La noche se alargó mucho más de lo anticipado. Tras numerosos paseos circulares y otras tantas revisiones a las pocas cosas que había decidido llevar con él durante el viaje – ropa, documentos, dinero en efectivo -, Shoto había conseguido entrar en un estado de duermevela que apenas duró unas horas. Le pareció que había quedado atrapado en el borde entre la realidad y el mundo de ficción que su mente había construido con tanto empeño durante diez años. Echando un vistazo dentro, comprobó lo agujereado que ahora estaba; todos aquellos boquetes en su defensa habían sido causados por el ejército que parecía residir dentro de una sola mujer. Al ver su universo destrozado, no sintió la lástima que había esperado; al contrario, aprovechó el poco tiempo del que disponía para hacer su irónica despedida a aquella ciudad fantasma. << Adiós, mundo deformable. Siento no requerir más de tu existencia."
El sonido de la alarma de su despertador le sobresaltó al instante, haciendo que se incorporase como si hubieran instalado un muelle en su espalda. La apagó con un movimiento histérico; si alguien de su familia escuchaba el sonido - a pesar de que había tomado la precaución de bajar el volumen hasta el mínimo para evitar sorpresas desagradables – todo su plan se desmoronaría con la misma rapidez con la que lo había construido.
Eran exactamente las cinco y media de la mañana.
Shoto se obligó a confiar en que la magnitud de la casa sería un elemento a su favor. La residencia de los Todoroki era de una grandeza tal que parecía imposible que sus pasos fuesen oídos en las habitaciones de sus hermanos y, sobre todo, de su padre. En el peor de los casos, Shoto podrían retroceder hasta su habitación y descender saliendo por la ventana, situada a poca altura sobre el suelo. Hacer eso supondría un riesgo mayor, que prefería no tener que asumir a no ser que fuese estrictamente necesario.
Mientras avanzaba a través de los pasillos de la casa, el pánico dentro de su cabeza iba en aumento. Tenía miedo a que una de las tablas de madera chirriase bajo sus pies al siguiente paso, miedo a que las paredes no absorbiesen sus respiraciones agitadas, miedo a que los caóticos latidos de su corazón fuesen audibles en toda la ciudad. Sentía que estaba a punto de cruzar para siempre el umbral de la prisión donde había estado encerrado y que fuera le esperaba el vasto mundo, con su libertad azul, con todas aquellas cosas de las que nunca habría podido disfrutar. Todo se lo debía a Momo; era ella quien le había hecho comprender que la vida no podía limitarse a callar y anular la voluntad de uno mismo.
Consiguió abandonar la casa sin ser descubierto. Seis menos veinticinco de la mañana. El aire helado de la madrugada le dio la bienvenida al nuevo mundo, despeinando su pelo naturalmente liso. Quizás el viento conociese sus intenciones y quisiese contribuir con una sutil metáfora a su reinvención. No trató de obligar a los mechones descolocados a que regresasen a su lugar correspondiente.
Puerta principal de la estación de trenes. Seis de la mañana. Envuelta en una gran bufanda marrón, cuyo extremo caía a modo de cascada sobre un abrigo beige, Momo había estado aguardando la llegada de Shoto hasta ese momento. Él apareció y la miró con más intensidad de la que jamás lo había hecho. Vio el miedo escondido tras los iris grises de la muchacha.
- Tenemos que coger el tren de las seis y media. Vamos.
Shoto aferró la mano enguantada de Momo, llevándola consigo al interior de la estación. Sabía que era egoísta, que era despreciable no permitir que ella tomase una decisión mucho más sensata; pero si la perdía ahora, se volvería completa y absolutamente loco. La sola necesidad de tocar la dulcemente pálida piel de Momo le hubiera traído de vuelta a Musutafu después de apenas una semana en Hinohara. Shoto había pensado ingenuamente que era lo bastante fuerte como para efectuar su huida en solitario; ahora se daba cuenta de que un solo hubiese sido imposible, pues la música de la manumisión, de la liberación del esclavo, había sido escrita en forma de dueto.
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Monocolor | TodoMomo |
FanficShoto Todoroki enmudece de manera voluntaria a la edad de seis años, queriendo encontrar un escape al yugo de su padre. Durante una década, construye a su alrededor una realidad alternativa, perfectamente moldeable a su antojo, que utiliza como escu...