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Hace 15 años, poco después de su cumpleaños número 11, sus padres habían decidido llevarlo a la cabaña. Estaban muy emocionados, pues los doctores habían dicho que algo de sol haría bien para su enfermedad, se los había dicho mientras retiraba el yeso de las piernas de Rodrigo. Llegaron temprano al pueblo, compraron comida en una gran tienda. Atún, galletas, café, vino, cigarrillos y un ropero fue parte de las muchas cosas que compraron, pues habían decidido pasar el verano ahí.

Al llegar el primer día habían ido al rio, pues decidieron que los quehaceres los dejarían para el día siguiente, querían divertirse. Rodrigo no sabía nadar, debido a su condición, pero se divertía leyendo sentado bajo el árbol, jugando también con sus juguetes sobre la roca que estaba a un lado de él y observando a sus padres juguetear en el rio, nadando y lanzándose agua. Deseaba mucho poder hacerlo algún día.

Pasaron toda la tarde en el rio, los padres salieron del agua y organizaron un pequeño picnic bajo el árbol, utilizando la útil piedra como mesa. Les encantaba pasar tiempo juntos, eran una familia feliz, como muchas otras no lo habían conseguido. Jugaban reían y platicaban. Benjamín les contaba sobre sus proyectos y como la empresa para la que trabajaba le había encargado planos para construir algunos hoteles para el pueblo. Aurora les contaba, omitiendo las partes que los oídos de Rodrigo no podrían escuchar, sobre algunos clientes. Rodrigo les contaba sobre las historias de terror que leía, pues le encantaba la literatura de horror, y sobre sus clases.

Pasaron un gran día y al regresar a la cabaña durmieron plácidamente juntos en la cama King Size que habían comprado tiempo antes, planeando en unos días regresar a la tienda y comprar una cama individual para Rodrigo.

Al segundo día, habían decidido realizar una limpieza general de la casa, que, si bien no estaba en tan malas condiciones, pues Benjamín pagaba a un señor para que le diera mantenimiento una vez al mes, aun tenia algo de tierra y hierbas que debían removerse.

Fue una tarde larga, no tan divertida como la anterior, pero tampoco quisieron salir, pues vieron que en el cielo se aproximaba una tormenta. Las nubes habían cubierto casi en su totalidad al sol, envolviendo al pueblo en una neblina espesa. Al llegar la noche los tres estaban agotados y, sentados fuera de la cabaña, en unas sillas que Aurora había colocado, vieron como la lluvia se aproximó. Al principio, cuando eran unas simples gotas, Rodrigo les pidió permiso a sus padres para mojarse en la lluvia, quienes accedieron e incluso jugaron con él durante un rato. Después de jugar, los tres como niños, cuando la lluvia incrementó, decidieron que era buen momento para bañarse, Aurora preparó café mientras Benjamín preparaba el agua para que rodrigo se diera un baño, y lo esperaba fuera del baño, por si necesitara ayuda en un momento. Después de rodrigo le siguieron Aurora y Benjamín.

Cuando anocheció hubo un apagón en todo el pueblo, así que decidieron encender las velas, Aurora le sirvió chocolate caliente a Rodrigo y decidieron que el ambiente era digno para contar historias de terror, pues una tormenta y la oscuridad iluminada solo por las velas y los cigarrillos de Benjamín eran ya atemorizantes, aunque sus padres le dijeron que no habia nada que temer. Rodrigo fue quien más historias contó, acerca de lo que leía y también de su joven imaginación. Pasaron la noche hasta llegada la madrugada y decidieron que era momento de ir a dormir. Prepararon de nuevo la cama para los tres y se recostaron, unos minutos después Aurora y Benjamín estaban dormidos.

Rodrigo permaneció despierto, pues la tormenta le causaba algo de miedo además de que quería ir al baño. No quería ir solo, pero tampoco quería levantar a sus papás. Al cabo de unos minutos decidió ir solo, se levantó de la cama y, recargándose con los muebles, decidió caminar lentamente, con algo de trabajo, hacia el baño. Fue en ese momento cuando lo vio.

Al salir del baño escuchó un furioso rugido y el sonido de algo de vidrio rompiéndose, estaba parado justo frente a la habitación de sus padres cuando vio que de la cocina emergía una figura alta, esquelética, que emanaba un fétido olor, con cada pisada dejaba gusanos en el piso y goteaba un líquido de la boca, como sangre. Aquella cosa cargaba una vela, la cual iluminaba tenuemente su figura. Entonces un rayo de luz, producido por la tormenta, lo iluminó. Un ser sin rostro y deforme. Como si fuera un cadáver. Quiso gritar, pero no pudo, en vez de eso se le quedó viendo justo donde debían ir sus ojos. Estuvo unos segundos viéndolo, quiso correr hacia donde estaban sus padres, quiso pedirles ayuda, pero no pudo. Así que vio la puerta, decidió que si esa cosa lo seguía fuera de casa él podría ocultarse y volver rápido. Creía estar soñando, asi que apretó sus puños hasta que sus manos comenzaron a sangrar, pues odiaba cortarse las uñas, así que se las enterró. Sintió dolor, sin embargo, se armó de valor, y, sabiendo lo peligroso que era, salió corriendo, como pudo, de la cabaña, abrió la puerta y se dirigió al árbol donde había pasado la tarde anterior. Corrió sintiendo un enorme dolor, pues sabía que esta era demasiada carga para sus huesos. Corrió y cuando miró hacia atrás vio como aquella cosa cerraba la puerta de la cabaña detrás de él. Sintió un enorme terror, pues sus padres seguían dormidos y estaban ahí. Quiso pedir ayuda, pero no sabía cómo, escuchaba mucho ruido en la cabaña, como si movieran los muebles de un lado a otro. Probablemente su padre estaría ahora mismo peleando con ese monstruo.

Llegó al árbol, se escondió detrás de la piedra, permaneció ahí un tiempo, mojándose por la lluvia de la furiosa tormenta. Estaba llorando, no podía dejar de llorar, estaba asustado, como nunca antes lo había estado, no sabía qué demonios había visto en la cabaña y tenia miedo por sus padres. Mantenía la mirada fija en la cabaña, así que empezó a escuchar a su madre llamándolo, desde adentro, después la voz de su padre y se dio cuenta que ambos estaban buscándolo, y por el sonido de sus voces estaban desesperados. Vio entonces salir a su madre de la cabaña, y se levantó, feliz por verla sana, ella lo vio y corrió hacia el, cundo un enorme rayo golpeó el árbol donde estaba escondido, el árbol cayó encima de Rodrigo, fracturando sus dos piernas, atrapándolas entre las ramas y tirando su cuerpo hacia el rio, dejando su cabeza, sus brazos y su pecho bajo el agua.

Aurora soltó un enorme y desgarrador grito y corrió hacia donde estaba Rodrigo, intentó soltarlo de las ramas, pero notaba que con cada movimiento que hacía, las piernas de su amado hijo se rompían una y otra vez, produciéndole más y más fracturas, doblándonos como si estuvieran hechas de hule y en cada doblez sonaba como si estuviera pisando hojas en otoño. No podía dejar de gritar, pues sabia cuanto dolor le estaba produciendo a Rodrigo y veía a través de la luz de su linterna como rodrigo gritaba debajo del agua, produciendo un sinfín de burbujas y dejándolo cada vez con menos aire.

Después de unos minutos, que para Rodrigo fueron horas, por fin logró zafarlo de las ramas y lo levantó en sus brazos, llorando y gimiendo, Aurora lo abrazó y sintió su cuerpo helado, inmóvil, comenzó a moverlo, a intentar despertarlo, pero al observar que no se movía comenzó a gritar. Le quitó la playera, intentó oprimir su pecho, para que expulsara el agua que sabía que se había tragado, así que lo colocó en el piso e hizo presión sobre su pecho, pero sintió nuevamente, como tronaba su esternón y sus costillas, cediendo ante la presión y reventándose debajo de sus manos. Aurora no podía dejar de gritar.

Benjamín al escuchar el alboroto fuera sabía que, se a lo que sea, debía llevar a Rodrigo al hospital, buscó las llaves del carro y salió corriendo de la casa, encendió el carro y se dirigió a toda prisa a donde estaban Aurora, quien estaba gritando como nunca antes la había escuchado. Corrió y vio como Aurora tenia el pequeño cuerpo de Rodrigo entre sus brazos, al escucharlo se levantó, y vio los ojos de rodrigo sin vida, con sus piernas deshechas y sus costillas en posiciones irregulares. Se acercó rápidamente lo llevaron al hospital, sabiendo que era demasiado tarde, pero aferrados a la esperanza de que aun se pudiera hacer algo.

Al salir del agua, Rodrigo, en su ultimo momento en vida, escuchaba los horribles y desesperados gritos de su madre. Sentía mucho dolor, pero ya no podía moverse. Lo último que recuerda haber visto es a su padre, corriendo hacia ellos y a un extraño hombre con una linterna en una mano y un palo con un cuchillo amarrado en la otra.

GritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora