Cambios

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Llegué a la educación media pesando 44 kilos, el gordito de panza redonda y pechos suaves había quedado atrás. Durante 4 años mi alimentación cambió bastante, se limitaba a dos comidas al día con galletas saladas y gomitas de ositos. Estuve muy delgado y mi gustos por los gorditos había menguado. Mis relaciones con hombres delgados o musculosos eran comunes pero no me satisfacían. 

Un día recibí por Facebook una solicitud, era un hombre cuarentón, bien parecido, peludo, con una gran panza redonda, grandes brazos y piernas gordas. Lo acepté y comenzamos a hablar, era profesor de francés e inversionista, y le gustaban los jóvenes delgados como yo.

Luego de unas semanas concretamos conocernos, era martes y tras salir del liceo me encaminé hacía su departamento que quedaba a unas cuadras de mi escuela. Al llegar el conserje llamó al departamento y subí. Toqué el timbre y Miguel abrió la puerta. Vestía formal, con la camisa desabotonada mostrando su pecho peludo.

- Eres más guapo en persona - dijo mirándome de pies a cabeza. Pasa, vengo llegando de la oficina y me estaba poniendo cómodo. 

- Tú también eres muy guapo Miguel - dije con una sonrisa coqueta y mirada inocente. 

Conversamos un rato y nos reímos bastante. Era un caluroso día de verano, el reloj marcaba las 15 horas y el sudor era evidente.

- Quieres ducharte? Es un día caluroso - dijo mientras se desvestía. 

Acepté y me desvestí también. Desnudos los dos nos miramos un largo rato, me tomó de la cintura y me dio vuelta, su panza chocó contra mi espalda y tocando mi culo me llevó a la ducha.

Era el primer hombre con el que estaba, bajo la ducha tomó mi cabeza y me acercó a sus pezones, los lamí y dejó escapar un gemido. Su panza era muy redonda, suave al tacto pero dura, no como gelatina, me encantó. 

Al salir de la ducha nos quedamos desnudos sobre la cama, seguimos conversando de la vida, gustos, fetiches, y experiencia. De pronto se acercó a mí y nos comenzamos a besar, mis manos no soltaban su panza o pechos, eran tan ricos que no podía parar de tocarlos. De pronto sentí algo caliente y palpitando en mi muslo, era su pene erecto, gordo y caliente, invitándome a saborearlo. Comencé a mamar ese duro falo mientras que mis manos recorrían sus gruesas piernas, estaba literalmente en el cielo, no sabía porqué había abandonado el gusto por los gordos. De pronto me da vuelta, dejando mi culo en su cara. Sigue chupándolo bebe - dijo para después hundir su lengua en mi ano. Empecé a sentir placeres no explorados, y este gordo me estaba haciendo ver estrellas.

De pronto se detiene y se levanta, abre un cajón y saca lubricante y condones. Yo lo miro con cara de susto.

- ¿Qué sucede bebé? - dice mientras me toma el mentón. 

- Es que soy virgen de culo, serías el primero - dije con una mirada inocente pero calentona.

- Tranquilo bebé, papá le va a enseñar y será bueno con ud - dijo mientras apretaba mis mejillas y me besaba. 

Me puse en 4 y él se enfundó el preservativo, lubricó mi ano y dio la primera estocada suavemente. Podía sentir cómo entraba, un dolor placentero invadió mi cuerpo, mientras agarraba con fuerzas la cama con mis manos y gemía a su ritmo.

Una vez dentro pude sentir tu panza descansar en mi culo, fue muy excitante. Se acercó a mi oído y dijo: Ya está adentro bebé, ahora papi lo hará gozar. Las suaves estocadas quedaron atrás y fueron reemplazadas por fuertes y repetitivos choques. Mis nalgas chocaban en su pelvis provocando un excitante sonido. Me tomó del pelo y me folló más duro, era obvio que era un experto en lo que hacía, yo sólo me entregué a su placer, mi cuerpo ya no respondía. Me dio vuelta, colocando mis piernas en tus hombros y mientras me follaba me masturbaba.

De pronto un calor muy fuerte empezó a invadir mi cuerpo, iba a acabar y grite: Voy a acabar, para!

- No bebe, quiero verlo acabar - Dijo al tiempo que aumentaba la velocidad de sus estocadas.

Toqué sus pechos y al acabar los apreté hasta que el orgasmo acabó, y a los segundo me toma de la cadera y da la puntada final, acompañada de un gran gemido. Salió de mi y se acostó, yo me recosté sobre su panza acariciando su muslos.

- Ahora ese culito es mio, venga cuando quiera - dijo Miguel tocando mi culo.

Salí del departamento y me decidí, quizás ya no volvería a engordar pero definitivamente los gordos son lo mío. Así es como comencé a entrar poco a poco en la comunidad de oso de mi país, primero los osos, para luego probar el resto de categorías de la comunidad.

Facundo: La historia de un feederDonde viven las historias. Descúbrelo ahora