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Fue de un momento a otro que, logró observar por la ventana un enorme haz de luz, un rayo, que cayó justo en un árbol situado frente a su habitación. El rayo fue tan fuerte que, junto con la furiosa ráfaga de viento, logró derribar a aquel árbol y cayó encima de la cabaña, haciendo un enorme hueco en su habitación, haciendo que los gritos se escucharan aún más fuerte, cosa que parecía imposible. Rodrigo se levantó en un instante de la cama, las velas se apagaron, buscó rápidamente una lampara que siempre guardaba en su maleta y la encendió, tomándola con su mano izquierda y su "arma" con la mano derecha. Meditó unos segundos y decidió que la cabaña ya no era un lugar seguro, si es que alguna vez lo había sido. Sabía que era mala idea intentar ir al pueblo, ni loco habría ido caminando en medio de una tormenta y mucho menos con esa cosa rondando por ahí, Pero tampoco podía quedarse en la cabaña, así que se dispuso a correr hacia su carro, esperando no encontrarse con ese maldito niño.

Consiguió llegar a su carro, lo abrió, se metió en él y lo encendió. Aceleró y siguió el camino hacia el pueblo. Los gritos se sentían cada vez más cercanos y, cuando pasó a un lado del árbol donde aquella tarde se había recostado, intentado escribir, vio que estaba la mujer que se estuvo imaginando todo este tiempo, era igual, con un vestido blanco, el cabello canoso y rizado, observó que su piel parecía joven, aunque él la recordaba arrugada. Quiso ignorarla y seguir su camino, pero, una fuerza, un impulso o algo lo había obligado a detenerse y observarla. Este mismo impulso lo obligó a bajar del auto y acercarse a ella después de escuchar que comenzó a gritar la palabra "Ayuda" una y otra vez. Se acercó lentamente, sujetando el palo firmemente y alumbrándola con la linterna. Unas ramas se rompieron al sentir su peso y en ese momento ella se levantó, quedando en la misma posición en que ella había estado en su imaginación todo este tiempo. Notó que ella cargaba algo, o mejor dicho a alguien, así que se acercó lentamente e intentó hablarle, pero no pudo.

Ella seguía llorando y pidiendo ayuda, y cuando él logró ponerse frente a ella, observó que lo que cargaba era al niño que había visto en su cabaña, solo que no estaba exactamente como lo recordaba. Ahora si tenía ojos, tenía labios, tenía playera, sus huesos no eran tan visibles. Lo único que mantenía de su visión era la posición anormal de sus piernas. En ese momento escuchó que algo se acercaba corriendo hacia ellos, giró rápidamente y vio a un hombre, el cual justo cuando Rodrigo lo iluminó soltó un enorme grito y comenzó a llorar a la par de la mujer. Entonces los reconoció, eran Aurora y Benjamín y al niño que cargaban era una versión de él de hace años.

Asustado corrió hacia su carro, volvió a entrar en él y se observó en el espejo. Inexplicablemente conseguía ver, a pesar de no tener ojos, el aire al jadear pasaba a través de sus dientes, descubiertos. Vio sus manos y tenía garras. Vio sus largas piernas torcidas y vio que a través de su piel se marcaban horriblemente todos sus huesos. Era un cadáver.

Estando en el carro, sin saber que hacer observó a la pareja, que estaba frente al río. Sus padres, tomando aquel pequeño cuerpo, notó que estaba empapado e inmóvil. Recordó.

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