Pasé, nuevamente, todo el fin de semana evitando a todo el mundo. Prefería hundirme en la vergüenza en solitario antes que tener que compartir mi pesar con demás personas, aunque fueran mis amigos de toda la vida.
Para el lunes en la mañana tenía acumuladas al menos doscientas llamadas perdidas y mil mensajes de Corah, cincuenta mensajes de Harry, veinte de Jack y treinta menciones en historias de Instagram de diferentes compañeros que habían compartido el video en sus historias... los muy graciositos.
Yo no estaba destinada a ser famosa y exitosa como Ariana Grande por mi voz, como Emma Watson por mi actuación, como James Wan por dirigir o producir películas o como J. K. Rowling por escribir libros (si no conocen a alguno... búsquenlos y notaran lo exitosos que son). El destino me tenía preparada otra clase de fama: ser famosa por un video gritando ebria.
Estaba segura de que había peores famas que esa, pero definitivamente, para mí, esa era una de las más malas. Por suerte, dudaba que ese video llegara a mis padres, pues eso sí que me hubiera avergonzado, no tenía claro si por lo ebria que se notaba que estaba o por el hecho de que estuviera hablando del pene de Jack Roberts.
Cuando me bajé del autobús frente a la escuela, sentí pánico. Quería correr por la calle y que, con un poco de suerte, un auto no alcanzara a frenar y me atropellara, pero no. No estaba bien desear cosas malas, probablemente había mucha gente que desearía no haber sido atropellada. Yo debía agradecer que solo había hecho el ridículo de mi vida y que seguía completamente sana física y mentalmente.
Caminé por los pasillos fingiendo que no me importaban las miradas que me seguían como si fuera modelo en una pasarela y en cuanto a los comentarios, al menos nadie había dicho algo en voz alta que pudiera oír. Prefería no escuchar lo que decían de mí, suficiente tenía con saber que no era nada realmente positivo.
—Últimamente no estas de suerte —me dijo Corah cuando me vio.
Estaba apoyada en su casillero, probablemente me había estado esperando.
—Y empeorara mañana cuando tenga mi tutoría con Jason.
El lunes había sido terrible en un sentido, pero al menos había logrado sobrevivir a todas las miradas y cuchicheos. ¿Había algo más malo para un adolescente que ser juzgado por sus pares? Si, tener que seguir reglas y levantarse de la cama, pero ser juzgado por sus pares era lo tercero en la lista que yo llamo "Cosas que no soportan los estúpidos adolescentes (yo incluida)".
Algo que ayudó mucho a sobrellevar la vergüenza, fue que Cory había faltado a la escuela y que Jack no era de mi clase.
Si Jack Roberts hubiera estado en la misma sala que yo durante todo el día, me hubiera terminado por encerrar en los baños a llorar. Por suerte, solo tenía que ver a Harry, quien tenía cosas más importantes en su vida que preocuparse de las cosas que yo había dicho ebria sobre su hermano.
La felicidad no duró tanto, pues cuando iba en dirección a la salida de la escuela, me topé con Jack en el pasillo.
No podía creer que lo hubiera logrado evitar durante tantas horas para terminar encontrándomelo cuando estaba por irme de esa prisión conocida más habitualmente como "escuela".
—Oye...
—Siento lo que dije —me disculpé de inmediato.
—No es necesario, en realidad quería agradecerte.
—¿Q-qué? —pregunté confundida.
—Gracias a ti todos creen que mi pene mide veinte centímetros...
Yo estaba segura de que media algo como eso, a menos de que mis ojos me hubieran engañado.
—Ah —solté una risita nerviosa—. ¿P-puedo preguntar cuanto mide en realidad?
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Mi Vida, Mi Obra
Fiksi RemajaSummer decide inscribirse en un concurso de su escuela para escribir la obra dramática que se presentará al final del año escolar. Escribir obras no es lo suyo, solo lo hizo para intentar ganarle a uno de sus compañeros de clase que detesta: Jason. ...