3. Un café , una selfie y un NO amigo.

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Merci, amie.

Adriana

Tenía tres años sin fumar y hoy he caído de nuevo. Como estoy cayendo nuevamente en otras cosas. Sólo un cigarrillo. Y sólo una salida con Adrien. Lo juro.
Subo la escalera del metro que me llevará a la calle Bellavia en Turín. No me gusta manejar el auto en el centro, casi nunca se encuentra un lugar cercano y es horrible caminar con la angustia de que aún quedan varios metros para llegar de vuelta a donde te has estacionado. Me gusta caminar, eso es diferente. Y el centro de Turín? È bellisimo! Pero no así, no cuando sé que quizá deba salir con prisa después de tener una cortés e insignificante charla con Adrien. El clima está empezando a enfriar, el Ferragosto Italiano concluye y da paso al otoño, mi estación favorita. Llevo un suéter blanco, mallas negras y unos tenis, precisamente para caminar sin problema. No soy una persona de zapatos altos, lo cual , junto a Adrien, por ejemplo, me pone en desventaja, ya que el mide un metro con ochenta y tantos y yo apenas alcanzo el 1,60.
-Ciao, Mario!- saludo al  dueño del café, que está tras la barra, sirviendo un par de espressos para dos ejecutivos rubios que lo esperan, mientras hablan en algo que, creo, es ruso.
-Adriana, bambina! Come stai?- sonríe, vaciando el shot de café en las tacitas.
-Bene- respondo, aproximandome a una mesa. Elijo la que está junto a la ventana. Este café me gusta mucho, a mi Nonna también solía gustarle y cuando por fin pude venir, aunque sin ella, sentí su presencia en cada detalle: las cortinas color rosa palo, los sillones mullidos en vez de sillas, los floreros hechos con diferentes recipientes: macetitas, botellas de vino achatadas, viejas copas de cognac.
Tomó asiento y saco mi celular. Tengo dos mensajes en el WhatsApp.

Lara: ya estás con él?
Adriana: NO, apenas llegué a la cafetería y él aún no.

Y el otro mensaje:

Pierre: no tardes. Te amo.

El sonido de la campanilla que suena la puerta me hace voltear.

-Bonsoir- dice él. Mario y los dos ejecutivos rusos voltean a verlo y tardan un par de segundos en reconocer a un jugador de talla mundial que acaba de entrar a la pequeña cafetería de Bellavia.

Adrien

Hay cuatro mesas, para ser exacto. Mi baño de huéspedes es más grande que este café, pero me gusta. El olor a avellana que se siente al entrar es abrumador y me da ganas de llorar. Los colores sepia y rosa que decoran el lugar me hacen sentir cómodo casi de forma automática y es justo en ese momento que giro la cabeza y la veo, sentada en un sillón tipo mecedora, junto a la ventana. Me acerco, me siento como un gigante en este lugar que parece sacado de una casita de muñecas.  Adriana se pone de pie cuando llego hasta ella.
-Mon amie- le digo, dándole un beso en la mejilla. Tengo que agacharme un poco y ella pararse de puntas. Trae unos tenis negros, tan pequeñitos como ella.
-Adrien- contesta, dándome un beso también. Su aroma a manzana me provoca aún más sentimentalismo que esta cafetería. Me recuerda a la infancia de hace mucho tiempo. A la infancia antes del Paris Saint-German, antes de la selección francesa. Antes de todo. Aquella infancia en Saint-Maurice.
Me separo un poco, inseguro, pero ella me abraza con calidez. Siento su aliento en mi cuello y su cabello en mi rostro. También huele a manzana.  Cuando se separa, veo sus ojos y no se si es mi imaginación pero creo que quizá alguna lágrima se ve en ellos. No, no lo creo.
-Como estas?- me dice, sentándose de nuevo. Yo me hago pequeño en lo posible y me siento frente a ella, en otro sillón que para mi sorpresa, resulta bastante cómodo. Traigo el cabello atado y llevo un suéter gris acero de cuello alto.
-Muy bien cherie, me da mucho gusto verte- le sonrío .
-A mí también, ragazzo pazzo- responde, recordando el apodo cariñoso que me dio su abuela cuando éramos niños.
-Te ves muy bonita, es decir, muy bien, muy saludable y - mi lengua se traba , pues me siento nervioso y ella lo nota, puedo verlo cuando sonríe con pena. Por suerte, el momento bochornoso es borrado de inmediato.
-Pardon, usted es Adrien Rabiot?- el hombre alto, corpulento y rubio que estaba en la barra cuando entré, me pregunta con duda.
-Oui- sonrio.
-Podemos...- el pobre trata de articular la oración- tomarnos una fotografía con usted? Es decir si no interrumpimos su cita.
-No es una cita- se apresura a responder Adriana. Yo la miro, entre confundido y sorprendido por tal rapidez en su contestación.
-Eh...- el hombre no sabe ya que decir.
-Claro, oui, por supuesto- me pongo de pie mientras el otro hombre se acerca y con el celular, hacen una selfie. Veo que Adriana de voltea hacia la ventana con la clara intención de no salir en la imagen ni por accidente.
-Merci, monseuir.
-Oui, oui- respondo. Ellos se alejan y vuelvo a sentarme frente a Adriana.
-Gajes del oficio, no?- me dice ella. Sus ojos castaños, demasiado burlones para su propio bien, me prenden como chispa por dentro.
-Supongo que sí,  te molesta? Parecías muy asustada de salir en la foto- digo, haciendo el gesto que ella hizo anteriormente al voltear a la ventana de forma exagerada.
-Molestarme? Al contrario, Adrien, me da gusto , pero no me gustaría salir en una foto y que tus ...amigas pensaran mal.
-Amigas? Tú eres mi única amiga, cherie.
-Pues gracias- responde con cierta frialdad. Observo su rostro y como se lleva la taza de café a los labios. Como queriendo distraer la atención.
-Y como va lo de tu libro?- digo, haciendo alusión a las cosas que ella no me ha contado pero que he visto en redes sociales:

@adrianadeilibri: Crucen los dedos! La editorial aceptó revisar mi manuscrito!

@adrianadeilibri: el dictamen es positivo! Esperemos la siguiente etapa!

Ella no me dicho al respecto una sola palabra.

-Bien- se encoge de hombros.
-Excelente, me da alegría.
-A mí más.
-Me invitarás a tu presentación? Ya estaré aquí en Turín, tengo tres años de contrato con la Juventus.
-Pensé que las presentaciones de libros te parecían aburridas- dice, mirándome a los ojos.
-Ah! Vamos! No es justo, en aquella ocasión me refería a la de tu amigo ese... como se llama?
-Pierre.
-Pi... espera, no , no es el mismo Pierre? El que era amigo mío? El que te escondía los libros y le ató tu ejemplar de Romeo y Julieta al cuello de un perro?
-El mismo.
-No es cierto.
-Sí lo es.
-Por qué no me lo dijiste?
-No creí que la vida de un par de escritores aburridos te interesara.
-Deja de decir eso, Adriana.
-Y sólo una cosa, él no es mi amigo- sonríe- tú eres mi único amigo.
-Merci- respondo, sin saber bien por qué lo dice.
-Pierre es mi pareja- suelta y vuelve a beber un trago de café.

Merci, amie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora