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Todo había pasado demasiado rápido...
No sabían en que momento habían pasado de estarse preparando en la central del CNI a estar en pleno tiroteo con la mafia asesina de sus agentes
Balas, silencio, recargas, y más balas
Esos repetitivos sonidos llenaban aquel almacén, dando nervios a todos los presentes.
Uno, dos, tres abatidos, dos por el superintendente y uno por parte de su mano derecha.
Los minutos se volvieron horas, horas de disparos sin cesar o abatir a los miembros del CNI
Conway estaba de un lado del lugar, como siempre, con Volkov cubriendo su espalda.
Evans y Trucazo trataban de abatir a los tiradores que les tenían en la mira.
Horacio les cubría las espalda a esos dos.
- ¿Volkov?
La radio, en ella, la voz del superintendente, estaba llamando a todos para saber si habían o no sido abatidos.
No hubo respuesta inmediata.
- Volkov
Volvió a llamar, y el aire volvió a sus pulmones cuando el ruso afirmó estar bien, como todos, con unos cuantos rasguños.
Habían abatido a todos en tierra, pero no eran conscientes de que faltaba uno de los enemigos.
Todos bajaron la guardia, Volkov soltó el aire contenido en sus pulmones usando un largo suspiro.
Definitivamente, la máscara del traje CEO le estaba sofocando, por lo que se llevó la mano al rostro para quitársela, pasando después esa mano sobre este.
Habían durado horas disparando y moviéndose de lado a lado para no recibir balas o proteger a sus compañeros.
Escuchando el anuncio de su superior, indicando que se reunieran, se levantó de su lugar y salió de detrás de la pared que usaba para cubrirse.
No contaron con la buena vista de Freddy en el momento que alzó la vista.
- ¡tirador!
Gritó con fuerza, pegando su espalda a una pared y jalando a Evans del brazo para cubrirla de la lluvia de balas que cernía sobre ellos.
Conway actuó rápido, resguardandose detrás de unos contenedores y recargando su arma, a la par que Horacio distraía al sujeto disparándole desde su posición.
Respiró con fuerza, asomando su arma para acompañar a sus compañeros en el acto de disparar hacia el tirador.
El lugar quedó en completo silencio de golpe, con la huida del tirador.
Un quejido, eso bastó para que la mente del superintendente dejase de funcionar por unos segundos, corriendo hacia una dirección en concreto, el contenedor que estaba al lado del suyo.
