitaba frenético en el riego sanguíneo de su cabeza y de todo su cuerpo. Por ello, su desasosiego era febril.

Aquél estado de máxima tensión era la consecuencia de la lucha que había entablado contra ese dolor insufrible, como en pasadas ocasiones. Siempre ocurría de una forma parecida, cuando tenía esos sueños, terminaba por despertar con sobresaltos, como si hubiera luchado por su vida, en una desigual batalla. Pero había algo que no podía soportar: ese sufrimiento, esa angustia, ese dolor...; de repente se sentía liberado, liberado y confundido. Cada despertar era como una prueba de valor, como si embistiera y después traspasara una pared de ladrillos, como si se fundiera con un muro con todas sus fuerzas y ese momento no fue una excepción; aquél era el último dolor, tal vez el más intenso, el que le hacía gritar.

Después ya no sentía nada; de aquella experiencia sólo conservaba la última imagen onírica, que, indefectiblemente, quedaba grabada en su subconsciente como una impronta. Por lo que, no sólo recordaba aquel techo blanco, iluminado desde sitios ignorados, recortado por rostros que le miraban angustiados, asomados a su estrecho y forzado espacio de visión, sino, también el sempiterno dolor, que ahora desaparecía lentamente, como si su mente se hubiese desligado de él, como si nunca lo hubiera sentido..., pero que algo interno le decía que había embargado todas y cada una de las fibras de su cuerpo.

También estaba esa fastidiosa respiración: la sentía como si pareciera salir de otro cuerpo, pero sabía que era la suya. La oía como independiente de él mismo y se le antojaba una monótona máquina de aire, rápida, anhelante y ronca, que llegaba a molestarle. Esa respiración, la suya, no parecía mejorar su salud ni paliar el eterno dolor de su anatomía, a pesar de estar asistida por una mascarilla de oxígeno.

Aquello también fue desapareciendo lentamente.

Despertó, al fin, de esa pesadilla con el sonido de su propia respiración asociada a aquella increíble sensación de dolor e impotencia. Después de abrir los ojos se sentó en la cama.

¿Pero... había gritado en realidad? Había sentido que gritaba con desesperación, pero ahora no estaba seguro... Tosió fuertemente para alejar de sí la extraña sensación de sequedad que sentía en la garganta, que le había dejado el sueño, como si tuviera la sensación de estar atestada de oxígeno químico...

No podía negar que estaba desorientado e intentó atravesar la oscuridad con la mirada, como si fuera un muro más, pero no distinguió ningún detalle que le informara de su nueva situación. Sabía que había tenido una pesadilla, sabía también que su situación actual era radicalmente distinta de aquella que había vivido hacía escasos momentos, pero no tenía ni idea del porqué lo sabia; ahora sufría un despiste total de dónde se hallaba realmente en ese instante.

Dejó que su corazón se tranquilizara. Sin cambiar de postura, dejó que el silencio le informara...; puso toda la atención que pudo, todavía sentia palpitar las venas de su cuello y de sus oidos; pero, aún así, demandó de éstos la información que sus ojos no le ofrecían, y empezó a recordar dónde estaba. La respiración sosegada de Ana, su mujer, le dio una valiosa pista para entender que se encontraba en su cama, en su casa, junto al amor de su vida...

Empezó a recordar otra clase de detalles de su vida, la vida del ahora: tenía un excelente trabajo, representante de una cadena de hoteles, que le reportaba pingües beneficios; por consiguiente, su situación económica era cómoda; gracias a ese trabajo tenía amigos y conocidos con los que mantenía una agradable relación y un excelente trato; y con sus negocios, derivados de ese trabajo, de amplias ganancias, era el entorno en el que se desenvolvía.

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2015 ⏰

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