Capítulo 16.

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[La mentira tiene rostro de hereje]

Makis.

No sabía si sentía el corazón de Natalia o el mío contra mis oídos, solo sabía que estaba sintiendo esa maldita presión a punto de explotarme hedor ninguna en el centro del pecho. Apestaba a ansiedad, a temor y a rabia; por otro lado, el de una enfermiza venganza bailaba sobre nuestras cabezas a medida que nos acercábamos a la habitación de mi mujer.

La tranquilidad que daba, que de las personas que habitaban ese hogar estaban en ese momento; la madre de Natalia había ido en visita de uno de sus padres, el papá estaba en su trabajo y no volvía hasta bien entrada la tarde. Mi Natalia era la única que estaba acá y no la dejaría entrar sola en ese lugar, mucho menos si los marcadores químicos de las emociones hacían que mi olfato se volviera loco de esa manera tan desquiciada.

Nuestros pasos resonaban a cada paso que dábamos, haciendo un eco lúgubre cada vez que alguna tabla mal golpeada cedía al peso de las personas que transitaban por el pulido piso. Natalia estaba a mis espaldas, intentando lanzarse sobre mi para correr a su habitación y terminar con esa incertidumbre; creo que, de no ser por mi fuerza, ella me habría atropellado para llegar a su lugar.

—Quédate quieta. — Murmuré de mala gana, apretando su cuerpo contra la pared. — No me hagas amarrarte en la parte baja de la escalera.

—¡Es mi amiga de la que hablaste! — Farfulló entre dientes. — Ella... ella...

—Y yo haré lo que sea por las personas que quieres. — Susurré tomando sus mejillas, hundiendo mi mirada en la de ella. — Necesito que me mires y me prometas que me dejarás investigar por mi cuenta antes de que te lances de cabeza al pozo. — De inmediato negó con fuerza, intentando volver a poner marcha hacia arriba. — Natalia, necesito que te quedes acá, necesito que me dejes ser quien soy para defenderte.

—Necesito ver que no es ella. — Sollozó. — Necesito ver que... que no le hicieron daño.

Podía sentir su miedo traspasar mis poros y llegar hasta mi corazón, paralizando mi corazón hasta el punto de encontrar la fibra más sensible de mi alma, en donde el temor calaba fuerte y la sensación desesperante de estar perdiéndola me mataba un poco. En este momento, cuando alguien amenazaba su seguridad, era cuando yo me sentía más humana, me sentía más vulnerable ante la idea de perderle.

—No puedo entrar ahí si tu estás tras de mí. — Supliqué. — Es por eso por lo que necesito que te quedes acá y me dejes corroborar que nada ahí arriba te hará daño. — Su cuerpo completo temblaba, como si realmente estuviera lista para romperse. — Necesito que me dejes asegurarme de que todo estará bien para ti.

Era una súplica complicada que apenas dejaba entrever la realidad de los sucesos que rompían nuestra serenidad; era tan necesario para poder enfrentar cada una de las cosas que se nos venían encima. Natalia asintió con suavidad, como si aún estuviese reticente a dejarme actuar.

Caminé escaleras arriba, permitiendo que el lobo tomara posesión de cada uno de mis sentidos, dejé que la fuerza me invadiera y que mi olfato se hiciera mil veces más fuerte; para cuando terminé de subir las escaleras, mis dientes salivaban ante el olor insistente de la sangre en las paredes y mis patas hacían mella en el suelo pulido suelo.

Ya mañana le pediría perdón a mi señora suegra

Lo primero que vi apenas crucé la puerta, fue a Simón Vargas sentado sobre la cama de Natalia, con las piernas cruzadas y una pose tan desinteresada que me daba rabia. A su espalda, en el raso color gris de sus paredes, había palabras garabateadas con una tétrica caligrafía que se leía sin dificultad.

Mi Luna. - (Ventino) [Makia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora