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Cuando llegaste.

Al momento que te vi llegar junto a tu familia. Que compraron la casa de al frente, tan solitaria y cercana. En ese momento que cruzamos miradas tan rápido que apenas pude darme cuenta, supe que no te podría sacar de mi cabeza. Te veías tan desconectado hasta que nos miramos y fue ahí cuando pareciste despertar. O ¿Fue cosa mía?

Su altura era realmente intimidante y eso, que aun no he estado delante de él. Tonificado, mirada serena e infinita, castaño, aunque poseía un mechón blanco delante. Y no, no se pinta ese mechón. ¿Cómo lo sé? Es natural porque en la orilla de su frente, justo donde comienza este, te puedes dar cuenta. Tampoco es que lo he visto de cerca, como ya mencioné, pero una que otra vez lo vi muy de lejos como para saber esto. Este detalle lo hace más interesante a mis ojos.

Me atrajo desde el momento que note que no hablaba con nadie. Igual que yo.

Fantaseé, hice todo lo que pude hasta que no pude sacarlo de mi cabeza. Pero fue totalmente imposible parar.

Tome un cuaderno personalizado, empecé a fijarme mas en ti que otra cosa y sin darme cuenta, termine escribiendo sobre ti.

Supuse que era la única forma de expresarme y soltar todo lo que siento desde lo más profundo.

Supuse que solo yo abriría, escribiría, leería y cerraría ese cuaderno. Ese estúpido cuaderno que te describe perfectamente.

Entonces supuse mal...


  


26.08.20


Desde lo más profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora