IN THE HEAVEN

7 1 0
                                    


Sábado diecisiete de septiembre de 1950, 7:30 a.m. 
En algún lugar escondido entre el infierno y el cielo.


Mi pecho sube y baja más rápido de los pasos que soy capaz de dar y siento como me arden los pulmones mientras escucho las hojas secas partiéndose bajo el peso de mis pasos, pongo la mano en una de las numerosas paredes de hojas y me impulso de esta. No soy capaz de voltear la vista, más por miedo a ver a mi perseguidor que por cualquier otra cosa. 

Mis sentidos no se pueden sentir más despiertos hasta que siento como mis pies dejan de pisar y comienzo a flotar entre agua fría, la cual me abraza así como la misma muerte abraza al amor, cierro los ojos y a diferencia de cuando no estaba sumergida, mis pulmones dejan de arder, mi cuerpo se relaja y me quedo así durante lo que me parece ser una eternidad mientras mis lágrimas de paz pasan desapercibidas entre el ambiente que me rodea. 

Un ruido...no, una voz...no, un golpe sordo me aturde y abro los ojos de golpe, entre sudor y con la luz de una mañana nublada entrando por el ventanal que decoraba la pared de mi habitación, controlo mi respiración y asumo que el ruido era el mío cayendo de mi cama ya que ahora me encuentro amarrada entre un mar de sabanas. Me pongo de pie como puedo dejando todas las 
sabanas decorando el frío piso de madera y como si no tuviese conciencia de mi misma, camino o más bien arrastro los pies hasta el ventanal y veo justo la entrada del laberinto que me había estado atormentando en mis sueños desde que el invierno había comenzado. Este se veía implacable e imposible, aunque al mismo tiempo se notaba perfectamente rebajado, aunque era consciente de que este no era sometido a ningún tipo de cuidado, tendría que estar en ruinas, pero era como si Gaia se burlase de mi en la cara, pego la mano a la fría ventana, empañada y mi mano se queda estampada como el mismo laberinto en mi subconsciente. La puerta que está a mis espaldas se abre pesadamente como si esta tuviese el peso de una puerta de bóveda del mismo banco de Francia, aunque esta posiblemente lo sería para la vieja señora Higuer, una señora de avanzada edad con cabello blanco como el mismo alabastro y ojos tan negros como la obsidiana pura, esta siendo una mezcla extraña y propia de un villano. Aunque a diferencia de la dura expresión que tenía era una mujer de carácter suave y paciente, desde que tengo memoria alguna, la señora Higuer era mi tutora personal.

—Señorita Ra— entra la señora a mi habitación, viendo el desastre en el piso, suelta un suave suspiro y comienza a recoger las cosas dejándolas en la cama — su padre está esperando por usted para tomar el desayuno, ya son las siete con treinta y el día de ayer le dijo que la veía a las siete en el comedor. Asiento con la cabeza, no me gustaba la hora del desayuno, sobre todo 
cuando mi padre tenía tiempo para sentarse para soltar un sermón respecto a... 


—¿Señorita?—Mi tutora me saca de mis pensamientos al ver que no le tomo importancia y solo me quedo parada. Alzo la vista a ella mientras mis dientes aprisionan mi labio inferior, tal como mi padre hacía conmigo dentro de la enorme casa. Los pasos apresurados se hacen presentes en el pasillo para terminar siendo acompañados por Molly, la secretaria de mi padre. 


—Manda a decir el señor Mefisto que está castigada el resto de la semana y...—Antes de que termine salgo de la habitación, caminando a lo largo del estrecho pasillo de madera, a mis espaldas escucho a la rubia y amargada secretaria de mi padre gritando que no podía salir de la casa, que era una maleducada al dejarla hablando sola y otras cosas que no alcanzo a escuchar cuando doblo la esquina del pasillo, mismo el cual solo daba a otro, no era necesario que entrara a mis sueños para perderme entre pasillos que parecían infinitos. No estaba molesta con mi padre, a pesar que no teníamos la mejor relación podía entender completamente que no quisiera esperar durante más de treinta minutos a alguien que solo va a asentir con la cabeza mientras se zambute la cuchara llena de cereales sin siquiera verlo a la cara. 

El laberinto de RadamantisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora