Capítulo 42

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Antes de marcar el número pienso en cómo podré hacer esto, ¿cómo sacar información? Ni siquiera se lo que estoy estoy buscando así que llamo a Thierry, él podrá encontrar a quien le pertenece ese numero. Cuando le marco este me contesta al segundo timbre.

Hola, Cass..., ¿qué tal? —se escucha agitado, como si hubiera corrido corrido por horas.

Ahh... bien, ¿es un mal momento? —pregunto, dando vueltas de un lado a otro.

— Para nada, ¿dime que pasa?

— Necesito que averigües algo por mi. Te daré un número, quiero saber a quién le pertenece y todo lo que puedas averiguar. Si es posible, claro.

— Bien, envíame el número —dice, a lo que yo rápidamente se lo envió por mensaje.

— Ya está. Gracias.

— Cass, espera —toma un largo suspiro antes de continuar hablando—. Quiero asegurarme de que es lo que quieres, puedes echarte para atrás...

— No lo haré. Mañana todos lo sabrán, Thierry.

— ¡Ah! ¿Y tú qué? Yo no podré hacer nada para... ¡maldición Cassandra! Te estoy rogando para que me dejes ayudarte y es como si no te importara.

— Me importas, y es por eso que no quiero involucrarte más, ni a Verónica ni a Ken —suelto el aire retenido y voy hacia la ventana, viendo la suave lluvia caer.

— Concuerdo contigo sobre Ken y Verónica pero no esperes que te deje sola en esto. Estamos juntos y pase lo que pase mañana... Estaré ahí. También quiero que sepas que...aun tienes tiempo de...

— Ya, Thierry. Puedo arreglármelas después.

Lo se, tu siempre puedes — se aclara la garganta y luego añade—: bien, entonces espero verte mañana, Cass.

—También yo.

Suspiro un poco nerviosa, pensando si de verdad valía la pena hacer lo que yo estaba apunto a hacer. Voy a decirle al mundo quién es HST, quien es ese narcotraficante que masacra personas. Ya no tenía nada que perder, y quizás estoy siendo egoísta al excluir a mis amigos pero es... diferente.

Pasaron unos 15 minutos o más en los cuales solo me quedé allí, sentada usando el celular hasta que este se apagó y recordé de que no lo he cargado desde ayer por la tarde y ni siquiera tenía la carga completa.

Iba a salir cuando la puerta se abrió asustándome, no me sorprendo al ver a Henry. Después de todo dormimos aquí.

— Hola, ¿cómo estás? —pregunta, su mirada es un poco diferente a la que siempre me da.

Esta es mucho más... inusual. Lo sé, es loco pero así me parece. Luego me doy cuenta de lo que pasa cuando se acerca con lentitud a mi. Cojea de un lado y me acerco apresuradamente.

— ¿Qué... qué pasó? —pregunto alarmada, su peso sobrecae en mi y recuerdo ese día en las escalera, cuando era yo la que estaba mal y él me sostenía. Ahora, soy yo quien lo sostiene —. Henry... —lo ayudo a sentarse en la cama.

— Saca la bala —lo miro incrédula ante su demanda. Esto no es un raspón el cual yo pueda desinfectar, es un bala en su muslo, ¿pretende que meta mis dedos en su carne como si fuera un pedazo de carne al cual tengo que abrir para marinar y poner al horno? Lo siento, pero yo no haré eso.

— Buscaré a Alec... —ignoro lo que dijo y cuando me dispongo a salir este sostiene mi brazo ejerciendo presión.

— He dicho que lo hagas tú.

Algo anda mal, ¿por qué no va a un hospital? ¿Por qué de pronto se comporta tan agresivo conmigo? ¿Por qué quiere que yo me saque la bala? No, definitivamente algo no está bien.

En El Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora