Mucho se ha especulado a cerca de que ocurre cuando mueres. Los mas religiosos dicen que según si en vida has hecho buenas acciones vas al cielo donde vives en paz con los ángeles, dios, Ala...(varia según la religión) Pero en caso de que hallas sido mala persona se llevara al infierno lugar del caos y el sufrimiento habitado por demonios y gobernado por el mayor traidor de dios que además fue uno de sus ángeles. Normalmente el infierno se representa bajo tierra. Ninguna de estos dos lugares es verídico ya que el bien y el mal no existen, son dos conceptos creados por el ser humano mediante los cuales se rige su sociedad.
Por el otro lado de esta corriente filosófica tenemos a los ateos, estos piensan que cuando mueres se apagan las luces y descansas en paz por toda la eternidad sin ser consciente de que estas muerto. Esto tampoco es cierto puesto que si vas a un lugar.
Hay otra variante que es la de los yonquis que creen que cuando la palman van a un lugar lleno de colores conde hay arcoíris e unicornios. Estos mejor los ignoramos.
Las dos teorías de religiosos y ateos tienen algo de razón porque vas a otro lugar pero este lugar no es ni el cielo ni el infierno, es ni mas ni menos que una sala de espera.
Seguro que ahora estaréis pensando "se ha vuelto loco", "otro que me quiere comer el tarro" pero en realidad nada mas lejos de la realidad. Antes de que tiréis el libro a la basura dejadme contaros la historia de un hombre que fue a esta sala de espera, luego ya decidiréis que hacer.
10/12/19
El cielo amainaba su tono anaranjado despidiendo al Sol para esconderse de su hermana y darle paso. La Luna entraba en escena y estaba tan hermosa como llena, la seguían las estrellas que se dispersaban decorando el extenso cielo que se tornaba negro. Farolas, tiendas, restaurantes se encendían alumbrando de las calles de la hermosa a la par que peligrosa ciudad de Lightland. El frio se hacia notar, era pleno invierno.
Coronado Bonilla miraba su reloj algo nervioso. Las 20:25 marcaban, sin pensarlo dos veces el anciano echó a correr con una mochila a cuestas. Entró en un bar abriendo la puerta de forma estruendosa y le pidió permiso para ir al servicio al dueño que se encontraba al otro lado de la barra, mientras tanto los residentes de allí miraban perplejos a Bonilla como si hubiese perturbado un momento de paz. El permiso le fue concedido y se metió en el baño a toda prisa cerrándose con pestillo.
Allí se miró en el espejo y suspiró, después se quitó el abrigo y su jersey de lana y los colocó en la mesa de mármol al lado del grifo. Con su torso casi al descubierto, ya que llevaba una camiseta de tirantes blanca, se pudo ver lo que antes era un cuerpo robusto y ahora era piel colgandera, en su pecho tenía una gran cantidad de bello canoso que a su mujer le gustaba llamar pecho lobo. En sus brazos tenia tatuajes de momentos y personas importantes de su vida, además de cicatrices que tenía por todo su brazo y parte del pecho, parecían ser de navaja porque eran muy profundas además de tener mucho tiempo. Se puso una camisa blanca, por encima una chaqueta negra de smoking y por ultimo se dispuso a ponerse la corbata. Al ponérsela le salió mal el nudo y se frustró. La verdad es que nunca le salió bien el nudo de la corbata y su mujer cuando se presentaba la situación de vestir de etiqueta (que eran pocas) se la ponía contándole una pequeña historieta.
"El conejo sube la montaña se esconde en un árbol, espera a que pase el cazador y baja corriendo."
Era algo infantil pero gracias a esta pudo recordar como hacerse el nudo de la corbata a la perfección.
Se miró en el espejo su rostro tosco con arrugas que no eran mas que el mapa de su vida, sus alegrías, sus penas, desafíos, sorpresas... Pero dicen que el espejo del alma son los ojos y el parecía tener una mirada cansada que había visto mucho, que antes sufría pero ahora disfruta del mejor momento de su vida. De la mochila saco un estuche del que sacó un peine y un bote de colonia de jazmín. Lavo su cara y peino su canoso cabello hacia atrás como gustaba hacer. Se colocó sus gafas metálicas ajustándolas en su gran nariz donde tenía una verruga en la aleta izquierda, peino sus peludas cejas y se miro repetidas veces para verse presentable. Miró en su cartera la foto de su mujer Christina y dijo en voz alta.