Capítulo 0: El Fin

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Milo

¿Qué?¿Que la maldad no existe? Por supuesto que sí, y no sólo existe, sino también se aprovecha de la debilidad de todos nosotros para así seguir ahí, acechandonos y usarnos de manera que la beneficiemos. Entiendo tu escepticismo, yo tampoco creía eso, pero ahora si, ¿querés saber por qué? Porque esta vez me tocó a mí. 

Mejor empiezo por mi desgracia, mi principio o mi fin, según desde dónde lo mires, y cómo es que terminé así. Soy Milo, 19 años, estudiante universitario aunque no muy convencido de ello, pero bueno, ¿Quién estaría convencido a esa edad, no?. Vivía con mi familia en mi ciudad natal, Soneub Seria, soy de pocos amigos y voy con mis auriculares puestos a todos lados. Suficiente presentación, vamos a lo importante, así empezó todo, así la conocí a ella.

Verano, vacaciones en familia en otro país, todo parecía bien. Volvíamos en el avión con mis padres y mis hermanas menores luego de disfrutar unos merecidos días de descanso. Todo parecía normal hasta que, a diez minutos de aterrizar en el aeropuerto de Soneub, el avión comenzó a sacudirse y el piloto nos comunicó por los parlantes que nos abrochemos los cinturones que íbamos a tener un aterrizaje forzoso. No terminó de decirlo que el avión se inclinó hacia adelante y antes de darnos cuenta, el ya estábamos en el piso, a metros de la pista de aterrizaje, y todo medio destruido. Fue un momento angustiante, sólo recuerdo gritos que se oían a lo lejos, y un dolor punzante en mi brazo izquierdo, luego mi visión se tornó borrosa y ahí me desmayé.

Al despertar me encontré en una cama de hospital, pero sorprendentemente, sólo tenía un yeso en mi brazo izquierdo, no podía creer la suerte que había tenido. Me levanté, buscando a mi familia, ya que en esa habitación me encontraba solo, supongo que por haber sido una herida menor. Vagando por los pasillos, fatigándome a cada paso que daba, me crucé una enfermera, a quien le pregunté por mis padres y mis hermanas, ella, sorprendida por verme de pie en ese momento, asintió y me dijo 
-“Los estuve atendiendo estos últimos días, seguime, yo te llevo con ellos. Aprovecha ahora que ya están estables para poder verlos tranquilo”. 
Al entrar a la habitación, me invadió el miedo y la angustia al verlos a los cuatro en camas pero a diferencia de mí, los cuatro estaban conectados a pantallas que mostraban sus signos vitales. Consumido por la sorpresa y la desesperación los llamé, primero a mis hermanas 
-"Eli, Ele, despierten, ¿están bien?" insistí, pero no hubo una respuesta. 
Entonces fui con mis padres 
-"Mamá, Papá, ¿qué pasó? Las chicas no me contestan" les pregunté mientras se me quebraba la voz, pero tampoco respondieron. Mejor dicho, ninguno de los cuatro hizo movimiento alguno, en ese momento la enfermera, sin mirarme a la cara me dice, 
-"Tenés suerte de poder estar de pie, estuviste 3 días dormido. Ellos, en cambio, están así desde entonces. Después de varios estudios, sólo podemos determinar el estado de coma, pero no podemos hacer nada más, es cuestión de fe y de esperar. Lo lamento mucho" 
-"¿Fé?" le dije -"¿Es normal que una enfermera diga eso?"
Seguido a eso ella agachó su cabeza, se dió vuelta hacia la puerta de la habitación, y mientras caminaba en dirección a ella soltó sólo tres palabras 
-”Lo lamento mucho" dijo con un tono muy bajo, casi inaudible y se fue.

Caí de rodillas entre lágrimas y enojo profundo por haberlos perdido, por ser el único que salió bien del accidente. Luego de un rato de sollozar en el suelo, recordé el consejo de la enferma y opté por ello, como si tuviera otra salida en ese momento. 
Entonces respiré profundo, me concentré en mi mismo, puse mis palmas en el piso y dije 
-"Jehová, Júpiter, Osiris o quién sea que me esté escuchando, ¿Podés hacerlos despertar? Daría cualquier cosa por ello, mi vida si es necesario, sin ellos no me queda nada".
Pero se mantuvo ese tétrico silencio que inundaba la habitación desde que se fue la enfermera y quedé solo con ellos. 
-"Sabía que no serviría de nada confiar en esas cosas". alcancé a pensar.
En ese momento, dentro de mi mente resuena una voz, que parecía ser de mujer, pero toda gastada y áspera, y me dice 
-"¿Seguro que harías cualquier cosa? Dar tu vida no es poca cosa, eh" 
Sobresaltado, me puse de pie de un salto, miré en todas direcciones pero no encontré nada. Entonces volvió a hablar, 
-"¿Lo harías o no? No me hagas perder tiempo, mocoso". 
En ese momento, sólo pude asentir todo tembloroso, el miedo de la situación me quitó la voz. Mientras que la voz volvió a resonar desde todas direcciones, 
-"Estoy hablando a tu mente chico, sólo pensá y leeré tus pensamientos". 
Entonces pensé 
-"¿Quién sos? ¿Dios?" conseguí formular
-"No, bando equivocado chico, siguiente pregunta"- contestó
-"¿Un demonio?" conseguí a formular
-"Eureka genio, acertaste. ¿Todavía querés que ellos vuelvan?" me incitó
-"Por supuesto que sí, ¿pero qué me ofrecés? Porque supongo que no lo estás haciendo  simplemente por la bondad de tu corazón, si es que la hay".
-"Que lengua filosa, para haber estado asustado hace cinco segundos. Volviendo a los negocios, el trato es simple, ellos salen del coma, pero a cambio vos entras en uno, se llama intercambio equivalente chico, una vieja regla del mundo espiritual" me propuso
-"¿Y qué va a pasar conmigo? ¿Voy a seguir siendo consciente pero no voy a poder moverme? ¿Sólo eso? Para ser un demonio no es tan malo el castigo que ofrecés, aparte no te beneficia en nada" dije en tono sobrador
-"Nunca dije eso querido, acá se va a quedar tu cuerpo, pero tu alma y tu espíritu se vienen conmigo, así es como yo me beneficio de vos" contestó sin vacilar
-"¿A dónde me vas a llevar? Creo que es información necesaria para aceptar o no el trato" instigué.
-"Eso ya es pedir demasiado querido, pero sólo porque demostraste un poco de valor, te voy a decir esto, te voy a llevar a un lugar dónde si haces lo que te digo, vas a poder regresar algún día a tu cuerpo y con ellos" dijo suavemente, como si estuviera hablando directamente a mi oído.
-"¿Regresar? ¿En serio? ¿Cuál es el truco?" 
-”Ya te di demasiada información chico, si querés saber más aceptá o dejo de perder el tiempo acá con vos”
Me pareció raro, pero no podía detenerme a pensar porque ella lo iba a saber en ese mismo instante. Por lo tanto, opté por contestar rápido y seguro 
-"Está bien, acepto, pero primero quiero ver como ellos despiertan, ver que estén bien y luego podés llevarme con vos sin más preámbulo, ¿Te parece justo así?"
-"Maravilloso chico, una respuesta al nivel de tu orgullo, me agradás. Acepto. Ellos se van a despertar y vas a ser vos el que se desmaye ahora y los observamos para que confirmes que cumplí. Consumado eso te venís conmigo sin objetar. Si te parece bien, decí en voz alta 'Acepto señorita Alba'"
-"Okey" entonces lo dije, sin saber todo lo que contenían esas simples palabras, sólo esperando que sirviera para ayudar así a mi familia, lo dije.
-”Acepto señorita Alba”. 

En ese instante, comencé a brillar, y mi familia también. Los ví abrir los ojos, esos ojos azul  oscuro característicos que compartía con mis hermanas y madre, y los ojos marrones de mi padre, eran ellos. Se incorporaron en sus camas y débilmente comenzaron a hablar, estaban bien, no podía estar más feliz, volvía a verlos aunque fuese por última vez, tanto que comencé a llorar de la emoción, y ahí fue cuando me di cuenta. Sentí las lágrimas brotar de mis ojos pero ya no las sentí correr por mi rostro, entonces miré mi manos, yo era el único que seguía brillando, aunque con una luz tenue. Ahí fue cuando se escuchó un ruido, como de algo cayendo al piso, en ese instante,  ellos voltearon hacia dónde yo me encontraba, me vieron, o eso creí yo, hasta que mi madre comenzó a gritar y a llorar. Al ver eso me decidí a voltearme, cuando lo hice, lo ví, vi mi cuerpo tirado en el piso, solamente respirando, y yo fuera de él. Ahí me percaté de lo que había sucedido, y sin rodeos dije en voz alta:
-"¿Así que no perdiste el tiempo en sacarme de mi cuerpo, no?¿Alba?"
-"Correcto querido, dije que te los iba a permitir ver, y lo cumplí, ahora vos vas a quedarte en coma y ellos son lo que te van a cuidar. Cumplí mi parte, ahora te toca a vos, querido"
Miré hacia la puerta de la habitación y alli estaba ella, un mujer alta, de pelo largo y ojos negros como una noche sin estrella alguna, tenía una cara pálida de corte un tanto ovalada que remarcaba los límites de sus ojos y sus pómulos, también se le dibujaba una sonrisa contenida por sus labios pintados de un color similar al de sus ojos. Usaba un vestido largo de color violeta oscuro, tenía un collar con un cuerno que nunca había visto, similiar al de un carnero pero no completamente igual, llevaba un paraguas blanco en su mano izquierda y un guante negro en su mano derecha. Se dió vuelta, me tendió la mano derecha y me dijo 
-"Vamos, no necesitas invitación". 
Mire una última vez a mi familia, pisé firme, tomé su mano y desaparecimos del hospital.

AnawondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora