UNO

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LAS ESTACIONES DEL HECHICERO.

Primavera

Los rayos tenues que penosamente se asomaban por su ventana calaron a través de sus parpados cerrados. Se removió un poco para buscar una mejor posición y volver a dormir, pero la sensibilidad de su conciencia no se lo permitió.

Resignado a levantarse, se paró de la cama y procedió a asearse como era debido. Se colocó las elegantes y oscuras ropas que solía utilizar y salió de sus aposentos con el semblante tranquilo y su rostro apacible buscando algo en lo que usar su tiempo.

— Buen día, joven ZiTao. Su hermano solicita su presencia en su despacho. — le dijo una vieja mujer al bajar por las largas escaleras en forma de caracol. El chico asintió sin muchas ganas.

Lo que menos quería en la vida era comenzar su día viendo la cara de su amargado hermano. Eso era mal augurio por el resto de la semana.

Se encaminó sin ánimos hasta el despacho de ZhouMi. Tuvo que atravesar todo el pasillo que se coloreaba de tapices oscuros y muebles rústicos decorados con algunas lúgubres pinturas y autorretratos escabrosos. Tao siempre había creído que al castillo de su aquelarre le faltaba un poco de luz y alegría, pero era una opinión impopular.

Al poco tiempo, estuvo frente a la enorme puerta caoba. Tocó esperando la señal para pasar. No paso demasiado tiempo antes de que una ronca y profunda voz pronunciará un suave; adelante, detrás de la puerta.

— Dijeron que querías verme. — los ojos oscuros de su hermano mayor se iluminaron con una ligera molestia por el tono hosco que utilizo al hablarle, sin embargo, ZhouMi no dijo absolutamente nada.

Su constante silencio solía ser bastante irritante.

— Será mejor que vayas comportándote. — Advirtió. A Tao le entró por un odio y le salió por el otro. A él no le podían importar menos las amenazas de su hermano. — Solicite tu presencia para informarte que hoy en la noche se hará una ceremonia por la partida de nuestro padre. Espero estés presentable. — la sorpresa que le provocaron sus frías palabras fue bastante obvia.

El corazón le comenzó a latir de forma desenfrenada provocando que incluso fuera capaz de escuchar su propio ritmo cardiaco retumbando en sus oídos. La impresión de escuchar sobre su difunto padre fue titánica.

El líder de los hechiceros había sido asesinado por un Omega mestizo en una manda de Lobos cambia forma del sur, DaeWang. Tao creyó que no habían logrado recuperar su cuerpo, ahora solo le rogaba a los Dioses que descubrieran de quien había matado a su padre en aquella batalla.

Las repercusiones serían catastróficas.

— ¿Encontraron sus restos? — preguntó con cautela.

— No. Lo único que lograron recuperar fueron un par de huesos... esos perros saben cómo deshacerse de los infortunios ¿no lo crees? — la mirada fúnebre de su hermano le envió un escalofrío que le erizo la piel.

— Por supuesto. — concordó apenas, tragando el pesado nudo que se formó en su garganta. — ¿Harás algo al respecto? — la preocupación de que el hombre buscara venganza le congeló la sangre, sobre todo porque el asesino de su padre no era nadie menos que MinSeok, su mejor amigo.

Un mestizo cambia forma que había conocido desde hacía años. Tao estaría destruido si algo le llegará a suceder.

Por todo lo sagrado, por favor no.

— No, al final de cuentas me ahorraron un dolor de cabeza. — sonrió con cinismo. Tao podía entender que su padre nunca fue un hombre muy querido y que incluso para él, la noticia de su muerte no fue exactamente un sacrilegio, pero la felicidad que podía notar tras los oscuros ojos de su hermano le provocaron nauseas.

6. Instinto de Omega [타오리스 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora