Acapulco parte 1.

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El teléfono llevaba algunos minutos sonando y sinceramente no tenía la más mínima intención de interrumpir su meditación para contestar. El sonido de aquel aparato se detuvo y suspiró aliviada. Minutos después de haber salido de ese estado de paz, se acercó a su teléfono y una sonrisa tímida se hizo presente. Es que sí, leer su nombre en la pantalla siempre le causaba el mismo efecto, siempre lo haría.

Se acomodó en la cama y marcó el número que, para estas alturas, ya se sabía de memoria. Uno, dos, tres timbradas y la voz del hombre que le robaba algo más que suspiros se filtró por el auricular.

- Mi May – contestó con una alegría muy singular.

- Gordito ¿cómo estás? – lo que sintió en el corazón cuando escuchó su voz debió darle la pauta para saber que, con solo esa llamada, entraba en terreno peligroso.

- Mucho mejor ahora que te escucho – río – Te llamé hace un momento, pero no contestaste ¿Qué hacías? ¿eh? – preguntó curioso.

- Meditar, Gordito, ya sabes que me gusta mucho – explicó.

- Pues sí, yo la verdad no entiendo qué le ves a es, pero bueno, cada quien – le contestó divertido.

- ¿Y puedo saber a qué debo el honor de que el gran – haciendo énfasis en esa palabra – Manuel Mijares me marque? – río.

- Pues no hay mucho misterio, solamente me moría por oír tu voz – Manuel sabía que ella no se esperaba esa respuesta y el solo hecho de imaginarla con el rostro teñido de rojo por la vergüenza y timidez, le hizo soltar una carcajada.

Mayte escuchó esas palabras y no pudo evitar reírse. El sentido del humor de ese hombre le encantaba.

- Ay yaaaa, Manuel, es en serio. – habló tratando de que sus palabras no fueran entendidas por su cerebro como otra cosa fuera de lo que eran, una broma.

Manuel siguió riendo por algunos segundo más y antes de que Mayte pudiera volver a hablar, le dijo lo que, para él, sería una excelente oportunidad para empezar a reparar todos los errores cometidos en el pasado.

- May, yo también estoy con los chamacos aquí en Acapulco y pues, nosotros queríamos invitarte a comer hoy ¿Aceptas? – preguntó mientras rogaba a todos los ángeles porque su Maytis aceptara la propuesta.

- Manuel... - empezó a responder con toda la intención de rechazar la invitación, pero se vió interrumpida por un par de voces que secundaban la invitación del soldado del amor.

- ¡May, ven a comer con nosotros! – pidió el mayor de los dos - ¡Sí, May, te extrañamos, por favor! – añadió la beba con voz de súplica.

Manuel guiñó el ojo a sus hijos y volvió a poner el teléfono en su oreja.

- Ya los escuchaste, May – dijo sonriendo.

- Manuel ¿Por qué me haces esto? – le cuestionó – No creo que sea bue...

- May, por favor – la interrumpió – te prometo que no va a pasar nada... que no te guste – volvió a reír tentado.

- ¡MANUEL MIJARES! ¡BASTA! – pidió la rubia con incomodidad y vergüenza.

- Está bien, está bien – le contestó – pero qué dices, May ¿Nos aceptas la invitación?

Mayte respiró profundo, miró hacia el techo tratando de pedir ayuda divina y en silencio rogó que la respuesta que estaba a punto de dar, no fuera un error.

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