Gerona — 12 de agosto — 9 A.M. —1808
San Martín escuchó una trompeta. La estridencia provenía desde lejos, desde las barracas. Cuando el oficial francés irrumpió en la avanzada, San Martín estaba con el Gobernador de Gerona, Julián Bolívar.
—Es un oficial francés, señor. Trae pliegos del general Duhesme —dijo un soldado español a Julián Bolívar.
"Es hora", pensó San Martín. El miedo, la indecisión, o quién sabe qué otras razones, habían demorado a los franceses. Duhesme recibía malas nuevas todos los días, desde distintas provincias de España. La península resultó ser un toro demasiado embravecido para Napoleón.
Pero el momento había llegado. Ese trompetazo significaba una sola cosa: guerra.
San Martín cruzó miradas con su superior, El Irlandés, Richard O'Donovan. El pelirrojo coronel se cruzó de brazos y suspiró largamente. El oficial francés que había traído la carta se quedó parado entre San Martín y O'Donovan, que lo miraron de arriba abajo, con la mayor hosquedad posible. Julián Bolívar tomó la carta y la desenvolvió. Comenzó a leerla en silencio.
—Gobernador, ¿le importaría leerla en voz alta? —pidió Richard O'Donovan.
—«Habiendo recibido de su Majestad —dijo Julián Bolívar—, José, Rey de España y de las Indias, la orden formal de tener en consideración la ciudad de Gerona, en caso de sumisión a su autoridad...
Julián Bolívar interrumpió su lectura con una risa nerviosa y cargada de desprecio. Escupió al suelo y pisó la inmundicia con su zapato.
—» ...con la seguridad de olvidar todo lo pasado contra cualesquier que sea, propongo a vosotros: que me envíen inmediatamente diputados, para tratar la rendición de la Ciudad de Gerona; de lo contrario, yo voy luego a ocuparme de las operaciones de un sitio riguroso, que comenzará por la ruina e incendio de la ciudad...
Julián Bolívar, con infinito desdén, tiró la carta sobre el escritorio.
—Coronel, convoque a la Junta —le dijo Julián Bolívar a Richard O'Donovan.
El irlandés miró a San Martín, quien se levantó y salió de la casa, casi llevándose por delante al oficial francés que le obstruía la salida. A su paso, algunos soldados lo saludaban cordialmente: "Teniente", "Señor", "Eterno Bailén". Pero no todos los saludos eran flores. Algunas miradas hincaban con saña secreta. Cuando San Martín chocaba contra ese tipo de miradas, él mismo imaginaba los motes que le pondrían aquellos que lo despreciaban. "Tape de Yapeyú", pensó, cuando cruzó miradas duras con un soldado que limpiaba piezas de artillería; "indio misionero", "Mulato", "Cholo de Misiones", y así. Desde el encuentro con su verdadero padre y la revelación de la sustancia mestiza que corría por su sangre, San Martín se inventaba motes (o repetía los que había escuchado), y con ellos zurcía el orgullo en el mismo instante en que se lo desgarraban.
Miguel O'Dollon, Francisco Burgués, Mariano de Caramany... toda la junta, sin demora y por unanimidad, acordó una contestación para el general sitiador. San Martín, a cargo de un Tercio de migueletes y otros tantos somatenes, entre los que había paisanos armados y un pelotón de mujeres, repasó en su mente la contestación de la junta, mientras evaluaba la muralla medieval que abrazaba a Gerona: "Esta Junta, tiene el honor de decirle —repasó San Martín, mientras contemplaba las ruinas de una catedral—, que desde el momento que esta Ciudad se decidió por la justa causa —San Martín subió una cuesta y ordenó a unos gerundenses dirigirse a la fortificación más cercana— previó los males que puedan acometerla; y que la amenaza de V.E. no la intimida...
San Martín observó a unas mujeres de la compañía Santa Bárbara, llevando cartuchos y comida, remendando banderas españolas, ondeando estandartes en las fortificaciones; a un grupo de gerundenses desarrapados, dándose ánimos a sí mismos, cargando cubos destartalados de agua, con las miradas fieras y decididas adornando sus semblantes. Se sintió feliz de estar ese día defendiendo al Reino de España de la rapiña francesa. Sintió que la sangre aborigen se le diluía.
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Ucrónicas
Historical FictionLas figuras de la historia de nuestra humanidad pueden estar separadas por el tiempo y por el espacio... pero no en "Ucrónicas". Aquí se reúnen, en encuentros inesperados e increíbles. El desarrollo de la tecnología del vapor está en auge, y sirve a...