Capítulo 13

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Dilcia era muy diferente a mis ex esposas, Sila y Belma, estas eran caprichosas, nada útiles, dependientes de mi bolsillo y el trabajar no estaba en su rutina. Aunque a Sila le tocó, luego de que su esposo quedó en silla de ruedas, en un atentado en contra uno de sus jefes.

Aclarando que ese atentado no fue mi culpa y que más que dolido me sentí aliviado al deshacerme de ella. Solo que después de caer en desgracia, habló con mi madre para que hablara conmigo, ella sabía que a Maya Tomasevic, jamás le negaba algo y menos una orden, fue así como me dijo que debía darle la mano.

Era la mejor manera de demostrarle que no era el hijo de puta, que siempre me acusó. Sin embargo, no usaba sus servicios de forma frecuente, para evitar estar cerca a ella y no porque le tuviera miedo. Sino para evitar que se creyera que el tenerla trabajando allí era porque aún había algo entre ella y yo. Algo que no estaba por ocurrir, si había algo que no perdonaba era una traición.

Cómo sea, tenía que hablar con ella, aclararle que Dilcia sería mi esposa en pocos días y como tal le debía respeto, si quería continuar en la empresa. Tomé el móvil y marqué la línea que ella usaba de la empresa, jamás usaba la personal.

—Buen día Kurn ¿Qué tal el viaje? —Sila habló en tono alegre y jovial.

Imaginaba que creía que había logrado algo, me debatía entre despedirla o dejarla para ver hasta donde era capaz de llegar. Pero no sería yo, si no le exigía explicaciones.

—Perfecto, ¿Tienes algo que decirme? — siempre daba la oportunidad de escuchar la versión de ambas partes.

Solo así, podría obtener respuestas y podría emitir un juicio justo, sabía que Dilcia era celosa, algo que nunca me había sucedido, pero que me divertía en gran manera.

—Ninguno, pediste no agendar nada en esta semana y la chica de turno, tampoco me dio algo para esta semana...

—Sila, su nombre es Dilcia. —aclaré. —empieza a acostumbrarte a su nombre, porque será mi esposa.

Fue cuando la vi entrar a la habitación, no apoyaba el pie, la había notado desde ayer, pero me insistía en que estaba bien. Era bastante independiente, apasionada, orgullosa, testaruda y vengativa, eso envuelto en un cuerpo de 1,72cm de cuerpo bien torneado y labios pequeños, era perfección.

—¿Cómo la tal Giorgiana? Esa con la que estuviste dos meses…

—¿Crees tener moral para cuestionarme? —pregunté. — No como Giorgiana, como tú o Belma, será mi esposa ante la ley y ante Dios. Ahora explícame ¿Quien envió el correo a mi nombre a la filial de Nueva York? —dije para no seguir con ese juego. — y lo que más tiene enfadado Sila ¿Cómo supieron los Şahin que Dilcia iría a esa gala?

—¿Qué correo? —resoplé al saber que, por teléfono, era poco lo que podía a hacer. — lo lamento, pero no sé de qué hablas.

—Sé jugar ese juego Sila y mucho mejor que tú, más te vale que no estés con Aysel o Akram. Porque sabes, muy de lo que soy capaz. —colgué la llamada y Dilcia estaba en mitad de la habitación mirándome sería. —ven aquí, necesito ver ese pie.

—Enrico quiere que lo lleve a la escuela, llegaré tarde — me levanté de la cama y caminé hacia ella y la tomé en brazos.

—Yo voy con ustedes, pero primero quiero ver ese pie...

—Ya estoy mejor, fue solo una herida pequeña y me estoy cuidando —dijo rápidamente y negué.

—Pues yo decido eso. — respondí.

Me senté con ella en mis piernas, quitando su zapato y observado la herida. Era pequeña, pero seguía roja y algo hinchada. Sus pies pequeños y delicados habían llamado mi atención, jamás fui un hombre que se fijara en esa parte de la anatomía femenina. Lo acaricié levemente y la vi apretarlos, sentías cosquillas en ellos y eso me divertía.

Un Millonario en JaqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora