La chica que amo

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En un departamento en el centro de Seúl, la alarma de celular con el tono "Nalina" del grupo surcoreano Block B suena por toda la recamara. Jinah se despierta sin desearlo, a pesar de hacerlo diario desde hace seis años que llegó a Corea.

La verdad, extrañaba aquellos viejos tiempos en los que de vez en cuando acudía a dormir en el departamento de su mejor amigo, Woo Jiho, en Japón. Pero él tuvo que regresar a Corea y ella detrás, una vida en Japón sin él, no era nada.

Lo conoció en el colegio, lo transfirieron desde su país natal. Lo que le llamó más la atención era esa pinta de chico malo y esa mirada penetrante y ruda. Pero cuando sonreía, parecía el chico más tierno que pudo conocer.

Con el tiempo logró que esa mascara que usaba para estar siempre apartado del resto, se descubriera ante ella mostrándole quien de verdad era.

Pero sin duda lo que más la cautivo fue su voz, no tan grave ni tan suave. Perfecta. Y que decir cuando cantaba, ese era su pasatiempo favorito. Deseaba convertirse en un artista famoso, mejor dicho un rapero famoso, ya que ese género era lo que más le atraía y para lo que era realmente bueno.

Jinah lo acompañaba a sus "peleas" de rap callejeras y como siempre él se llevaba el premio y las ovaciones. Ella con eso era feliz, el simple hecho de ver que estaba siendo reconocido por lo que lo apasionaba, era más que suficiente.

Pese a que los padres de Jinah insistían en que la compañía de ese joven no le favorecía, ella se empeñaba en pasar el mayor tiempo posible con Jiho. Lo prohibido y peligroso siempre fue su debilidad. Para ella un NO te acerques a ese chico, se resumía en: acércate lo más que puedas.

Poco después que Jiho volvió se encontró con la posibilidad de entrar a un grupo masculino y tras analizarlo de todas las perspectivas, aceptó. Por esa razón ahora ella se encontraba en Seúl. Debía estar cerca de él en momentos como ese y como los que vendrían después.

Ahora comparte un departamento con su mejor amiga y también su compañera de trabajo. Como no era buena en el canto, ni el baile y en una de sus desesperaciones por ingresar en la misma compañía que Jiho, optó por el trabajo de maquillista.

Siendo sinceros no lo hacía nada mal, era algo así como su especialidad. Incluso en Japón durante las batallas de rap, ella se encargaba de delinear los ojos de Jiho para que dieran una expresión más profunda. Así que novata, no era. Y para su fortuna y con algo de ayuda de el mismo Jiho, se convirtió en su maquillista personal.

Después de levantarse, ducharse y vestirse, no le quedaba mucho tiempo para preparar algo para desayunar, así que solo tomó una manzana y junto a Lizzy, su mejor amiga, se apresuraron a salir.

Al llegar a la compañía ya las esperaban los chicos para ir rumbo a una televisora para presentarse en un programa de variedades.

Ahí, entraron a camerinos con algo de tiempo para maquillarlos y prepararlos.

Incluso si pasaran miles de años, Jinah se seguiría sintiendo igual de nerviosa cada vez que estaba tan cerca de Jiho. El solo verlo a los ojos a una distancia casi nula, le hacían temblar las piernas.

Era evidente que estaba enamorada de Jiho, pero él no lo sabía, o si lo sabía no lo aparentaba. Y, además, parecía no importarle ella como mujer, solo como amiga. Era lo que más la desesperaba y la entristecía. Solo rogaba por un acercamiento más cariñoso.

Desde hace poco tiempo lo empezó a notar extraño, sus sonrisas habían desaparecido casi por completo. Parecían demasiado forzadas. Los días libres le llamaba para salir y distraerse, pero últimamente parecía que él ya no tenía tiempo ni para eso.

ONE SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora