Capitulo 2: Daddy Issues

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-¿Me buscabas, Ava?-Aparece Jericho de repente seguido de varios de mis hombres

-Si-Trato de parecer normal y no afectada por la desconfianza-¿Cómo va lo de los Reed? Espero que ya este todo terminado-digo sabiendo que no me importa en lo mas mínimo la disputa entre dos bandas de motociclistas, pero también sabiendo que una de esas bandas trabaja para mi, los Black Scorpions, y no pueden seguir haciendo el trabajo sucio si tienen a los Reed jodiendo con su territorio y con ellos.

-Ya está casi solucionado, Jefa-dice sonriendo de lado-Para mañana ya van a estar trabajando normalmente-

-Bien, porque sabes que mañana tengo una reunión con el resto de las mafias latinas, estamos en el medio de un negocio grande y no puedo estar distrayéndome con estas cosas-digo firme y seria, para que entienda que necesito todo solucionado en el mismo día, o si no habrá consecuencias.

Sin darme cuenta examino la cara de Jericho, su cabello rubio oscuro despeinado, sus ojos claros, sus rasgos suaves, que a veces hacen que parezca un niño si no tuviera esas cicatrices adornando su cara, borrando todo rastro de inocencia. Pienso brevemente en cuanto confío en el, en cuanto me costó al principio, y en lo difícil que fue adaptarme a delegar parte de mi trabajo a una mano derecha, a el. Pienso en el cariño que le tengo, en como de dolida estaría si es verdad que me estuvo traicionando todo este tiempo.

Rápidamente mis pensamientos cambian al darme cuenta que a pesar de pensar que lo que dijo mi padre es, en efecto, descabellado e improbable, mi deber como la jefa de esta mafia y responsable no solo de mi familia si no de todo aquel que trabajara para mi, es justamente no fiarme ni de mi propia sombra, y lamentablemente esto lo incluye a el.

-Ava, ¿Estás bien?-dice Jericho sacándome de mi propia mente

-Si, lo siento-digo volviendo a mi-Hoy estoy un poco dispersa, ve a preparar todo. También necesito que Sage te ayude a organizar todo para mañana, quiero que todos se sientan cómodos, acuérdate que dependemos de todos ellos, para mantener la alianza-digo yéndome a mi despacho no sin antes ver como asentía la cabeza en afirmacion.

Entrando al despacho lo único que puedo pensar es en lo fácil que mi padre puede meterse en mi cabeza, y que a pesar de no confiar en el ni en su juicio, y a pesar de haber hundido lo que quedaba de esta mafia estando al mando, es cierto que en su momento el logró crearla desde un principio, para después casi destruirla dice una voz en mi mente, pero la alejo pronto, porque a pesar de todo, en sus años de gloria, en los años de gloria de la mafia mas poderosa y temida de Los Angeles, Los Rivera, mi padre fue un jefe implacable.

La mafia de los Rivera había comenzado mucho antes de que yo naciera, Alexander Rivera, mi padre, en ese entonces solo era un joven sin nada, escapando con su familia de una Argentina casi rota hacia lo que el, sus padres y su hermana pequeña pensaban que seria un futuro mejor, no lo fue. Cuando llegaron, su vida no fue muy diferente a la que tenían en su país natal y pronto Alexander tuvo que ganarse la vida por otros medios, ya que no alcanzaba con lo que su padre ganaba como mecánico. Empezó siendo un joven inexperto, pero con tiempo, inteligencia y contactos logró hacerse un lugar en el bajo mundo, y lo más importante, logró hacerse un lugar junto a las demás mafias latinas de la región. Rápidamente cuanto más poderoso fue, más aliados conseguía, hasta que logró unirlas a todas, el a la cabeza manejando todo.

Su dominio llegó a niveles inimaginables, y con esto también llegaron los excesos, Alexander nunca había conocido de estos, su vida fue impulsada por las carencias y pronto se sintió casi embriagado de poder. O por lo menos hasta que conoció a mi madre, Amelia Robinson, una mujer estadounidense, enfermera recién recibida y de carácter fuerte. Se enamoraron rápidamente, ella sin saber concretamente el trabajo de mi padre, creyendo que era un empresario joven carismático con suerte que alcanzo la cima demasiado pronto. Luego de un par de años después de casarse, tuvieron una niña y el resto es historia. Al descubrir el verdadero trabajo de mi padre, mi queridísima madre lo abandono, nos abandono, dejándome con un padre demasiado atormentado y culpable para siquiera cuidar de mi apropiadamente. Así fue como me crié felizmente con mis abuelos, Bruno y Maria Rivera.

Saliendo de mis pensamientos, y después de darme cuenta de como de rápido había pasado el tiempo mientras pensaba, decidí ponerle fin a las sospechas y actuar de una vez, mande una alerta desde mi celular al de Mason, sabiendo que Sage estaría ocupada y en la línea jerárquica de mis hombres seguía el. Espere pacientemente a que llegara mientras acomodaba el escritorio con los papeles y facturas inconclusas que había en este, hasta que la puerta fue tocada.

-Adelante-digo subiendo un poco mi tono de voz

-¿Me llamaba, Jefa?- Dice Mason desde la puerta

-Si, entra y cierra la puerta-digo mientras lo miro atentamente- Necesito que hagas un trabajo, y requiere de absoluta discreción-digo luego de que la puerta haya sido cerrada

-Claro. ¿Que necesita?-Su mirada segura se fija en mi

-De ahora en mas cada vez que mi padre salga de esta mansión, quiero saber exactamente a donde se dirige, con quien habla, quiero saber incluso hasta con quien se acuesta- digo tragándome el sentimiento de culpa por dudar de nuevo de mi padre.

Como esperaba, el me entrega una mirada confundida primero, para luego asentir.

-Claro, Jefa. Supongo que querrá un reporte diario-dice sabiendo como solía manejarme con los trabajos urgentes y personales. Esta no es la primera vez que confío en Mason para hacer este tipo de trabajos.

-Si, y también necesito que revises sus cuentas y me comuniques si tiene más en cualquier otro banco del mundo, conociéndolo es una posibilidad-digo sintiendo la frustración en mi voz por tener que hacer esto en lugar de estar pensando en la reunión del dia siguiente.

Después de verlo asentir e irse, me relajo en la silla un minuto, soltando un suspiro de cansancio para luego salir del despacho rápidamente dirigiéndome a mi habitación sin siquiera cenar, sabiendo que seguramente lo voy a hacer sola como siempre.



Alexander Rivera en multimedia

Abysm (Serie Abismo 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora