Capítulo 7

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Caminaba rápido todo lo que mis piernas me lo facilitaban, intentando seguirle el ritmo a mi jefe. Últimamente y desde el suceso con mi hijo, todo cuando yo hacía le fastidiaba. El creía que yo tuve la culpa de lo sucedido o que lo había propiciado.

En ese instante estábamos por los pasillos de una de sus plantas, había viajado con él por primera vez. Pero fue en el país, sentía las piernas entumecidas de subir y bajar escaleras, pues él no usaba el ascensor de los empleados.

Él se movía por unas escaleras privadas y de esa manera no era visto por el personal a su servicio. Una vez vislumbré otra escalera y con mi jefe a unos 50 metros de mí, me quejé.

—¡Quiere esperarme! —grité y lo vi detenerse al pie de las escaleras.

Estamos solos, pues los directivos se habían adelantado hace unos quince minutos. No miró hacia mí, simplemente se detuvo un instante y siguió.

—La espero arriba, no creo que se pierda —fue su estúpida respuesta.

Una vez sola y tras perderlo de vista grité de frustración, su alegato era válido, debí buscar una escuela dentro de la lista que él me proporcionaba, pero eran costosas. ¿Cómo carajo iba a saber que Industrias Tomasevic pagaba el 80% de la mensualidad escolar? No soy adivina, de serlo me hubiera evitado toda esta mierda en la que estaba envuelta.

Incluyendo a Kurn Satanás Tomasevic, sonreí, así le decíamos Connor y yo. Con él tenía una bonita amistad, era educado y me había asesorado en muchas oportunidades. Jamás tenía un comentario fuera de lugar y hablaba maravillas de su novia.

—Bien, aquí voy — hablé segundos después y cuando pude recobrar el aire.

Cómo no tenía el estrés de seguirle el ritmo, subí las escaleras cómodamente, ya había oído de donde estarían reunidos y yo no tenía por qué estar. Pero se negó a dejarme en la zona de alimentación, mi deber era estar con él, sin importar si me necesitaba o no.

Que alguien le diga que la esclavitud fue abolida en América, luego de la Proclamación de la emancipación por allá en 1863. Estaba llegando a él último escalón, cuando sentí mi móvil sonar, de seguro era él y rugiendo por qué no estaba a su lado. Se sentiría indefenso, sin su saco de box, que era lo que yo representaba para él en estos momentos.

—Estoy subiendo jefe, tres minutos y estoy frente a la puerta esperando por usted. —dije sin mirar la pantalla y antes que me reprendiera.

—Antonella Bertucci, —dijo una voz con acento italiano — necesito que Enrico Malone, se apropie de lo que pertenece y que crezca en su país, con sus costumbres.

Mi primera intención fue colgarle, pero eso no quitaría que el llegara a buscarme. Porque si sabía mi número de teléfono, que solo tenía el señor Kurn y los empleados de la casa, podría tocar a mi puerta un domingo.

—No te daré a mi hijo, —dije firme, aunque por dentro temblaba —Anrow firmó un documento en donde renunciaba a su hijo y me dejaba a mis todos los derechos sobre él...

—Me importa muy poco ese papel, tanto como tu vida en este instante, lo haremos por vía legal, pero si no se puede a la fuerza... Eso se me da bien —Espetó— es un Malone y su sitio es aquí a mi lado así que te daré un tiempo, asesórate y busca abogados por que los vas a necesitar...

—Ningún juez le dará la custodia a un criminal y si crees que te daré a mi bebé fácilmente estas equivocado. Primero me matas...

—Perfecto, así me evitas pagos de asesoría y meses de litigio —diciendo esto colgó.

No supe como subí las escaleras y me senté a esperar a que mi jefe saliera. ¿Qué tan válido era el papel que me dejó Anrow? Tenía que hablar con Connor, él podría asesorarme... Con dedos temblorosos marqué a Olivia.

Un Millonario en JaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora