Capitulo IX

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El más puro deseo, se esconde entre ellos

Y sin saberlo, los une la pasión

Él la siguió hasta la que era su habitación, Freya desde su estancia había compartido la suite con sus hermanos, pero luego de lo acontecido decidieron que retomaran sus vidas rápidamente sin dar tiempo a especulaciones. Por lo menos, ella y Rebekah eran las que más tenían que cuidarse para proteger a su familia.

Por ello decidió tomar otra suite que estaba solo dos pisos por debajo de la que se encontraba su hermano.

Al abrir la puerta, dejó que Giorgio entrara primero y luego de mirar a los guardias entro cerrándola tras ella.

Giorgio estaba recorriendo la habitación con la vista mientras ella se quitaba al abrigo que tenía puesto, quedando solamente con el short negro sus tacones del mismo color y la blusa color champan. El moreno se giro hasta ella pero no pudo reaccionar cuando lo tomó de la nuca y estampó sus labios con los de él, sorprendido se tambaleó un poco pero logró mantenerse en pie evitando que los dos cayeran.

Ella adentro su lengua en la boca de él, produciéndole un gruñido de satisfacción por la invasión. Colocó sus manos en su cintura acercándola más a él, haciendo que sintiera todo su calor, provocando un gemido de satisfacción.

Ellos se sumergieron en una lucha de lenguas, ninguno de los dos quería perder la batalla pero tuvieron que separarse cuando el aire les faltaba.

Él la miro observando la oscuridad de esos ojos verdosos que ahora parecían de un verde bosque, provocándolo a perderse en su mirada. Se sentía agitado por la batalla pero con ganas de más, su entrepierna dolía sabía que sería horrible si no calmaba la necesidad de satisfacerse de su amigo.

Ella levanto la vista para descubrirlo observándola, el moreno llevo su pulgar a su labio inferior y lo acaricio, perdiéndose en el rojo carmesí que se mostraba producto de la hinchazón.

-Pensé que deseaba relajarse.

-Hay muchas formas de relajarse -Atinó a decir sin dejar de mirarlo.

Él sonrió, comprendiendo el mensaje y apretándola más hacia él susurró:

-Tal vez yo pueda ayudarla a relajarse -Se acercó un poco más hacia sus labios.

-Es su deber ayudarme.

-¿Mi deber? -Cuestionó divertido.

-Sí -Lo empujó haciendo que cayera en el sillón -, no sería digno de un caballero dejar a una dama caliente y excitada -Dijo poniéndose a horcajadas sobre él.

-Para nada digno -Murmuro apretando sus nalgas entre sus manos.

-Por eso es su deber ayudarme - Dijo ella quitándose la blusa y dejando al descubierto su sujetador de encaje negro que resguardaba sus firmes y medianos senos.

Él miro el valle que se formaba entre esas dos montañas y tomándola de la cadera para apretarla más contra sí la pegó a su cuerpo haciéndola sentir su entrepierna. Ella gimió en respuesta ante el rocé y eso fue todo lo necesario para que él tomará su boca con necesidad, ardor, pasión.

Se sumergieron en otra batalla de besos pero en esta ocasión la ropa se iba yendo poco a poco, hasta que quedaron completamente desnudos y sin previo aviso Giorgio la apretó contra sí cambiando de posición, la recostó sobre el sofá y entro en ella de una sola estocada.

Freya gimió de placer mientras apretaba los ojos y arqueaba un poco su cuerpo en respuesta al sentirse completamente llena, él sin mediar palabra comenzó a moverse con estocadas firmes y certeras, en movimientos rápidos que tuvo que disminuir un poco por el delicioso sonido que salia de los labios de ella, lo estaba volviendo loco pero se rehusaba a terminar pronto, quería disfrutar mucho más de su cuerpo.

Freya MichelakisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora