Prefacio

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Esta historia pretende ser una continuación al final de la historia que hemos tenido en la serie, una historia complementaria de lo que me hubiese gustado ver, sentir y descubrir sobre su nueva vida en Manchester y el deseo de ser madres.

La historia ya tiene una estructura definida, pero está construida para que en caso de que os guste y yo me sienta inspirada se pueda alargar con más capítulos de los pensados inicialmente.

Por motivos laborales no tengo demasiado tiempo paraescribir asiduamente así que he pensado colgar un capítulo por semana. Esperoque os guste y me contéis vuestras impresiones.


MANCHESTER

Cuando empiezas un viaje siempre hay ilusión y nervios, por lo desconocido, por lo que vas a ver y descubrir, pero cuando es toda tu vida la que empieza de nuevo en ese viaje además hay miedo, mucho, a lo desconocido, a un idioma extraño, a no saber donde ubicarte, donde encontrar tu sitio en medio de esa vorágine que significa empezar de nuevo.

Así, Luisita y Amelia no sólo llevaban sus útiles en las tres maletas que les acompañaban al bajar de avión sino también sus miedos y sus inseguridades. No era la primera vez que dejaban todo atrás y la primera vez no salió como ellas esperaban y la sensación de fracaso estaba presente en cada paso de daban desde que dejaron la seguridad de la Plaza de los Frutos. No sólo era miedo lo que llevaban con ellas, la ilusión y la esperanza de poder cumplir su sueño de ser madres y poder sentir que el universo o quien quiera que fuese el que gobernara el mundo por fin se había puesto un poco de su lado llenaba, casi más que el miedo y la inseguridad, sus repletas maletas.

La amiga de Cristina les había dado instrucciones para poderse guiar una vez llegaran al aeropuerto, se había disculpado mil veces por no poder irlas a recoger y ellas le habían dicho mil una vez que no importaba, que con las instrucciones seguro llegarían al hostal que aquellos primeros días habían reservado hasta asentarse y conocer un poco la ciudad.

Era un aeropuerto grande y el tráfico era intenso, pero siguiendo las instrucciones, como quien camina siguiendo una cuerda encontraron la parada de taxis. Allí quiso la providencia o el universo que el taxista fuese un español emigrado hacía años y que todavía recordaba el idioma de la madre patria.

Mientras recorrían las calles de la ciudad les recomendó diferentes sitios para ver, como si estuvieran de turismo, lugares económicos donde comer y les dio la dirección del hogar español de Manchester, por si os encontráis solas en algún momento y necesitáis el calor del hogar apostilló con una gran sonrisa en la boca.

Las dejó sanas y salvas en la puerta del hostal con la promesa de ser su taxista en la ciudad si volvían a necesitar sus servicios y ellas entraron en el que sería su nuevo hogar hasta nuevo aviso. Se encontraron con una señora entrada en años, seria y poco comunicativa que les dio las llaves cuando le enseñaron el papel donde estaban escritos sus nombres. No dijo ni una sola palabra, ni en español ni inglés, ni amable ni seca. Sólo les señaló un cuadrito clavado sobre la madera de la puerta donde se podía leer el horario de comidas. Sonrieron y cerraron la puerta.

Una habitación de dos camas, sencillas, un armario algo escaso para albergar la ropa de una larga temporada, un par de sillas, sobre ellas una toalla que había vivido mejores tiempos hacía mucho. Una cortina algo raída tapaba la única ventilación de la habitación, un ventanuco que daba a un patio de luces no mucho más grande que la habitación.

Se miraron y a pesar de todo sonrieron, eso sólo era un espacio donde estar, donde pasar el tiempo esperando el verdadero objetivo... ya encontrarían algo mejor, o no, pero esta vez estaban seguras, estaban más unidas de lo que lo habían estado nunca y tenían muy claro que ese niño o niña era lo que más deseaban en este mundo después de estar juntas.

Empezaron por deshacer el equipaje y una vez colocada cada prenda en su sitio se tumbaron en una de las camas. Los nervios, el viaje y la tensión de lo desconocido las hizo dormirse en cuanto tocaron la colcha. 

A la mañana siguiente les esperaba una de las citas más importantes de sus vidas.

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